Amelia Valcárcel: “tenemos que poder hablar absolutamente de todo porque la libertad es el nervio de nuestro mundo”
Rafael Narbona: “lo que está en crisis es el principio de jerarquía y autoridad. Ya no importa lo que dice un crítico y mucho menos lo que dice un profesor”
Gregorio Marañón: “la autocensura es peor que la censura misma, y yo sí creo que hay un cierto encogimiento, por ejemplo, en quienes son creyentes a la hora de reconocer su fe”
Pilar Jurado: “tenemos una industria que ha decidido apostar por el dinero y no por el valor real de las cosas”
Dice Vargas Llosa en su libro “La civilización del espectáculo” que la cultura en el sentido clásico del término está a punto de desaparecer.
Tradicionalmente, la cultura ha sido siempre una forma de ilustrar y comprender la vida, nuestras realidades, nuestras creencias. La pintura, la música, las letras, la danza, el teatro e, incluso, el cine, iban asociados a la belleza, al equilibrio, a la búsqueda de emociones y al ejercicio intelectual de pensar e interpretar el mundo.
Hoy, en la era del clic fácil, de la inmediatez y de la mediatización de la realidad, la cultura actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento. La figura del intelectual ha desaparecido del debate público y la conocida como gran cultura comienza a ser relegada al ámbito de unos pocos, mientras ganan terreno el espectáculo fácil, que muchas veces convierte lo soez, el insulto y la provocación en una suerte de expresión cultural.
“La cultura en la era del espectáculo” fue precisamente el tema del encuentro que se celebró en la Fundación Pablo VI el día 24 de febrero, con creadores de belleza con mayúsculas: el modisto Lorenzo Caprile, Medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes; la soprano, compositora y directora de orquesta Pilar Jurado; la filósofa Amelia Valcárcel, vicepresidenta del patronato del Museo del Prado; el escritor y crítico literario Rafael Narbona; y el presidente del Teatro Real Gregorio Marañón.
¿Es necesario redefinir el concepto de cultura? ¿Qué es cultura y qué no lo es? ¿Está la cultura en crisis? Fue la primera batería de preguntas que les lanzó Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI. Una primera cuestión que Caprile resolvió tajante: “la cultura no está en crisis ni golpeada por la pandemia porque es lo más barato que existe. Para leer un libro, subrayarlo, interiorizarlo, profundizar sobre él o comentarlo con un amigo no se necesita dinero. Lo que está en crisis es el entretenimiento que hoy se vende como cultura”. Y es que, para el diseñador, Medalla de Oro a las Bellas Artes por ser creador “de elegancia, de belleza, de distinción y de arte, pero también de tesón y esfuerzo", tal y como fue calificado en el acto de entrega del galardón, ni siquiera lo que se recoge ahora en los propios museos es ofrecido como cultura, sino que se están planteando “como fábricas de entretenimiento puro y duro”. Y, “no lo digo en plan despectivo, sino como concepto. Ahora, el público en general no va a los museos a cultivarse, sino a vivir una experiencia porque así es como todo se vende ahora”.
Por eso, desde su punto de vista, cuando se está pidiendo la subvención para hacer una película o un espectáculo de teatro “no es para hacer cultura, sino para hacer entretenimiento”. Porque la cultura, en el sentido etimológico del término, “es la cosa más barata que existe”.
Rafa Narbona discrepa de esta reflexión, al menos en parte, y cree que, aunque hay una diferencia entre lo que Vargas Llosa considera “alta cultura” y las llamadas “artes menores”, éstas no pueden ser consideradas mero entretenimiento. “Estoy pensando, por ejemplo, en las películas de John Ford, que hace unos años eran concebidas como mero entretenimiento y ahora son un clásico. Y podríamos decir lo mismo del comic”. Sin embargo, en su opinión, lo que está en crisis no es la cultura en sí, sino “el principio de jerarquía y autoridad”. “Se ha caído en una perspectiva un poco banal, las obras se imponen por sí mismas y ya no importa lo que diga un crítico literario y mucho menos un profesor”, lamentó. Fuera de esta dicotomía, lo que sí tiene claro es que hay una serie de preguntas sobre el sentido de la vida, la finitud, la trascendencia, a las que solo puede responder la alta cultura y eso sí debe preservarse porque está, desde su punto de vista, sufriendo una marginación”.
