II CONGRESO

IGLESIA Y
SOCIEDAD DEMOCRÁTICA

EL MUNDO QUE VIENE

Madrid, 9 y 10 de marzo de 2022

Card. Juan José Omella Omella

Card. Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona y Presidente de la CEE

 

1.- La actualidad y conveniencia de este Congreso

1. En 2018, en este mismo escenario de la Fundación Pablo VI, se celebró la I edición del Congreso Iglesia y Sociedad democrática. Un Congreso en el que nos felicitamos por poder dialogar con personalidades de la política, de la economía y de la cultura, y reflexionar sobre la sociedad, la democracia y sobre el lugar que le corresponde a la Iglesia católica en una sociedad democrática.

2. En aquella ocasión, era el cardenal Fernando Sebastián (q.e.p.d.) quien pronunció el discurso inaugural que sería contestado por la Presidenta del Consejo de Estado, María Teresa Fernández de la Vega. En esta ocasión, el invitado a ofrecer su contestación es Don Manuel Pizarro, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Con Don Manuel, además de ser un buen amigo, nos une nuestra condición de turolenses

3. El Congreso que hoy iniciamos tiene por objetivo continuar el trabajo iniciado en el año 2018. Nos hace mucho bien sentarnos en la misma mesa, encontrarnos en un mismo foro personas de las diversas instituciones y sectores que trabajamos para edificar una sociedad más humana, más justa y más fraterna.

4. Ahora que parecía que empezábamos a asomar la cabeza con los últimos coletazos de la dura pandemia de la Covid, que tantas muertes ha provocado y que tantas desigualdades sociales ha acrecentado, ahora que nos disponíamos a trabajar para salir mejor de esta crisis, ahora hemos recibido otro fuerte golpe: la invasión de tropas rusas en Ucrania.

5. Ante esta crisis bélica, nos damos cuenta de que el tema de este Congreso es más actual que nunca. Estamos ante el choque de dos modelos de organización social, política y económica que entran en conflicto. La democracia versus los sistemas autoritarios. La auténtica democracia asusta a los regímenes autoritarios. Es un choque de bloques que se miran con recelo y con temor.

6. Voy a desarrollar mi intervención aportando una serie de reflexiones a partir de los términos que componen el título y el subtítulo de este Congreso al que hemos sido convocados: «Iglesia y Sociedad Democrática: El mundo que viene».

2.- La «Iglesia» católica

7. En primer lugar, quiero iniciar mi reflexión con el término Iglesia. En la actualidad, la Iglesia católica es una gran desconocida para muchos conciudadanos nuestros. El afeo sistemático de esta gran familia por parte de algunos medios de comunicación y de diversos agentes sociales y políticos contribuye a que no se conozca el verdadero rostro y misión de la Iglesia. Es cierto que algunos de los miembros de esta gran familia han cometido errores gravísimos de los que pedimos una y otra vez perdón, pero también es cierto que son una muy pequeña minoría. Los errores ocultan las virtudes de muchas personas maravillosas e iniciativas impresionantes que benefician profundamente a nuestra sociedad.

8. Animo a todos los aquí presentes a entrar en la web de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y a leer la Memoria de la Iglesia, elaborada desde el año 2007 y auditada por la prestigiosa auditoría internacional Price Waterhouse Coopers (PwC), donde se explica la gran labor social y religiosa que realiza la Iglesia en España.

9. Dejando a un lado nuestra acción, permítanme ahora tratar de compartir con todos ustedes cuál es la razón de ser y la misión propia de la Iglesia. En este sentido, dice el papa Pablo VI en Ecclesiam Suam (ES) 1: «Jesucristo ha fundado su Iglesia para que sea al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación» para aquellos que libremente quieran recibirla. Y un poco más adelante añade que la Iglesia es la «institución por medio de la cual Cristo continúa en el mundo su obra de salvación» (ES 12).

10. A su vez, el Concilio Vaticano II (CV II) en Gaudium et Spes (GS) 40 nos recuerda que la Iglesia es una «entidad social visible y comunidad espiritual, [que] avanza juntamente con toda la humanidad, que experimenta la suerte terrena del mundo, y cuya razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad».

