La inteligencia artificial y la robotización de la vida abren una serie de desafíos éticos ante los que la Iglesia no quiere permanecer indiferente. Porque los cambios en el modo de vida, en los modelos de producción y en la toma de decisiones en determinados procesos afectan directamente a cuestiones como la libertad del ser humano y el respeto a su dignidad.
El pasado mes de enero la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comisión Europea (COMECE) publicó un documento sobre la “Robotización de la vida” y sus “desafíos éticos” ¿La IA y el empleo de robots modificarán los comportamientos humanos y sus relaciones? ¿Podría estar dotado un robot de personalidad jurídica por el hecho de ser autónomo? Son algunas de las cuestiones que surgen ante los nuevos avances tecnológicos que dotan a las máquinas de capacidad de tomar determinadas decisiones. “Lo que rige la relación entre humanos y máquinas es la primacía y la dignidad del ser humano”, dice el documento de COMECE.
“El ser humano es responsable de dar orden y sentido a la Creación. (…) Esto va más allá de la mera preservación para cultivar, desarrollar y aumentar la creación de forma práctica. Este sentido dinámico del papel de la humanidad en la creación sostiene no una ética conservadora, sino una orientada en el futuro que esté abierta y sea responsable de la creación a medida que crece y se desarrolla. Esto fomenta una actitud hacia la ciencia y la tecnología que es esencialmente confiada y receptora de la innovación. Además, enfatiza el valor de la libertad del ser humano y de su no dependencia con respecto de la tecnología a su disposición”.
“Es necesario, dicen los obispos europeos, promover y facilitar un debate abierto sobre el desarrollo de la robótica que considere de manera reflexiva y crítica sus intenciones, aplicaciones y consecuencias. Tal discusión requiere de una participación amplia y variada que sopese adecuadamente los diferentes intereses y responsabilidades de los actores clave. No debe subestimarse la vital contribución de la perspectiva cristiana a esta ética pública del desarrollo”.