La soprano Pilar Jurado, radicalmente en contra de Caprile, sí cree que hay que distinguir entre cultura con mayúsculas y lo que se conoce como entretenimiento, porque no todo puede medirse en términos económicos y de marketing. “En esta cultura de la globalización se nos impone lo que tenemos que leer, lo que tenemos que escuchar y lo que tenemos que vivir” que es, generalmente, lo que se vende mejor. “Tenemos una industria que ha decidido apostar por el dinero y no por el valor real de las cosas”, lamentó, y se está cargando “la cultura con mayúsculas, la diversidad y la creación individual”, que necesita una preparación especial para ser consumida. Así que, defendió, “quien piense que la cultura es mero entretenimiento se equivoca”.
“Nuestra época está teñida de barbarie y ese expresionismo ha acabado con cualquier finura para apreciar lo bello y lo exquisito”.
Amelia Valcárcel, filósofa y vicepresidenta del patronato del Museo del Prado
En medio de esta disparidad de visiones, la filósofa Amelia Valcárcel, vicepresidenta del Patronato del Museo del Prado, intervino casi para poner orden al debate con una apasionada reflexión sobre el concepto más profundo de cultura, poniendo como ejemplo el poema de Antonio Machado “A un olmo seco”, “uno de los más hermosos que se han escrito”. Evidentemente, como decía Lorenzo, leerlo es barato, “pero para poder disfrutar de él se exige una enorme cantidad de aprendizaje”. Aunque es la primera vez en la historia de la humanidad que tal cantidad de gente tiene acceso a la gran cultura, ésta “exige una pedagogía brutal. “Es mentira que uno pueda decir que se emocionó por primera vez al escuchar la novena sinfonía de Beethoven o las composiciones de Tomás Luis de Vitoria” sin esa preparación previa. “Todo eso exige un esfuerzo enorme”. En este sentido, dijo, aunque “la cultura puede ser entretenimiento no es su destino final”.
El valor ético de la belleza
Para la autora de “Ética contra Estética” la belleza, al igual que la cultura, está hoy al alcance de todo el mundo, pero “nuestra época está teñida de barbarie” y ese “expresionismo ha acabado con cualquier finura para apreciar lo bello y lo exquisito”. “Es como si viviéramos en una continua contradicción”. “¿Cómo es posible que, en una época pacífica, confortable para vivir y más agradable que ninguna otra nos estemos embruteciendo de este modo?”, se preguntó. “Hace falta subir muchos escalones para captar la exquisitez”, pero “entre la exquisitez y la ordinariez, es como si la belleza no tuviera sitio”.
El propio Rafael Narbona puso como ejemplo de la barbarie de la que habla Amelia el acoso que él mismo sufre a través de las redes sociales, donde se muestra, en muchos casos lo peor de la condición humana. “Cuando uno puede mostrar su cara sale lo que dice, pero cuando se oculta sale ese expresionismo del que hablaba Amelia, sale ese bárbaro que llevamos dentro y que nos lleva a insultar a todo el que contradice”.
¿Qué hacer para cultivar el valor y el respeto a la belleza? Pues, en la misma línea de Amelia, propone el aprendizaje, el cultivo de la paideia, de la reflexión, “el esfuerzo y recuperar el sentido de jerarquía”. “El problema es que hoy un chaval de 12 años se empieza a educar con los videojuegos y con el porno, y apostar por el embrutecimiento es siempre más fácil”, lamentó.
Por eso, intervino Lorenzo Caprile, “tanto dinero para el Ministerio de Cultura tendría que ir al Ministerio de Educación, porque si no hay una base de educación fuerte y no se enseña a los niños a pensar por ellos mismos, ni museo del Prado, ni Picasso ni nada de nada”. El diseñador tiene claro que cuanto menos cultivadas estén las nuevas generaciones, más control habrá sobre ellas.
“En España hay una especie de fobia a todo lo que suene a cristianismo y una tendencia a despreciar al intelectual que tiene convicciones religiosas”.
¿”Neutralizar” la cultura?
¿Está politizada la cultura? ¿Hay libertad para manifestar públicamente las ideas, los pensamientos o sensibilidades sin ser señalado? ¿Es la cultura tan neutra que se está anulando la diversidad? Fueron otras de las cuestiones abordadas en el encuentro. Para la soprano Pilar Jurado “la cultura debería ir más allá de toda tendencia política, pero es inevitable manifestar las ideas personales como todo ser humano”. Otra cosa es que otros “se aprovechen de ello”, según les convenga. En su caso, nunca ha tenido ningún conflicto por este asunto, al igual que Caprile, aunque reconoce que “eso está ahí” y es evidente.