11. La Iglesia es portadora de un gran don, de un profundo misterio de amor y salvación, pero conoce también su fragilidad. Así lo reconoce el CV II en GS 43 cuando afirma: «Sabe también la Iglesia que aún hoy en día es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros a quienes está confiado el Evangelio». Pero, a pesar de nuestra fragilidad y pecado, no podemos dejar de anunciar dicho mensaje y ofrecer su salvación ya que es un bien para la humanidad y una exigencia recibida del mismo Jesucristo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio» (Mc 16,15).

12. El mensaje de Jesucristo que transmite la Iglesia es profundamente actual. De hecho, los pilares de Occidente y de los derechos humanos son profundamente cristianos. Son cuatro los únicos puntos que son objeto de fricción con el modus vivendi de las ideologías pujantes en este momento. Unas ideologías que se autodefinen como progresistas, pero que ya hemos vivido en otros momentos de nuestra historia antigua, como sucedió durante el ocaso del imperio romano o griego. Esos cuatro puntos objeto de rechazo y ataque por dichas ideologías son: la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer. Estos son aspectos por los que estamos enormemente cuestionados por algunas ideologías, que no toleran la visión de la Iglesia y la menosprecian. Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados. Todos merecemos respeto.

3.- La «Iglesia» católica y «el mundo que viene»

13. El subtítulo de este Congreso nos muestra un gran interrogante que se va abordar en las sesiones de mañana: «el mundo que viene». Quizás, vistos los cambios acelerados que vivimos, habría sugerido que el título fuera: Iglesia y sociedad democrática en un mundo cambiante.

14. ¿Cómo es el mundo en el que vivimos? Hace un tiempo tuvimos unas jornadas de formación en la archidiócesis de Barcelona sobre el sentido y la misión de las parroquias en nuestro mundo. A estas jornadas invitamos al Arzobispo de México, el cardenal Carlos Aguiar. Él nos hizo una impresionante aproximación a la sociedad en la que vivimos. Y precisamente nos dijo que estamos viviendo un momento apasionante de cambio de época. Estos cambios de época han sido estudiados por diversos autores y todos coinciden en que la duración aproximada de los mismos es de unos cien años. En lo que no se ponen de acuerdo es sobre cuándo se inició este cambio de época que culminará en una nueva sociedad. Pero sea lo que sea, lo que es muy importante es que todos los sectores de la sociedad tengamos una participación activa en esta nueva sociedad que, poco a poco, se está configurando. Es importante que toda la labor realizada por las partes sea siempre buscando el bien común y que no sea un medio del que se sirvan los intereses particulares de unos pocos o las ideologías fomentadas por grandes conglomerados de ingeniería social.

15. Vivimos un profundo cambio de época que se manifiesta en un lógico choque cultural, social y político, que configurará un nuevo mundo que nadie sabe cómo será. Sin embargo, no es la primera vez que la Iglesia católica vive un cambio de época. La Iglesia, en sus más de dos mil años de historia, ha vivido muchos procesos de cambio social, de revoluciones industriales, de pandemias, etc. Por ello queremos compartir nuestro bagaje en este campo. La Iglesia está siempre en reforma y en continua conversión.

16. La Iglesia conoce profundamente el mundo en el que vivimos. Nuestra presencia a lo largo y ancho del planeta y en todas las esferas de la sociedad hace que seamos un interlocutor a tener en cuenta. Vivimos en medio de guerras, de persecución religiosa, de hambre, de epidemias…

17. La Iglesia católica quiere ofrecer su experiencia en la edificación de este nuevo mundo que se nos acerca. Quiere colaborar humilde y activamente con todos los agentes sociales para edificar «el mundo que viene». Algunos quieren excluirnos de dicho diálogo, pero ello sería no solo una injusticia, sino especialmente un grave error y una grave pérdida ya que se estaría obviando a una comunidad que representa el 17,7% de la población mundial. La Iglesia tiene mucha experiencia e información y en su misión espiritual y humana no tiene otro interés en este mundo que defender la dignidad del ser humano, promover el bien común de la sociedad y del mundo en el que vivimos y trabajar para rehacer la comunión y la fraternidad.

