Ángel Gómez de Ágreda: “las plataformas donde dejamos los datos llegan a conocernos más que nosotros mismos”
Mar Cabra: “hay que dar el salto para convertirnos en ciudadanos digitales con conciencia sobre el uso que debemos hacer de la tecnología”
Francesc Torralba: “no se trata de ser tecnofóbico, sino evitar el tecnocentrimo y para eso es necesario aprender a desconectar y enseñar a pensar”
Ana Palacio: “para salvar la democracia en abstracto necesitamos reconstruir, armar y reforzar las redes de relación en el mundo real, empezando por la familia”
Tras la Segunda Guerra Mundial, George Orwell, en su conocida novela 1984, imaginó una sociedad vigilada por una especie de Gran Hermano que dominaba acciones, decisiones y pensamientos. La obra era una crítica a los totalitarismos y su control absoluto de las libertades. Hoy, en un período de aparente libertad conquistada por nuestras sociedades, vivimos a merced de otro tipo de control, de forma voluntaria y sin apenas darnos cuenta. Cada vez que encendemos nuestro teléfono móvil, cada vez que hacemos una compra por internet, buscamos un lugar donde marchar de vacaciones o contratamos un seguro, estamos cediendo voluntariamente datos. Y, cada día, mostramos en las redes sociales nuestra vida y la de nuestra familia, nuestros gustos, nuestras aficiones y hasta nuestros pensamientos y preferencias. ¿Sabemos que se hace con toda esa información que nosotros mismos ofrecemos? ¿Conocen lo que consumimos, donde viajamos, nuestros gustos, afinidades o preferencias políticas? ¿Quién controla a quien nos controla? ¿Peligran nuestras democracias?
La sociedad vigilada ha sido precisamente el tema del tercer foro de la serie Encuentros para nueva era celebrado en la Fundación Pablo VI el 10 de febrero, con la presencia de Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores y exvicepresidenta del Banco Mundial; Ángel Gómez de Ágreda, analista geopolítico y autor de “Mundo Orwell”; Francesc Torralba, filósofo, teólogo y catedrático de la Universidad Ramón Llull; Mar Cabra, periodista, especialista en análisis de datos; y Adriana Maldonado, eurodiputada en la Comisión para el Mercado Interior y Protección al Consumidor.
“Compartimos datos sin ser conscientes de que los estamos compartiendo”, comienza Gómez de Ágreda. Tendemos a verlos desde un punto de vista económico y comercial, pero en el fondo lo que estamos dando “no es una parte del tener, sino del ser”, de nuestra personalidad, de nuestros gustos. “Las plataformas donde dejamos nuestros datos llegan a conocernos más que nuestras propias parejas” y, simplemente por el hecho de activar nuestra geolocalización ya están siguiendo nuestros movimientos.
La periodista Mar Cabra, premio Pulitzer junto a 400 periodistas, por su ingente trabajo de análisis de datos en los llamados “papeles de Panamá”, cree que los ciudadanos estamos enfrascados en una “lucha desigual” entre nuestras “emociones paleolíticas” y una tecnología “que sabe mucho más que de nosotros que nosotros mismos” y que tiene el poder, a través de mecanismos como los algoritmos y la inteligencia artificial de cambiar nuestros propios comportamientos. Por eso, hace un llamamiento a “dar el salto” para convertirnos en “ciudadanos digitales” con conciencia sobre estos temas.
Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores
La exministra de Exteriores, Ana Palacio, no está de acuerdo en “mal usar” de este modo el término ciudadanía. “Nosotros a estos servicios nos acercamos como consumidores, que no es lo mismo”. Sin embargo, hay que ser consciente de que estamos metidos en un sistema “que nos incita a ser más consumidores y menos ciudadanos”. Las redes sociales, las plataformas de vídeo e imagen nos han hecho “narcisistas” y disminuir nuestra capacidad de atención.
Especialista en Derecho Internacional y de la Unión Europea, Ana Palacio ha escrito numerosos artículos y documentos sobre la pugna por el liderazgo mundial entre el modelo chino y el modelo occidental. La exministra de Exteriores cree que, bajo el debate surgido durante la pandemia entre libertad y seguridad, hay precisamente una dicotomía entre esos dos modelos de centralidad del ciudadano (Occidente) frente a centralidad del grupo (China). “El modelo chino prima el colectivo, y nuestro modelo, de raíz cristiana, pone al hombre en el centro como actor principal. Donde tenemos individuo, ellos tienen grupo; donde nosotros tenemos libertad, ellos tienen seguridad; donde nosotros humanidad ellos tienen la china eterna. A partir de ahí podemos hacer todas las cábalas que queramos, pero esto no tiene nada que ver con el debate de si hay que primar libertad a seguridad. China es una cultura potentísima que tiene una visión completamente distinta a la nuestra”, aclara.
