
¿Es posible un transhumanismo para la “mejora integral de la persona”?
¿Hay un transhumanismo malo y bueno? ¿Es posible hablar de mejora de la condición humana más allá de la condición física o biológica? ¿Se puede hablar de un transhumanismo integral, abierto a todas las dimensiones naturales de la persona? El día 20 de mayo, debatimos sobre este asunto en la Fundación Pablo VI, en el marco de la presentación del libro “Transhumanismo integral” de Ricardo Mejía. El profesor de la Facultad de Filosofía de Cataluña (Ateneo Sant Pacia) mantuvo un diálogo con Elena Postigo, filósofa y profesora de Bioética en la Universidad Francisco de Vitoria, moderado por José Ramón Amor Pan, coordinador del Observatorio de Bioética y Ciencia y director académico de la Fundación Pablo VI.
El contexto del transhumanismo
En su primera intervención, el autor hizo hincapié en que el transhumanismo es, ante todo, un movimiento cultural, intelectual y científico que plantea el deber moral de mejorar las capacidades humanas mediante la tecnología, con la aspiración de eliminar el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e incluso la mortalidad. Su finalidad última, al menos la de los más extremos, es trascender la condición humana para alcanzar la condición de posthumano. En este sentido, señaló la Dra. Postigo, realmente el transhumanismo es un antihumanismo.
La profesora de la Universidad Francisco de Vitoria subrayó una de las ideas centrales del libro: el debate suele estar polarizado; por un lado, por los tecnófilos acríticos que abrazan cualquier avance sin reservas; por otro, por los tecnófobos que ven en la tecnología una amenaza existencial. Entre ambos extremos, necesitamos una reflexión ética, filosófica y sapiencial que nos ayude a discernir qué significa realmente “mejorar” al ser humano, y hacia dónde queremos dirigirnos como civilización. En ese término medio es donde se sitúa la obra de Mejía.
Amor Pan recordó, a propósito de eso, un texto del libro, una de las frases “memorables” -dijo- que contiene la obra de Ricardo Mejía: “Se ha perdido muy a lo lejos el sentido clásico de progreso en tanto que desarrollo sapiencial del hombre” (p. 243). Insistió en que el transhumanismo es, sobre todo, un movimiento ideológico que claramente quiere incidir en el ámbito político. Ahí subrayó la fuerza retórica de este movimiento y trajo a colación otra de esas frases memorables: “No parece que el transhumanismo sobre todo el mediático dimita de su papel de espantapájaros” (p. 313), con lo que se refiere a aquellos que tratan de crear un estado de alarma o interés mediático que acabe disuadiendo de lo importante.
Una propuesta de transhumanismo integral
Sacerdote y filósofo, doctor en Lógica y Filosofía de la Ciencia por las universidades de Salamanca y Memphis, Ricardo Mejía es profesor titular en la Facultad de Filosofía de Cataluña y en la Universidad Ramon Llull de Barcelona.
En las primeras páginas del libro señala cuál es su objetivo, que es el de vincular el transhumanismo “con la tradición humanista de nuestra civilización”. Es decir, tender un puente entre el transhumanismo y el humanismo clásico. Propone, para ello, un transhumanismo “integral”, que desarrolla en la segunda parte de la obra, de una manera “audaz y necesaria”, tal y como manifestó la doctora Postigo.
El profesor Amor Pan, destacando la creatividad, erudición e interés del esfuerzo intelectual plasmado en el libro, considera, sin embargo, que adjetivar el sustantivo no resuelve nada, aun coincidiendo con el autor en que “defender actualmente a la persona humana real, en vez de servirla como suculento plato a devorar por los poderes de este mundo, no es temerosamente cauteloso sino, más bien, tremendamente revolucionario y contestatarios” (p. 323).
Elena Postigo, José Ramón Amor Pan y Ricardo Mejía
Diálogo con la tradición y la innovación, y renovación del humanismo
Como pusieron de relieve tanto Postigo como Amor Pan, uno de los mayores aciertos del libro es su capacidad para dialogar con la tradición humanística de Occidente. Por sus páginas deambulan, entre otros muchos, Nietzsche, Maritain, María Zambrano, Ortega y Gasset, Karl Rahner, Hans Jonas…
El enfoque que plantea, como destaca el propio autor, quiere superar tanto el antropocentrismo parcial de la modernidad como el teocentrismo medieval, proponiendo una “viricultura” del cuidado y la mejora integral de la persona. La técnica debe estar al servicio de la dignidad humana, de la comunidad y del ecosistema.
El libro es, en definitiva, una invitación a renovar las bases del humanismo occidental para afrontar los desafíos tecnológicos del presente y el futuro. Mejía sostiene que el humanismo ya no puede refugiarse en su pasado glorioso, sino que debe ofrecer nuevos criterios de pensamiento y acción ante los retos de la transformación tecnológica. Si no se realiza esta renovación, advierte, corremos el riesgo de que prevalezcan discursos de sustitución que deshumanicen a la sociedad.
José Ramón Amor Pan
Aportaciones al debate bioético y filosófico
Postigo y Amor Pan valoraron especialmente que Ricardo Mejía aborde los desafíos éticos del transhumanismo, coincidiendo con él en la necesidad de pasar de un paradigma del dominio a uno del cuidado, en el que la ciencia y la técnica sean herramientas para el florecimiento humano y no para su disolución o sustitución.
- La importancia de profundizar en los límites éticos de la tecnología.
- El riesgo de eugenesia y desigualdad.
- Identidad, libertad y privacidad.
- Dimensión natural, social y familiar.
- Sentido y finalidad de la vida.