18. Como bien saben, el papa Francisco, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, nos ha invitado a salir al mundo, a entrar en interrelación con la sociedad, a trabajar codo con codo con los conciudadanos para edificar «el mundo que viene», como dice el subtítulo de este Congreso, para hacer del mundo un espacio de fraternidad, una gran familia de familias. El católico, unido espiritualmente a Dios, sabe que trabajando activamente y con amor por la promoción de la dignidad del ser humano, por la edificación de una sociedad más humana y fraterna se dispone interiormente para acoger la vida eterna que Dios nos ha prometido. Una cosa no excluye a la otra. Sabemos que aquí estamos de paso, pero que nuestro camino al Cielo pasa por vivir con amor, actitud de servicio y entrega durante esta existencia terrena.

19. Ante un mundo profundamente dividido, que avanza a velocidades muy distintas y bajo sistemas de valores muy diversos, la Iglesia, presente en el mundo entero, quiere ofrecer al mundo una plataforma de diálogo y conocimiento mutuo que haga posible el respeto y la amistad social que aseguran la paz y la concordia. Los cristianos hemos sido llamados por Jesucristo a ser agentes de comunión.

20. «El objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor» (Fratelli Tutti 271). La Iglesia quiere hacer posible el diálogo entre todos, a pesar de ser diferentes. La Iglesia quiere ayudar a promover un profundo diálogo social que reflexione y decida sobre todo aquello que afecta al bien de nuestra sociedad y a la dignidad de las personas.

21. A este respecto, el papa Francisco nos recuerda que «el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones e intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía. [...] La discusión pública, si verdaderamente da espacio a todos y no manipula ni esconde información, es un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad. [...] Pensemos que las diferencias son creativas, crean tensión y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad» (FT 203).

22. En nuestra sociedad, me refiero a España, pero podría referirme al mundo, la tentación de los poderes públicos respecto a la Iglesia se ha movido entre dos extremos: verla como un enemigo o tratar de apoderarse y servirse de ella. La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, tiene muy clara su independencia y su dimensión universal que potencian su acción en favor del bien común y de la dignidad de las personas.

23. En efecto, a diferencia de las naciones o de otros agentes o instituciones, la Iglesia, en la reflexión y el debate sobre «el mundo que viene», no tiene intereses económicos, geoestratégicos o ideológicos particulares. Como nos recuerda GS 3: «No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Solo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37), para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido (cf. Mt 20,28).» No somos, por tanto, una comunidad a temer. Quizá por ello somos llamados en muchos conflictos como agentes de mediación, ya que no perseguimos otro interés que la paz. 

24. «La Iglesia, enviada a todos los pueblos sin distinción de épocas y regiones, no está ligada de manera exclusiva e indisoluble a raza o nación alguna, a algún sistema particular de vida, a costumbre alguna antigua o reciente. Fiel a su propia tradición y consciente a la vez de la universalidad de su misión, puede entrar en comunión con las diversas formas de cultura.» (GS 58). La Iglesia «ofrece al género humano su sincera colaboración para lograr la fraternidad universal» (GS 3).

25. Todo ello lo reitera el papa Francisco en Fratelli Tutti (FT) 276 cuando afirma que la Iglesia «no pretende disputar poderes terrenos, sino ofrecerse como un hogar entre los hogares [...], abierto [...] para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor [...]. Una casa de puertas abiertas. [...] queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de sus templos [...] para acompañar la vida, sostener la esperanza [...] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación». Una comunidad así, ¿qué temor puede provocar?

26. Queridos amigos, «como [...] [la Iglesia] no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema político, económico o social, por su universalidad, puede constituir un vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas, con tal que ellas tengan confianza en ella y reconozcan efectivamente su verdadera libertad para cumplir tal misión» (GS 42).

4.- La «Iglesia» católica y el sentido de la «Sociedad»

27. La Iglesia que es madre y maestra en humanidad quiere aportar al diálogo y a la reflexión sobre «el mundo que viene» su profundo conocimiento del ser humano y su larga experiencia en materia social y política. Ahora me limito a apuntar unas ideas que puedan servir para el diálogo posterior que tendrá lugar durante el día de mañana.

