Silvia Álava: “estamos tan obsesionados con no perdernos nada dentro de la red que llegamos a perdernos cosas de nuestra propia vida”
Carmen Pellicer: “hay que intentar crear entornos ricos fuera que hagan que las redes se sitúen en su justo lugar”
Antonio San José: “las redes sociales han magnificado los liderazgos personalistas en los políticos”
Isidro Catela: “El cultivo de la interioridad puede ayudar a evitar el síndrome de Diógenes digital”
Las redes sociales y el mundo digital han generado un espacio de permanente virtualización de la vida. Mientras disminuyen las relaciones personales, el mundo virtual cobra fuerza, llevando a los individuos a vivir permanentemente obsesionados con su yo, convertido en un avatar. El amor es funcional, las amistades son líquidas o poco cuidadas, la familia, los afectos siguen la dinámica de la inmediatez y la brevedad de un post en redes... Por otra parte, el éxito o los logros vitales se miden en la cantidad de post y likes que eres capaz de generar, incluso aunque basemos nuestra vida en una mentira. Baja autoestima, ciberbullying, déficit de atención, soledad…, son algunos de los riesgos de vivir permanente conectado y obsesionado con el yo virtual. Pero tampoco podemos escapar de él, puesto que nos da unas nuevas herramientas para ver y expresar lo que somos y lo que hacemos.
Estos han sido, precisamente, los temas abordados en el foro “La sociedad del espejo”, dentro de la serie “Encuentros para una nueva era”, de la Fundación Pablo VI en colaboración con TRECE, con la presencia de la pedagoga Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema; la psicóloga Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica y de la Salud; el periodista Antonio San José, socio de la consultora Kreab; el profesor de la Universidad Francisco de Vitoria y escritor Isidro Catela; el creativo David García Gil, director de marketing de la agencia Barbaro; y la influencer Leticia Gimeno, Letoto.
Un encuentro interdisciplinar, conducido por Jesús Avezuela, en el que, desde la psicología, la pedagogía, la comunicación, el marketing, la filosofía y el propio mundo de las redes se ha hablado del impacto de este mundo en los jóvenes, en la educación, en las relaciones personales y sociales, en la política o en la economía.
Para la pedagoga Carmen Pellicer la búsqueda de la aprobación constante no es algo nuevo. El ser humano necesita siempre ser querido y reconocido, pero lo que ha cambiado es el entorno de las relaciones personales, que se han llevado a lo virtual. Y esto “ha ampliado su cantidad, pero no su calidad, intensidad o resiliencia, lo que hace que nos movamos en un mundo tremendamente incierto”.
El periodista Antonio San José no cree “que seamos más narcisistas ahora que antes, sino que hemos optado por una exhibición un poco impúdica en la que impera el miedo al rechazo”. La búsqueda de la gratificación inmediata y de la aprobación constante “hace que los jóvenes y los no tan jóvenes miren el teléfono móvil hasta 100 veces al día”. Y, aunque la nomofobia (miedo a permanecer un intervalo de tiempo sin el teléfono móvil) todavía no está tipificada como una patología en el manual de trastornos reconocidos oficialmente, sí que se está llegando a situaciones problemáticas en las que “es necesario pedir ayuda”, alertó la psicóloga Silvia Álava. ¿Cuáles son esas situaciones? Cuando me afecta en exceso lo que se comenta en redes, cuando las busco para potenciar mi autoestima y cuando soy incapaz de separarme y disfrutar de lo que me rodea por la obsesión de no perderme nada. “Estamos tan obsesionados con no perdernos nada fuera que llegamos a perdernos cosas de nuestra propia vida, advirtió Silvia”: ese amigo que me quiere ver la cara, esos padres con los que no hablo, o ese mundo que no descubro.
Silvia Álava, Doctora en Psicología Clínica y de la Salud
Conscientes de esta situación de riesgo de adicción son también los propios influencer, que viven en primera persona o en entornos cercanos la presión, la ansiedad o el estrés de perder el control. Leticia Gimeno, Letoto en Instagram, coach, madre de 4 hijos, con 200 mil seguidores en redes, se gana la vida con la publicidad que genera a través de sus fotos idílicas con su familia en las playas de Florida. Un trabajo “que genera dinero, pero que tiene mucho más trabajo detrás del que la gente cree”, defendió: estudio de la marca, recreación de situaciones, etc. y que implica una gran “responsabilidad”, por la exposición y por la confusión que puede generar en muchas personas, sobre todo en los jóvenes, que pueden imaginarse una vida no tan ideal como ellos pensaban. En mi caso, explicó Letoto, trato de ser “muy cuidadosa” tanto con la intimidad de mis hijos, “a los que pregunto siempre si quieren salir o no”, como con las marcas. “Nunca vendería algo que no utilizara o no me gustara”, aseguró. Leticia Gimeno sí conoce casos de personas como ella que lo están pasando mal y que tienen una gran ansiedad por la gran presión social que generan las redes. Desde su punto de vista, la clave es “educar sobre cómo usarlas” y no engañar ni engañarse.
