Hablar de cambio climático sin caer en el catastrofismo, divulgar sobre sus causas y sus efectos desde el rigor científico y manteniendo, a la vez, el interés del público; y alejar el debate de posicionamientos políticos es cada vez más difícil. Pero en el Foro de Encuentros Interdisciplinares que ha organizado la Fundación Pablo VI con el título ¿Cambio Climático: oportunidad o urgencia? se ha abordado este asunto desde la profundidad que da la experiencia y el rigor que dan los conocimientos. Cuatro expertos en el ámbito de la ciencia, la salud, la comunicación y la administración han coincidido en la necesidad de hablar de su urgencia, pero con realismo.
Hoy nadie duda de su existencia, dice el científico Fernando Valladares, director del grupo de Ecología y Cambio Global en el CSIC. Y aunque podemos atenuar sus consecuencias, “hay un componente de inercia que es muy difícil revertir. Quizá por eso a los científicos nos toca el lugar incómodo” el de contar las cosas de la manera que son y “no cambiarlas en función del color político”.
Porque en la cuestión de cómo abordar el cambio climático juegan en contra muchos factores: el catastrofismo, la politización y la desafección. Y para evitar estas tres cosas hay que trabajar en conjunto, desde la transversalidad, y “conciliando ciencia y sociedad”. Así lo pide la directora de la Oficina Española para el Cambio Climático, Valvanera Ulargui. Hoy “la administración está en el mejor momento, puesto que la ciudadanía tiene una preocupación real por el cambio climático que se ha visto reflejada en el Parlamento europeo, con el triunfo de los partidos verdes”. Y tampoco es difícil “luchar contra él desde la tecnología”. Entonces, si tenemos la demanda social y la tecnología, “¿por qué no lo hacemos?”, se pregunta. “Porque cargamos aún con muchas mochilas del pasado y con modelos institucionales y empresariales propios del siglo XIX. Debemos ser capaces de dar soluciones con modelos del siglo XXI”
Evitar el efecto rechazo
Mónica López, directora del espacio del Tiempo de TVE, habla del papel de los medios de comunicación en este proceso de relato del cambio climático. Hay que evitar esa visión catastrofista que produce “un efecto de rechazo y la sensación de que hagamos lo que hagamos no vamos a solucionar nada”. Por eso, aboga por los discursos más optimistas “que inviten a ponerse manos a la obra para vivir un poco mejor”. A pesar de que el espacio del Tiempo que presenta Mónica López en TVE convoca a diario a 2 millones de espectadores, su directora reconoce que el cambio climático no “es un tema sexy para los medios de comunicación, que no vende”. Quizá porque la gente lo vive con esa visión negativa y de rechazo y porque la ciudadanía lo ve como una cuestión política. Por eso, critica, “no puede ser que los horizontes temporales sean las elecciones”
Pilar Morillo, responsable del Área de Contaminación Atmosférica del Instituto de Salud Carlos III coincide en esta idea. “Ya no hay quien pueda negar con un argumento científico que la causa del cambio climático es antropogénica, es decir, provocada por la mano del hombre”. Pero “tenemos que lanzar la idea de que, aunque ya vamos tarde, podemos hacer cosas: hacer edificios más sostenibles, crear planes sanitarios de emergencia para que cuando haya problemas, las catástrofes no sean brutales especialmente para las poblaciones más vulnerables”. Y, sobre todo, “despolitizar los mensajes y situarlos más cerca de los ciudadanos”.
El modelo de Madrid Central
El problema, asegura Fernando Valladares, es que combatirlo implica hacer cosas que no gustan. Los científicos tenemos que decir, por ejemplo, que no “podemos permitirnos un regadío en el desierto” y que no podemos “continuar con este consumo de energía tan brutal”. En este sentido, la Oficina española de Cambio Climático, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, defiende el modelo de Madrid Central: “Es un claro ejemplo de una política ambiental que tiene como premisa la calidad del aire impuesta por Bruselas, que da respuesta a las cuestiones sanitarias y que ha sido bien aceptada”. Por lo tanto, insiste, en que todos tenemos que hacer un esfuerzo y que “no puede haber ideas y venidas cada vez que haya un cambio de Gobierno”. Pero también, reconoce la necesidad de mejorar por parte de la Administración la forma de comunicar esas normas de adaptación para evitar, por ejemplo, lo ocurrido con del Diésel. Valvanera admite los errores de una “política de comunicación incorrecta” que generó alarma y rechazo en el sector del automóvil. Por eso, insiste, esas políticas de adaptación “tienen que ser rentables y no suponer una carga para el sector privado”. Por eso, hasta el año 2050, cuando no podrá haber vehículos que emitan ese tipo de CO2 “tiene que haber un plan de acompañamiento a la industria”.