28. En todo caso, animo a los aquí presentes a conocer y a consultar el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia[3], en el que, entre otras cosas, la Iglesia ofrece a los ciudadanos aquellos principios y valores fundamentales que, según su dilatada experiencia y humilde entender, deben presidir la edificación de una sociedad humana, fraterna y justa que respete y promueva la dignidad del ser humano y el bien común.

29. Una de las dimensiones más significativas de la persona humana es su dimensión relacional o social[4]. Nacemos de una relación entre dos personas, una relación que acostumbra a ser de amor y entrega. Nos vamos formando en el vientre de nuestra madre en el que se genera una relación entre ella y nosotros que marca nuestra futura personalidad.[5] Una vez hemos nacido, a diferencia de los otros animales, necesitamos absolutamente de nuestros progenitores para poder subsistir. Un bebé sin la asistencia de sus padres y particularmente de su madre, apenas podría durar unas horas. Y qué decir del aprender a hablar, a caminar, a movernos. Sí, las relaciones nos hacen. Pero no solo esto, las relaciones cuando son buenas y sanas dan plenitud a nuestra existencia.

30. El ser humano, en tanto que ser relacional, necesita de la sociedad para alcanzar su plenitud, una plenitud que no puede alcanzar por sí solo (cf. Compendio DSI 149).

31. La sociedad, en sus diversas formas[6], encuentra su fundamento y su razón de ser en la promoción del bien y la dignidad de la persona humana[7]. El mayor bien que puede ofrecer la sociedad es ofrecer al ser humano una realidad digna donde este pueda alcanzar su plenitud en relación con los otros seres humanos, consigo mismo, con la creación y con Dios. (cf. Compendio DSI 197).

32. La familia es la primera sociedad humana, es la célula vital de la sociedad, titular de derechos propios y originarios, que ocupa el centro de la vida social[8]. La familia es la cuna de la vida y del amor donde el hombre nace y crece[9]. Por ello, se ha de afirmar la prioridad de la familia como primera forma de sociedad respecto al resto de instituciones sociales y también del Estado. La familia, en tanto que sociedad natural básica, no está, por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el Estado están al servicio de la familia para que pueda llevar a cabo su misión propia de educar a los hijos en su dignidad de personas. Los niños no son del Estado, sino que los niños son de las familias y el Estado es erigido por los individuos para que trabaje al servicio de las familias para ayudarlas, cuando lo requieran, en su misión educativa.

33. Concluyo este apartado recordando que todo modelo social que busque el bien del ser humano no puede prescindir de la centralidad de la persona y de la responsabilidad social de la familia como primera sociedad natural que educa al ser humano para llegar a ser persona autónoma, relacional y capaz de amar y ser amada. Atacar o desatender a las familias con las ayudas necesarias es un ataque a la futura sociedad.

5.- La «Iglesia» católica y su visión de la «democracia»

34. ¿Puede hablar la Iglesia sobre política o su opinión se ha de quedar restringida a las sacristías? El CVII es muy claro al respecto[10]: «La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas». (GS 76).

35. El alcance de la Iglesia es mundial, está presente en todos los territorios del mundo. La Iglesia vive en todos los sistemas políticos y sociales que existen en nuestro mundo. La Iglesia es conocedora de los pros y contras de unos y otros sistemas para la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad. La Iglesia quiere aportar su experiencia y su reflexión al debate sobre «el mundo que viene».

36. La Iglesia acumula mucha experiencia sobre el sistema de la democracia como modelo político y de organización social. Nuevamente les animo a conocer lo que dice a este respecto el Compendio de la DSI así como todo lo indicado por el papa Benedicto XVI y el papa Francisco en sus encíclicas y discursos.

37. Leyendo el Compendio de la DSI descubrimos que «la Iglesia aprecia el sistema de la democracia». Ahora bien, añade que «una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana»[11]. Y todo ello sin olvidar que «la democracia es fundamentalmente un ordenamiento y, como tal, un instrumento [al servicio de la persona] y no un fin»[12]. No está el hombre al servicio de la democracia, sino la democracia al servicio del ser humano.

