Pedro García Cuartango: “hay que recuperar valores perdidos, como el esfuerzo, la honestidad, la honradez, el honor”.
José Carlos Ruiz: “La violencia más grande que se ha producido en los últimos 30 años es la desaparición del otro, con las técnicas de empoderamiento del ego, la psicología positiva o el coaching”
Victoria Camps: “una persona ilustrada, madura y que piensa por sí misma, tiene que aprender a dominar las emociones” que vuelven nuestra sociedad más frívola y polarizada
Juan Martínez Barea: “todas las tecnologías tienen su cara A y su cara B: es una cuestión de educación y voluntad personal saber cómo usarla”
¿Cómo saldrá la humanidad de esta pandemia? ¿Traerá cambios profundos en nuestras sociedades? ¿Viviremos más encerrados en nosotros mismos o tomaremos conciencia de la necesidad de cuidarnos? ¿Se impondrá el pesimismo o llegará una nueva era de euforia? ¿Peligrarán nuestras democracias o saldrán reforzadas? A estas y otras cuestiones se ha tratado de responder en el primer foro de encuentros para una era que la Fundación Pablo VI ha puesto en marcha este año con colaboración con TRECE. Un espacio para responder a las grandes cuestiones que nos atañen y que se pierden en la inmediatez o el debate superficial que impone un mundo hiperconectado.
El primero de esta serie “Pensar el Mundo de Hoy” ha contado con la presencia de grandes figuras del pensamiento y la filosofía y la acción social: el periodista y columnista de ABC Pedro García Cuartango, el filósofo José Carlos Ruiz, la filósofa y Consejera Permanente de Estado Victoria Camps, el ingeniero industrial Juan Martínez Barea, autor del libro “El mundo que viene” y el cocinero español en EEUU José Andrés, fundador de la organización World Central Kitchen a través de la cual, en este tiempo de pandemia, ha preparado hasta 35 millones de comidas para las personas más afectadas.
¿Estábamos preparados para esta pandemia? Ha sido la primera pregunta del moderador Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI. Desde luego que es una situación “que no habíamos imaginado, aunque tenemos precedentes a principios del siglo pasado, con la gripe española”, comienza Pedro García Cuartango. “Nos creíamos protegidos por el sistema de salud, la tecnología, el progreso científico” y hemos sido víctimas de lo mismo que ya arrasó Atenas y mató a Pericles, que murió de peste. Por tanto, “ha quedado en evidencia nuestra fragilidad, hemos tomado conciencia de que somos mortales, nos hemos visto obligados a cambiar nuestro modo de vida y eso nos ha sumido en el desconcierto”. “Y eso, a largo plazo, va a cambiar nuestras estructuras económicas, va a quedar la huella de un cambio de mentalidad”.
¿Saldremos mejores? El filósofo José Carlos Ruiz, autor de numerosos libros sobre la necesidad de formar un pensamiento crítico para comprender y cuestionar el mundo que nos rodea, espera que de esta situación salgamos, al menos, “cambiando nuestra jerarquía de valores”. Es decir, aprendiendo a distinguir qué cuestiones son prioritarias, como, por ejemplo, aquellas en las que se asienta nuestro sistema (profesiones esenciales, el cuidado, etc.). Sin embargo, creo, a la vez, que, tras la pandemia, “podemos volver a la inercia anterior y potenciar las partes negativas de la anterior situación”. Y eso “me genera sentimientos encontrados”.
Una sensación que comparte también Cuartango. En este tiempo, “hemos visto lo mejor y lo peor de las personas”. Lo primero materializado en médicos, enfermeros, fuerzas de seguridad, cajeros, trabajadores esenciales… Pero ya, en plena vacunación, hemos visto también políticos que se ha colado en las listas de vacunación y “eso es muy desmoralizador”, porque esperábamos “comportamientos ejemplares y no lo han sido. Por lo tanto, no sé qué poso va a quedar de esto y probablemente “volveremos a actitudes que creíamos ya superadas”, porque tenemos “una gran capacidad para olvidar”.
José Carlos Ruiz, filósofo y escritor
José Carlos Ruiz cree que es una buena época para plantearse “una dicotomía entre optimismo y esperanza”. A esta última, a diferencia del conformismo que puede generar el primero, “no le vale lo que hay, sino que busca y reclama un cambio completo, desde el interior”.