Leticia Gimeno “Letoto”, influencer
El papel de la educación
¿Qué abordar este problema de la educación? Carmen Pellicer es consciente de que a la escuela y a los padres es una situación que “nos pilla tarde”, pero que no por ello debe optarse por demonizarlo, porque “si lo demonizamos marcamos una barrera que nos va a distanciar de ellos”. El reto sería “no centrarse en lo que tienen o no tienen que hacer con las redes, sino que nuestros hijos y alumnos tengan entornos ricos fuera que hagan que las redes se sitúen en su justo lugar” y “educar en el sentido del deber y de la responsabilidad” desde niños, especialmente “cuando su personalidad está aún por hacer”. Por eso, la presidenta de la Fundación Trilema tiene dudas sobre esa visión tan positiva de los influencers en las edades muy tempranas, porque es ahí donde se necesitan modelos y un horizonte ético.
¿Y los padres? ¿Cómo gestionar esta situación desde las familias? El profesor Isidro Catela, periodista y autor de los libros Hijos conectados y Desconecto luego existo coincide con Carmen en la necesidad de buscar “diques de contención de vida rica fuera, pero también de vida rica dentro de las propias familias”. La educación es una conquista diaria, también para los adultos, y esta conquista “hay que darla con el ejemplo, dando prioridad a lo realmente importante”. Su experiencia como profesor en la universidad le muestra cómo los móviles son muchas veces “armas de distracción masiva”. En su caso, suele recomendar a sus alumnos ratos de reflexión, de encuentros consigo mismos en algún momento del día. “La soledad querida, cultivada o buscada, el cultivo de la interioridad puede ayudar a evitar el síndrome de Diógenes digital que te hace incluso no ser eficaz ni efectivo”. Porque “una desconexión para volver a conectarse puede llegar a ser un ejercicio interesantísimo”.
Cultivar la soledad
Y es que, explicó Silvia Álava, muchas veces muchos de estos problemas vienen por la “incapacidad de expresar nuestras emociones”. Al ser incapaces de contar lo que nos pasa “nos refugiamos en el teléfono móvil y en las redes sociales para evitar mostrar lo que nos pasa por dentro”. Por eso, “ayudar a los niños desde muy pequeños a expresar sus emociones puede evitarnos muchos problemas”.
Una herramienta que maneja también mucho la pedagoga Carmen Pellicer. “Les digo que practiquen el ejercicio de quedarse solos y pasar tiempo consigo mismos”. Y animo a hablar mucho con ellos mientras se pueda, porque llega una edad, más propia de la adolescencia, en que la conversación se acaba. Y, por supuesto, promover una “educación ética”.
Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema
Un nuevo paradigma educativo
Para la presidenta de la Fundación Trilema el cambio tan turbulento que hemos vivido en la educación en este tiempo ha hecho olvidar quizá los grandes retos que tiene la propia educación en este nuevo momento en el que nos encontramos. “La información ya no es patrimonio de la escuela ni del maestro, por lo que la escuela se tiene que ocupar de lo que Google no puede contestar”; es decir, desarrollar las habilidades cívicas, la competencia global, el compromiso por la justicia y la paz, etc. Y esto supone “formar muy bien a los educadores, no solo en el cacharreo, sino también en visión global”, sin olvidar de algo muy importante, “recuperar el valor y la riqueza de la presencialidad” que se ha perdido con la pandemia.
Al tiempo que hay que alertar de los riesgos de las redes, todos coincidieron en que no hay que desdeñar los beneficios de su uso. Porque no solo ayudan a perder el pudor y dan herramientas de aprendizaje al educador, sino que también pueden contribuir a hacer más visible un determinado mensaje, como por ejemplo concienciar sobre la responsabilidad y la necesidad de protegerse ante la COVID-19. “El hecho de que el prescriptor sea ahora una persona más parecida a mí, puede hacer que cale más ese mensaje”, explicó Antonio José sobre el papel de los influencers en esta situación de pandemia.
De hecho, las empresas tienen cada vez más clara la necesidad de trabajar las herramientas digitales y reforzar sus departamentos de marketing para “construir un paquete de valores con consistencia”. Así lo explicó David García Gil, creativo de marca e imagen corporativa en la agencia Bárbaro. También en las marcas se busca compatibilizar vida real y vida digital “con honestidad”. Porque “hemos visto casos en los que los ejercicios publicitarios eran cosméticos y eso cuando se ha sometido al escrutinio público ha sido contraproducente”. “Cuando una empresa intenta ocultar algo y logra el efecto contrario, se hace más visible lo que pretendía esconder”, alertó.
Antonio San José, periodista
La política y la tiranía de la imagen
También la política hoy está condicionada por el like o el impacto de las redes sociales. De hecho, ha habido políticos que han hecho cálculos electorales en función del número seguidores en redes. “Ese liderazgo personal siempre ha estado muy presente”, explicó el periodista Antonio San José, “y las redes sociales no han venido sino a magnificarlo”. “El problema es cuando, para potenciar esa marca del yo, se transmiten mensajes que pueden llegar a ser falsos y que niegan incluso la evidencia científica”, añadió la psicóloga Silvia Ávila. Una vez más, insistió el periodista, la clave está en una educación ética y el pensamiento crítico, para “aprender a distinguir un hecho de una opinión y saber discriminar lo que es positivo de lo negativo”. Una tarea que no hay que reclamar solamente a padres, sino también a los medios de comunicación y a toda la sociedad en su conjunto.
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