38. El papa Francisco, en su reciente visita a Grecia, pronunció en Atenas[13] un discurso precioso en el que afirmaba que la verdadera democracia, siendo un tesoro valiosísimo para las sociedades, hoy se encuentra en retroceso:

«No se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no solo en el continente europeo, se registra un retroceso de la democracia. (…) la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes. En diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar conducen a una suerte de “escepticismo democrático”. Sin embargo, la participación de todos es una exigencia fundamental, no solo para alcanzar objetivos comunes, sino porque responde a lo que somos: seres sociales, irrepetibles y al mismo tiempo interdependientes.»

39. Estas afirmaciones del Papa son secundadas por el semanario británico The Economist que, desde 2006, elabora unos informes anuales en que se analiza el progreso o el retroceso de la democracia en el mundo. Según los analistas, los datos de 2020 son desastrosos. De un total de 167 países analizados, solo 23 países pudieron ser clasificados de democracias plenas, 52 entraron en la categoría de democracias imperfectas, 35 en la de regímenes híbridos y 57 en la de regímenes autoritarios. Los autores del informe concluyen que se ha visto un retroceso en las libertades jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz. Solo 8 de cada 100 personas en el mundo gozan de los derechos y libertades amparados por una democracia plena.

40. ¿Cómo podemos cambiar el rumbo de este retroceso en la democracia? Antes de proponer la respuesta, déjenme decir que creo que el conflicto bélico que estamos viviendo en Ucrania nos está ayudando a todos a tomar conciencia de la bondad y necesidad de cuidar y mantener una sana democracia frente al riesgo de los sistemas autoritarios y populistas.

41. Dejando al margen esta consideración, y siguiendo con la cuestión sobre cómo recuperar una sana democracia al servicio de la dignidad de la persona y del bien común de la sociedad, presento a continuación algunas sugerencias a modo de decálogo. Todas ellas son fruto de una lectura meditada de Fratelli Tutti y del magisterio reciente del papa Francisco:

  1. No hay democracia que dure en el tiempo sin una buena política[14] y unos buenos políticos[15]. La democracia no es eterna, si se corrompe se destruye.
  2. No hay democracia que perviva si no hay justicia social. Es indispensable atacar la creciente pobreza y desigualdad económica[16] con todas las herramientas posibles.
  3. La democracia muere cuando deja de promover una economía[17] al servicio de las personas que gestione de manera eficaz y eficientemente los recursos, haciendo frente a la creciente pobreza y desigualdad social,[18] que son el caldo de cultivo de los populismos que destrozan la democracia.
  4. La democracia es compleja y, por tanto, requiere la participación, la implicación, el esfuerzo y la paciencia de los políticos y también de todos los ciudadanos. Es una forma familiar de vida que hemos de cuidar y respetar entre todos para que no se pervierta ni se destruya.
  5. Los medios de comunicación son vitales en una democracia. De ahí que los gobiernos traten de controlarlos. Hemos de acabar con esta práctica. Los ciudadanos tienen necesidad de una buena información para evitar ser manipulados.
  6. Una sana democracia no enfrenta el sector público al sector privado, sino que promueve su cooperación y asegura un uso eficaz de los recursos en beneficio de los ciudadanos, evitando duplicidades ineficientes e innecesarias.[19] Hace unos días hemos conocido el informe[20] elaborado por el Instituto de Estudios Económicos que muestra un uso ineficiente de los recursos públicos en España, ya que podría reducirse el gasto público en un 14% (unos 60.000 millones de euros) y seguir ofreciendo el mismo nivel de servicios públicos.
  7. Una sana democracia que quiera perdurar en el tiempo debe poner todos los medios a su alcance para que los ciudadanos, a pesar de sus diferencias de opinión, no se vean como enemigos o competidores, sino como hermanos.
  8. Necesitamos una democracia que descubra el diálogo auténtico y respetuoso, la escucha real, la reflexión profunda y sosegada sobre los temas importantes, y no las prisas a las que someten los lobbies de diversas ideologías. La Iglesia está redescubriendo el camino de la sinodalidad, que no es el de las mayorías simples de votos, sino el camino más lento, pero más seguro y firme del consenso.
  9. Una democracia que no se preocupa por sus jóvenes y por sus ancianos, es una sociedad que agoniza.
  10. Una auténtica democracia respeta los derechos fundamentales, entre los cuales se encuentra el derecho a la libertad religiosa. Quiero recordar que la Iglesia católica no pide privilegios, pero tampoco quiere que se la discrimine.