La solidaridad en la pandemia
Un ejemplo de este planteamiento de trabajo por un cambio profundo en la sociedad es el proyecto del chef asturiano José Andrés, afincado en EEUU desde hace décadas e impulsor, junto a otros 2.500 restaurantes, de la organización World Central Kitchen para dar de comer a las personas más afectadas por catástrofes naturales o sanitarias, como en este caso. El cocinero español fue una de las personas invitadas a la ceremonia de investidura de Biden, el pasado 20 de enero, cuyo discurso ha cambiado un cambio de rumbo. “No todos los problemas se solventan con buenas palabras, ni buenas intenciones”, afirma, “pero muestran un camino de lo que va a suceder, y creo que tenemos que empezar todos a cambiar el discurso”: optar por los mensajes de integración, de respeto y de empatía. Porque está convencido, tras su experiencia de trabajo junto a miles de personas, de que “una sociedad solo puede ir hacia adelante cuando todo el mundo trabaja unido”. En esta pandemia, “cuando parecía que no había respuesta, una organización de cocineros hemos podido reunirnos para dar de comer y hemos hecho hasta 40 millones de comidas”. “Si nosotros lo hemos podido hacer, asegura, se pueden hacer muchas cosas”.
El papel de los medios de comunicación
Y ¿qué papel han jugado o están jugando los medios ante esta situación? ¿Han a la altura? ¿Han informado con rigor? El periodista Pedro Cuartango lo tiene claro: aunque la prensa no ha fallado especialmente en la pandemia “no ha logrado redimirse de las malas prácticas que hemos visto estos años”, que han sido la tendencia a competir con las redes sociales y la guerra por el clic. No hay que confundirse: “una cosa es el clic y otra la información. Un periódico tiene que dar una información del mundo, una visión contrastada y tiene que suscitar la credibilidad y eso va más allá del cambio tecnológico”. Es evidente, afirma el periodista, “que estamos en una crisis de modelo, una pérdida de credibilidad y hay que hacer autocrítica” buscando un modelo que “no compita con la inmediatez de la noticia y que ayude a interpretar y analizar lo que está pasando, que interprete también el arte, la buena literatura, etc.”
“Vivimos en una sociedad en la que la muerte es un tabú y eso se ha reflejado en los medios durante la pandemia. A pesar de su esfuerzo la prensa no ha logrado redimirse de las malas prácticas que hemos vivido estos años”
José Carlos Ruiz, por su parte, cree que la prensa durante la pandemia ha sido responsable, que ha tratado de informar con rigor y ha ido a la fuente, pero “ha perdido esa oportunidad de oro de hacer visible el sufrimiento, el dolor y la muerte”. Durante los primeros meses, especialmente, “el dolor se ha privatizado, mientras que la felicidad se ha tratado de publicitar todo el rato”, a través de los aplausos o determinadas actitudes un poco más jocosas. ¿Significa eso que vivimos en una sociedad infantilizada? “No sabría decirte”, apunta el filósofo. Lo que sí está claro, es que “tenemos una sociedad tan estresante, con una demanda de energía tal, que al final del día estamos tan cansados que consumimos aquello que da respuesta a los elementos más primarios y básicos”. “Los medios ofrecen al individuo, entonces, algo muy masticado, que no le haga pensar porque de lo contrario se va a ir”. De este modo, se convierten casi en un “servicio asistencial”.
Pedro García Cuartango, periodista y columnista de ABC
Para el columnista de ABC, la tendencia a ocultar la muerte no es nueva y se da en la prensa occidental desde hace 40 años. Ocurrió en los atentados de las Torres Gemelas, el 11 M, en la pandemia… La prensa tomó la decisión de no publicar cadáveres y muertos. ¿Por qué? Por una actitud cultural: “vivimos en una sociedad en que la muerte es un tabú e impera una especie de temor al contagio de la muerte”. Eso explica esta especie de “autorregulación” de los medios. Una autorregulación que “abre un debate muy complejo sobre sus límites”, pero que no debería convertirse en una suerte de censura con control a la libertad de expresión. Porque, “cuando el poder nos dice lo que tenemos que publicar eso tiene unas consecuencias letales para la verdad y la pluralidad”.
Combatir la “bulimia emocional”
¿Estábamos jugando a ser dioses?, le pregunta el moderador Jesús Avezuela a la filósofa Victoria Camps, Consejera Permanente de Estado. Siempre, a lo largo de la historia (y así aparece en el Génesis) “hemos jugado a ser más de lo que somos” y “nos hemos dado cuenta con esta pandemia de que somos más frágiles de lo que creemos”. La ciencia estaba muy indefensa y nos hemos sumido en la incertidumbre. ¿Significa eso que saldremos más humildes? Es poco probable y “seguiremos jugando a ser dioses” porque forma parte de la condición humana. Lo que sí es necesario es, a pesar de la tendencia a la simplificación y a la búsqueda de las emociones en la que nos encontramos, aprender a dominarlas. La consejera permanente de Estado, autora, precisamente, del libro “El gobierno de las emociones”, cree que “una persona ilustrada, madura y que piensa por sí misma, tiene que aprender a dominarlas” y no dejarse llevar por extremos, como los movimientos negacionistas o los antivacunas, que en este tiempo de pandemia han supuesto grave riesgo para la salud de todos.