Francesc Torralba, filósofo y catedrático de la Universidad Ramón Llull
La construcción de la posverdad
Las redes sociales, la comunicación digital y el mundo virtual han contribuido también a generar un clima global de desconfianza, y la sensación, en palabras del moderador Jesús Avezuela, de que se está produciendo una especie de “reescritura de la historia para aproximarla a determinados intereses, de tal modo que no se sabe qué es verdad y qué no lo es”. El filósofo Francesc Torralba, autor, entre otros libros, de “Vivir en lo esencial”, cree que, efectivamente, en este momento hay tal multiplicidad de relatos y de fake news que es muy difícil verificar lo verdadero de lo falso. Vivimos en un momento en el que lo que interesa “no es lo que ha pasado, sino lo que quiero pensar que ha pasado. Hay un desprecio a la objetividad, a lo que realmente ha sucedido y se construyen relatos paralelos que llevan al que no ha vivido esa circunstancia a creerse cosas que pueden ser inventadas”. Por eso, apuntó, es “imprescindible formar personas con capacidad crítica y de discernimiento para poder reconocer qué fuentes son más dignas de credibilidad y cuáles no”.
Ana Palacio lo tiene claro: “lean ustedes. Un libro te abre mundo, seguir una serie de Netflix te los cierra”. Porque la lectura “fomenta el espíritu crítico, te ayuda a cuestionarte” y nuestra cultura, “muy vinculada a la evolución del pensamiento cristiano, es una cultura de discernimiento”. Para la exministra, por mucho que las plataformas tecnológicas creen fórmulas de verificación de las fake news, el mensaje es que “ninguna muleta te va ayudar a discernir”, ya que estas tecnologías creadas para detener los bulos, acaban siendo superadas rápidamente por otras más precisas para crearlos.
¿Más vigilancia es más seguridad?
El debate sobre si más vigilancia es más seguridad está abierto en nuestras sociedades. La globalización ha introducido el miedo, la inseguridad y la desigualdad como daño colateral, tal y como recoge el filósofo Zygmut Bauman en su libro Collateral Damage: Social Inequalities in a global age. En efecto, lamenta Torralba, asumimos casi como una necesidad vivir “fichados” o “controlados”, pero lo cierto es que con estos datos “estamos dando información que dice mucho de nosotros mismos”. “Estamos dejando trazabilidad de todos nuestros movimientos en la red, de forma que es muy fácil saber dónde ha ido qué ha comido, en qué gasolinera ha repostado, qué película ha visto en ese hotel. Uno deja ingenuamente traza de toda su toma de decisiones y esto nos hace más vulnerables a toda estrategia publicitaria”.
Ángel Gómez de Ágreda, experto en geopolítica
Y después saltan alertas como lo que se ha producido con la bicicleta estática de Biden, que es mucho más que una simple anécdota, asegura el experto en geopolítica Ángel Gómez de Ágreda. Este elemento de la vida cotidiana del presidente de EEUU ha tenido que ser retirado de la Casa Blanca por el riesgo de poner al descubierto información muy confidencial de su estado de salud. “Parece una simple anécdota, pero ¿por qué solo la bicicleta de Biden?”, se pregunta el militar. Nosotros también con nuestros smartwaches o nuestras pulseras inteligentes, estamos poniendo al descubierto información sobre nosotros y eso hace que perdamos “tanto libertad como seguridad”. “Al acercarnos a la red como consumidores, puntualiza, ganamos en comodidad pero, ni estamos seguros ni somos más libres, porque con esos datos están configurando nuestra visión del mundo”.
Para Ana Palacio el problema de la inseguridad es algo inherente a la cultura occidental en este momento. Una sociedad como la europea, tradicionalmente “de conquista”, ha pasado a vivir “con brutales inseguridades de fondo, la primera de ellas con respecto a nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos”. En su opinión, aunque esto de la tecnología está ahí, tampoco tenemos que “adanizarnos”, porque “cada momento histórico ha tenido sus problemas”. Por eso, recomienda buscar “universos compartidos, de amistad y de debate”, al margen de los que vienen marcados por las tendencias de ese mundo virtual.