6.- Sugerencias finales para la eficacia del Congreso

42. Les animo a invocar al Espíritu Santo y dejar que Él también hable a través de cada uno de ustedes.

43. Les sugiero cuidar mucho la escucha mutua que puede ser alternada con momentos de silencio para poder integrar lo dicho por unos y otros.

44. Les invito a llegar a conclusiones y propuestas concretas para evitar quedarnos simplemente en la divagación intelectual. Sugiero la posibilidad de que cada Panel o Subgrupo de trabajo pueda presentar una propuesta o decálogo de prioridades. Sería bueno también que se constituyera un Grupo conjunto de trabajo que reuniera las propuestas de cada uno de los Subgrupos y elaborara una presentación, consensuando unas prioridades generales de acción.

45. Sería muy interesante que una delegación de los participantes en este Congreso presentara estas propuestas al Gobierno, a los agentes sociales y a la sociedad civil a modo de Libro Blanco que sirva de base para un trabajo conjunto entre todos los sectores de la sociedad con el fin de alcanzar un consenso mayor sobre aquellos puntos que son prioritarios para el bien común de nuestra sociedad. Ya sabemos lo que nos diferencia, pero descubriremos que es muchísimo más lo que nos une. Identificadas esas prioridades solo quedará concretarlas en acciones a realizar cuya ejecución deberá ser evaluada.

 

Concluyo esta intervención manifestando el deseo de que este Congreso sea una oportunidad para ofrecer nuevamente nuestra colaboración a la política, a la economía y a la sociedad en general para seguir avanzando juntos en procesos de transformación, de colaboración, de cooperación. Elevo a Dios mi oración por los frutos de este Congreso y de los futuros encuentros.

 

Termino con las mismas palabras con las que Don Fernando Sebastián cerró su discurso en 2018: «La sociedad española puede contar con la Iglesia y con los católicos como ciudadanos leales, colaboradores eficientes en la construcción permanente de una sociedad cada vez más humana, más justa y más feliz, al servicio del bienestar y la prosperidad de todos los españoles sin distinción y discriminación alguna. Este es nuestro deseo sincero. Este es nuestro compromiso personal e institucional».

 

«El mundo que viene» a medio plazo, va exigir que trabajemos todos muy unidos para hacer frente a la grave crisis económica y social que se está extendiendo en nuestro país, por Europa y por el mundo. No tengamos miedo, trabajemos unidos, eficaz y solidariamente, buscando siempre el bien común. 

 

Card. Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona y Presidente de la CEE

 


[1] Lo único que pedimos es la libertad de poder anunciar el Evangelio y la libertad de participar en el debate público para exponer nuestras propuestas y que las mismas sean acogidas con respeto.

[2] Tristemente, como nos recuerdan algunos informes, los cristianos somos, con diferencia, la comunidad religiosa que más sufre la violación del derecho a la libertad religiosa. Conviene recordar que el derecho a la libertad religiosa, reconocido por el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no es un derecho de segunda categoría, no está sometido a ningún otro derecho humano, no es una anomalía social, no es un espacio que lleva al conflicto, sino el caldo de cultivo para el respeto y la paz social. En Europa, y en España, se advierte también un retroceso de la libertad religiosa, particularmente respecto a los católicos, que se disfraza de cultura, de progreso que genera una intolerancia creciente hacia los creyentes y su derecho a vivir libremente sus creencias religiosas.

[3]https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html

[4] La persona es constitutivamente un ser social (cf. GS 12, CEC 1879).

[5] «El hombre, en efecto, no es un ser solitario, ya que, por su íntima naturaleza, es un ser relacional, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades, sin relacionarse con los demás» (Compendio DSI 110).