Victoria Camps, filósofa y Consejera Permanente de Estado
Pero ¿cómo controlar las emociones cuando se activan los deseos y los estímulos permanentemente con las nuevas pantallas?, se pregunta José Carlos Ruiz. En su nuevo libro “Filosofía para el desánimo”, el profesor de la Universidad de Córdoba explica, precisamente, el riesgo que supone vivir constantemente para el yo virtual que se ha creado. “El mundo virtual ha invadido el mundo real y hemos empezado a funcionar con ese criterio emocional”, olvidándonos, además, “de la otredad”. Desde su punto de vista, “la violencia más grande que se ha producido en los últimos 30 años es la desaparición del otro, con las técnicas de empoderamiento del ego, la psicología positiva y el coaching”. Ahora, las redes acentúan ese individualismo y vivimos en una especie de “bulimia emocional”: ocupados en consumir “el mayor número de experiencias posibles para vomitarlas en redes sociales”. En este contexto, es muy difícil combatir la confrontación y combatir las emociones.
Dominar la tecnología
La clave es aprender a dominar la tecnología. Juan Martínez Barea, autor del libro El mundo que viene, dibujaba ya en 2014 un escenario en el que la aceleración tecnológica, la globalización y la hiperconectividad abría un mundo de oportunidades que nos acercaba al mejor momento de la Historia de la Humanidad. “El acceso a oportunidades se ha democratizado con la tecnología y nunca ha estado más asequible acceder a la mejor educación del mundo a través de la red”, afirma Barea. Sin embargo, como en todo, depende de cada uno el uso que se hace de ella. “Esa misma tecnología que permite a unos chicos de un pueblo de Almería aprender en Harward, es la que luego nos idiotiza y nos convierte en más esclavos. Es una cuestión de voluntad personal y de hacer el mejor uso de esa tecnología. Al final, la educación es la clave todo.
Juan Martínez Barea, ingeniero industrial y autor del libro “El mundo que viene”
Una educación que enseñe a pensar, a entender el mundo, y que eduque la mirada. José Carlos Ruiz y Pedro García Cuartango coinciden en recuperar la “paideia”, ese vocablo griego que define la educación integral. Y es que, en España, reconoce el periodista, “tenemos un grave problema con la educación que ha sufrido un profundo deterioro en estos últimos 40 años”. Han perdido peso las humanidades y la filosofía y se está abandonando todo lo que implica conocimiento. “No te enseñan a pensar, sino a aplicar cosas, y eso es muy peligroso porque la tecnología, que es un instrumento de progreso, también te puede convertir en un esclavo”.
Repensar la educación
Por eso, afirma el periodista “es urgente repensar la educación para que ayude al individuo a interpretar y entender el mundo”. Y eso pasa hoy en día, inevitablemente, por una “educación de la mirada”, apunta el filósofo. “Del mismo modo que se educa el criterio para la lectura, se necesita una educación para acercarte a una red social o para entender lo que consumes en internet”. “Educar la mirada es formar un aparato crítico para entender, por ejemplo, la diferencia entre un político y la institución”. Porque según José Carlos Ruiz, la polarización, la desafección, los populismos o los nacionalismos exacerbados se producen, precisamente, por esa falta de educación y de criterio. “Y lo peor es que no veo reacción en los políticos ni en la sociedad para seguir un proceso de educación que sea distinto”, lamenta.
“El bien y el mal no se pueden relativizar ni dejar en manos de nuestros intereses o nuestras circunstancias personales. Constantemente vemos políticos que mienten con un descaro absoluto y no pasa absolutamente nada”.
Recuperar los valores
Una educación que pasa también por recuperar valores perdidos: el esfuerzo, la honestidad, la honradez, el honor. “Hoy hablas de esos grandes conceptos y te miran mal”, lamenta Pedro Cuartango. Y, sin embargo, “vemos políticos que mienten con un descaro absoluto y no pasa absolutamente nada”. Los propios ciudadanos, incluso, “somos muy tolerantes con esas conductas” porque se actúa con una “moral de casuística”, aplicando unos códigos diferentes dependiendo de las circunstancias personales. Por eso, es necesario volver al imperativo categórico kantiano: “actúa de tal modo en que tus acciones se conviertan en categoría moral, o, lo que es lo mismo, actúa con los demás como quieres que actúen contigo. Porque el bien y el mal no se pueden relativizar ni dejar en manos de nuestras pasiones o nuestros deseos”.
Ahora, en esta sociedad hiperconectada, pasamos mucho tiempo en la construcción de nuestro avatar y nos preocupa poco la mirada del otro en un contexto no virtual, por lo cual “el declive del hombre público del que hablaba Richard Sennett está llegando a una velocidad pasmosa”, lamenta José Carlos Ruiz. ¿Cuál sería la clave para recuperar la autenticidad en un mundo frivolizado? Aparte de la educación, “recuperar más la vida interior: dedicar más tiempo a pensar lo que nos está pasando. Dedicar más tiempo a la lectura, a escuchar música, llevar una vida más reflexiva”. Es así, culmina Cuartango, como podremos ser “más libres”.