El Derecho debe ayudar a orientar este alocado proceso en el que nos encontramos, estableciendo los marcos que equilibren, por un lado, el respeto de los derechos fundamentales y libertades y, por otro, el necesario desarrollo del progreso. Es una responsabilidad de todos nosotros impulsar la mejora de las tecnologías y de la ciencia, pero orientada siempre hacia el bien común y al respeto de la dignidad humana. Tenemos el privilegio de ser testigos, de estar viviendo un progreso científico y tecnológico inimaginable y a la vez vertiginoso, como diría, Alvin Toffler en su obra «El shock del futuro». Pero, al mismo tiempo, tenemos la responsabilidad, cada uno desde su particular atalaya o desde las instituciones, de velar porque ese ritmo enormemente acelerado en la tecnología (y en la ciencia) no vaya esquilmando los valores culturales y éticos de nuestra sociedad, acción sobre la cual el Derecho (y los órganos decisorios) ha sido y debe continuar siendo piedra angular. (Publicado en ECCLESIA, número 3981)