¿Cómo será el mundo tras el COVID-19? ¿Saldrá una nueva humanidad de esta pandemia? ¿Qué nos deparará el término acuñado como “nueva normalidad”?... Han sido algunos de los temas de análisis del diálogo Nuevos tiempos, ¿nuevas personas? que tuvo lugar este martes, 5 de mayo, entre el Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, y la filósofa y Consejera Permanente de Estado, Victoria Camps. Un encuentro con el que se abre una serie especial de Foros de Encuentros Interdisciplinares sobre los retos que presenta el mundo post COVID-19 en el ámbito de la razón, las relaciones humanas, la economía, la política, la cultura o la ciencia.
Esta crisis, comenzó Victoria Camps, “no solo es un reto para la razón, sino también para el sentimiento”. Ha despertado en nosotros sensaciones de “temor y miedo” y, después de la etapa de “depredación sin límites” y de “autosuficiencia” en la que vivíamos inmersos, ha puesto de manifiesto que “para hacer frente al peligro no basta con protegernos a nosotros mismos”, sino que es necesario “protegernos mutuamente”. El “altruismo”, “la dependencia unos de otros” y el “valor del cuidado” han resurgido con esta crisis.
El COVID-19 presenta “una nueva realidad que nos ha hecho caer en la cuenta de nuestra propia vulnerabilidad”, continuó Mons. Luis Argüello. Para el Secretario General de la CEE, que prefiere hablar de “realidad novedosa” frente a “nueva normalidad”, esta situación nos puede ayudar a “redescubrirnos como personas en relación” y a valorar “la interdependencia como un bien que no disminuye la libertad, tal y como se nos ha hecho creer”. “El sufrimiento, la enfermedad o la muerte no habían desaparecido de nuestras vidas”, a pesar de la irrupción de cuestiones como el transhumanismo, el hombre mejorado o las tesis sobre el escándalo del sufrimiento. Por eso, para el obispo auxiliar de Valladolid, esta situación “ha sido como un despertador a una realidad que estaba más presente de lo que pensábamos”.
En efecto, ha existido una tendencia, incluso en la filosofía, “de esconder la muerte a la sociedad”, coincidió Victoria Camps. Ya nadie muere en casa, el sufrimiento y el dolor se han paliado mucho y, de repente, “nos encontramos ante una enfermedad para la que no había nada previsto, ni materialmente ni desde el punto de vista del conocimiento”. Ha sido esta incertidumbre “la que nos ha dado más conciencia de nuestra finitud”.
Para la filósofa, esta “crisis nos ha hecho también más austeros”. “Hemos ido a comprar lo necesario, prescindiendo de aquello que hasta hace poco nos lo parecía” (movernos constantemente, el ocio, el espectáculo), y nuestras prioridades vitales han cambiado, cayendo en la cuenta de que “lo deseable no coincide con lo que realmente es esencial”. En este sentido, llama a reflexionar sobre el valor de los considerados trabajos esenciales (limpieza, mantenimiento, repartidores, cajeros), que son “los peor pagados”.
Responsabilidad individual y papel del Estado
A la pregunta del moderador, el periodista Fernando de Haro, sobre si ha cambiado nuestra visión respecto al papel del Estado, Victoria Camps, cree que ha generado “una confianza hacia él que no existía”, al tiempo que ha puesto de manifiesto “el valor de lo público y la necesidad de reforzarlo”. Pero cree que quizá le hemos cedido “demasiado poder para que nos proteja y confiado poco en nosotros mismos”. ¿Lo ideal era eso? Quizá hubiera sido más deseable “el modelo sueco, basado en la responsabilidad ciudadana”, en vez de confiar todo a la coacción jurídica.
A Mons. Argüello, por su parte, le preocupa que “el elogio de lo público se convierta en un elogio de lo estatal”, o que se deje en manos del Estado la solución a todos los problemas. Por eso, él prefiere hablar de “espacio público”: “las instituciones tienen qué decir, pero dejando terreno al protagonismo ciudadano”. En esta línea, Victoria Camps puso algunos ejemplos. Por un lado, hemos visto “cómo el sistema sanitario ha funcionado por el compromiso de los profesionales”. Pero, “en el caso de las residencias este compromiso cívico ha fallado. Muchas eran puro negocio, sumado a la tendencia de algunas familias de aparcar a los mayores”.
Superar la dialéctica de los contrarios
La tecnología, la economía o el equilibrio entre libertad y seguridad fueron otras de las cuestiones abordadas en este diálogo, en el que tanto la Consejera Permanente de Estado, como el Secretario General de la Conferencia Episcopal Española pusieron de manifiesto la tendencia actual a someterlo todo a “una dialéctica de los contrarios”. Es una “dialéctica de la confrontación” que está muy influida por la “polarización política”, reconoció Victoria Camps. En este sentido, “el debate entre seguridad y libertad ha sido uno de los más favorecidos por esta polarización”.
¿Y cuál ha sido el papel de la tecnología? Para la filósofa ha sido “una bendición”, porque ha facilitado las relaciones sociales, pero que abre innumerables retos en lo que tiene que ver con la invasión de la intimidad y en el futuro de la educación. “¿Qué será educar cuando no se pone a los niños juntos?”, se preguntó.
En línea con esta reflexión sobre el papel de la tecnología, el Secretario General invita a repensar también sobre “el significado del progreso”. “La economía no puede estar gestionada solo por tecnócratas o conocedores de las finanzas, sino por personas que puedan mirar por los empobrecidos de cerca y de lejos”.
Ausencia de liderazgo
Para concluir, ambos reflexionaron sobre el liderazgo. O, más bien, sobre la ausencia de liderazgo que se ha puesto de manifiesto con la gestión de esta pandemia. “Un buen liderazgo es aquel que promociona, el que hace que las familias, las instituciones y personas sean capaces de ponerse en marcha”, afirmó Luis Argüello. En este aspecto, ambos coincidieron: ya sea por la novedad de la situación o por el miedo a tomar decisiones, “la crisis de liderazgo ha sido evidente”.