[6] «Desde la familia, pasando por el grupo social intermedio, la asociación, la empresa de carácter económico, la ciudad, la región, el Estado, hasta la misma comunidad de los pueblos y de las naciones» (Compendio DSI 165).

[7] En efecto, como nos recuerda el número 106 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: «[El ser humano] lejos de ser un objeto y un elemento puramente pasivo de la vida social, es, por el contrario, […] su sujeto, su fundamento y su fin. Del hombre, por tanto, trae su origen la vida social que no puede renunciar a reconocerlo como sujeto activo y responsable, y a él deben estar finalizadas todas las expresiones de la sociedad.»

[8] La familia, comunidad de personas, es la primera sociedad humana. Es, por tanto, evidente que el bien de las personas y el buen funcionamiento de la sociedad están estrechamente relacionados con la comunidad conyugal y familiar.

[9] Debemos volver a destacar que cuando nace un niño, la sociedad recibe el regalo de una nueva persona, que está «llamada, desde lo más íntimo de sí a la comunión con los demás y a la entrega a los demás» (Christifideles laici, 40). En la familia, la entrega recíproca del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede «desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible» (Centessimus annus, 39).

[10] Es cierto que «la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que puedan servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina. Más aún, donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y de lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe crear, obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados.» (GS 42).

«La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter transcendente de la persona humana». (GS 76).

[11] Compendio DSI 406.

[12] Compendio DSI 407.

[13] 4 de diciembre de 2021.

[14] «Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar un mundo sin política?» (FT 176). El papa Francisco nos recuerda que la buena política es igualmente un acto de amor. (cf. FT 186).

[15] «El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país. Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica.» (FT 188). «La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio» (GS 75). Y no sólo esto, sino que además llega a definir la política como «este arte tan difícil y tan noble» (GS 75). La Iglesia anima a los laicos a prepararse activamente para entrar en política, en la gestión de la cosa pública con el fin de promover el bien común: «Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal» (GS 75). Una gran nobleza del político es «ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros» (FT 196).

[16] La pobreza y la excesiva desigualdad son el caldo de cultivo para los populismos que ofrecen soluciones sencillas a problemas muy complejos. La pobreza causa la injusticia que destruye la paz. Según el último Informe Foessa, en España cuatro de cada diez personas se encuentran en situación de exclusión social por su inestabilidad laboral y sus escasos ingresos. Y lo que aún es más grave, en los últimos dos años se ha producido un incremento en más de dos millones de personas.

[17] En este contexto se sitúan dos grandes iniciativas del papa Francisco:

  • Economy of Francesco. Conjunto de acciones y congresos con jóvenes economistas y empresarios del mundo para promover una nueva manera de hacer economía que respete la dignidad del ser humano, promueva una ecología integral y fomente una globalización y una multilateralidad más fraterna y corresponsable.
  • Inclusive capitalism. Ya se han sumado algunas grandes multinacionales que agrupan a más de 200 millones de trabajadores y con presencia en más de 163 países.

[18] Dice el papa Francisco: «Tenemos que decirlo sencillamente: la economía está enferma. Es el fruto de un crecimiento económico injusto que prescinde de los valores humanos fundamentales. En el mundo de hoy, unos pocos muy ricos poseen más que el resto de la humanidad… ¡Es una injusticia que clama al cielo! .... Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado amenaza la casa común, no podemos quedarnos mirando.» (Audiencia General, 26 de agosto de 2020).

[19] Es necesario dejar a un lado ideologías y trabajar de manera conjunta sector público, sector privado, sociedad civil e Iglesia como sucede en otros países como por ejemplo Alemania.

[20] https://www.ieemadrid.es/2022/03/07/por-una-mejora-de-la-eficiencia-del-gasto-publico-en-espana/

[21] «La radiografía actual de España alienta el desánimo y crea un ambiente de hastío y desidia sin ofrecer un horizonte hacia el que dirigirse…. Un 40% de la población joven está en paro, el 30% se encuentra en una situación de riesgo de pobreza y de exclusión social y el 66% de quienes tienen entre 24 y 39 años ven sus salarios reducidos por la crisis de la covid.» (Ecclesia 4065 – Marzo 2021).

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