“No se trata de ser tecnofóbico”, sino evitar el “tecnocentrimo”, añade Torralba. Y para eso es necesario “enseñar a pensar, aprender a desconectar” y trabajar más la reflexión y la escucha. Para el filósofo, la clave la da el Papa Francisco cuando dice que no puede situarse la “tecnología en el centro y la persona en la periferia, sino que tiene que ser al revés, poniéndola al servicio de las personas más vulnerables”.
El papel de los medios de comunicación en la sociedad vigilada
A pesar de las posibilidades que las redes sociales y la era digital han dado a los medios de comunicación para facilitar el acceso a la información, el impacto en su sostenibilidad y su credibilidad está siendo muy grande, “porque tratan de competir en inmediatez, sumidos en una profunda crisis, con los anunciantes decreciendo y explotando a sus periodistas”. La periodista Mar Cabra tiene muy claro cuál debe ser el papel de los medios en esta lucha: “buscar una posición experta”, “reforzar el espíritu crítico” y ayudar a que la gente “tome conciencia” de los peligros de las noticias falsas. Algo que, reconoció, en este momento “no se está haciendo”.
Mar Cabra, periodista y analista de datos
Por otra parte, añade, hay que ser consciente del poder que tienen las tecnológicas, que es casi “igual o mayor que el de algunos estados”. Es un gran paso empezar a ver qué tipo de rendición de cuentas generamos en torno a ellas. El problema, lamenta es que “las leyes van muy tarde” y “no sé si regular es la única manera”.
Desde Bruselas, la eurodiputada Adriana Maldonado, miembro de la Comisión para el Mercado Interior y Protección al Consumidor asegura que, si bien “la legislación va tarde”, el marco normativo introducido con la nueva ley de servicios digitales crea un paraguas mucho más amplio para proteger los derechos de los consumidores y usuarios. Uno de los objetivos fundamentales es “que todo lo que compramos online sea igual de legal que lo que es offline” ¿Sirve eso para protegernos de nosotros mismos?, le pregunta el moderador. No, porque “de nada sirve que pongamos los reglamentos y las leyes a las grandes plataformas, si nosotros como usuarios no somos conscientes de lo que conlleva descargarnos una aplicación y las transferencias de datos que estamos haciendo normalmente”. Son las “empresas, reclama, las que tienen que facilitar a los usuarios la información sobre los datos que damos cuando accedemos a los servicios digitales”.
Adriana Maldonado, eurodiputada en la Comisión para el Mercado Interior y Protección al Consumidor
¿Están en riesgo nuestras democracias?
¿Ayudó Rusia a Donald Trump? ¿Pueden las redes quitar y poner gobiernos? ¿Corren riesgos nuestros sistemas democráticos?
Mar Cabra no tiene ninguna duda y pone para ello como ejemplo el triunfo del Brexit en Reino Unido, donde tuvo un papel decisivo Cambridge Analytica al utilizar información obtenida de forma ilegal a través de Facebook, según reconoció el propio cerebro de la compañía, Christopher Wylie.
¿Significa eso que nuestros sistemas democráticos son más frágiles que nunca? Ana Palacio no lo cree. “Un sistema democrático, por sus características, es frágil y hay que cuidarlo siempre, no solo ahora”. Pero lo que sí es más preocupante que nunca, desde su punto de vista, es la quiebra de las redes de relación: la familia, los amigos y lo que eran los partidos tradicionales. Por eso, alertó, “para salvar la democracia en abstracto lo que sí necesitamos es reconstruir, armar y reforzar las redes de relación en el mundo real, empezando por la familia”.
Antes de finalizar, la periodista Mar Cabra, autora de un blog sobre cómo lograr el bienestar digital, da unas claves para afrontar esta “lucha desigual” entre el hombre y la tecnología. “Podemos optar, por ejemplo, por dejar el teléfono fuera de la habitación al irnos a dormir, ponerlo en modo avión o evitar mirarlo constantemente. Porque cada vez que nos distraemos, por ejemplo, tardamos una media de 23 minutos en volver a concentrar la atención”. Nosotros mismos podemos decidir “cómo nos queremos relacionar con la tecnología”, concluye.