Para Rafael Narbona “el gran problema de hoy es el nacionalismo y el populismo”, que ha hecho caer a autores en un “inmerecido olvido” y que ha llevado a situaciones tan absurdas como cuestionar que Antonio Machado tuviera una calle en Sabadell por considerarlo algo así como “un españolista recalcitrante enemigo de la cultura catalana”. Del mismo modo que ocurre con la manifestación de las convicciones religiosas, que te convierten casi en un “facha o un intolerante”. “En España hay una especie de fobia a todo lo que suene a cristianismo y una tendencia a despreciar al intelectual que tiene convicciones religiosas, que tiene que vivir casi de una manera clandestina”. “Hoy en día, lamentó, se han visto manifestaciones hostiles a la religión, pero yo no me puedo imaginar Europa sin el legado judeocristiano.
Sobre los límites a la libertad de expresión, Amelia Valcárcel lo tiene claro: “tenemos que poder hablar absolutamente de todo”, porque “la libertad es el nervio de nuestro mundo”. Lo que es grave es “que exista un delito de odio que no sabemos en qué consiste y que alguien nos diga que no podemos decir algo porque eso es delito de odio”. ¿Dónde deberían estar los límites? Siendo prácticos, afirmó la filósofa y consejera de Estado, en Europa límites los marca el tiempo: “todo lo que no parezca bien caerá y no tendrá la fuerza suficiente para mantenerse”.
En este punto intervino el presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, autor del reciente ensayo Memorias de Luz y Niebla: “una de las cosas que aprendes pronto es que la autocensura es peor que la censura misma, y yo sí creo que hay un cierto encogimiento, por ejemplo, en quienes son creyentes a la hora de reconocer su fe”. Confiesa que, tras la publicación de su libro, donde sí se confiesa cristiano, no ha tenido ningún comentario negativo, más bien al contrario. “Así que cuidado, porque quizá somos nosotros más censores de nosotros mismos”.
Frente los que alegan que la alta cultura es cara y que, por eso, no se consume, el responsable del teatro de la Ópera defendió que no lo es y que hay manifestaciones artísticas en las que “se paga mucho menos de lo que vale”. Por eso, no cree que sea cuestionable en un país desarrollado como el nuestro, en el que la cultura aporta un 5,6% del PIB, la necesidad de una subvención a la cultura “porque es un bien identitario, porque comporta elementos críticos y utópicos y contribuye al bien común”. Por tanto “no creo que sea cara y convendría que hubiera más subvenciones públicas para la cultura”, insistió.
Gregorio Marañón, presidente del Teatro Real
El impacto de la pandemia en la cultura
Si la estética, como recordaba Amelia Valcárcel, está en crisis, la cultura no lo está menos y solo en este año de pandemia el sector, ya de por sí golpeado, ha sufrido pérdidas de hasta 200.000 millones de euros.
Un momento difícil “en el que los artistas estamos teniendo que aprender a autogestionarnos”, confesó Pilar Jurado, abiertamente molesta por que se hable constantemente de la situación de los bares, las discotecas, de los hoteles y “no de las miles de personas que viven de la cultura en este país”. Sobre los salarios de los artistas, lamentó que se haya pasado de “cachés altísimos, excesivos en algunos casos” a un momento en el que “se da más valor a los que llenan las redes y te traen 300 mil seguidores que a los que te traen 15 mil, aunque sean mentes brillantes y estupendas”. Si hablamos de la crítica literaria, la situación no es mejor, reconoció Rafa Narbona. “En el ámbito de la prensa las retribuciones son ridículas y los escritores tienen que poner dinero para publicar sus libros”.
Pilar Jurado, soprano, compositora y directora de orquesta
Lorenzo Caprile, que ha vivido el confinamiento como una oportunidad para leer y cultivarse más que nunca, reconoció, por otra parte, la mala situación en la que se encuentra en este momento la cultura como entretenimiento. Aunque aprovechó para agradecer, “aunque sea políticamente incorrecto”, la decisión de la Comunidad de Madrid de mantener abiertos todos los teatros y los cines en un momento en que “necesitamos la belleza y la estética” más que nunca.
Para terminar, el crítico Rafa Narbona quiso lanzar un mensaje de esperanza. A pesar de que las redes sacan lo peor del ser humano, a pesar de que las creaciones humanas están siendo sustituidas por algoritmos “lo humano sigue existiendo”. En su caso, que sufrió depresión durante mucho tiempo y perdió a su madre y a su hermana con 20 días de diferencia, ha encontrado también en la red sentido y respuesta a sus inquietudes. “Frente a esta minoría que alborota y que insulta, creo que hay una mayoría de seres humanos con sensibilidad, con ética y dispuestos a aplaudir la excelencia. Lo que pasa es que al que más chilla más se le escucha. Lo humano está también en las redes sociales buscando un hueco y de vez en cuando lo encuentra”, concluyó.