“Es urgente el paso de una reforma de las mentalidades a una reforma de las estructuras”. “No basta sólo con querer cambiar, sino que el cambio tiene que ser efectivo y “permanente”. Son palabras de Rafael Luciani, profesor de teología de la Universidad Andrés Bello, de Caracas y organizador, junto con la Fundación Pablo VI, del Seminario Internacional “Una Iglesia Sinodal, de Pablo VI a Francisco”. Desde el pasado domingo, un grupo de hasta 24 teólogos, canonistas y pastoralistas de distintas universidades de España y América Latina, están reflexionando sobre el proceso de reformas de la Iglesia iniciadas con el Concilio Vaticano II y continuadas con el Pontificado del Papa Francisco.
“Están siendo días de mucha riqueza, pero no podemos quedarnos aquí”, añade. “El proceso de reflexión tiene que ser permanente y hay que seguir caminando y la reforma de la Iglesia es posible pero no significa que dependa solo de este Papa”. “Él nos ha llamado a involucrarnos y a iniciar una reforma real, no solamente una renovación, porque hay cosas de las instituciones del siglo XXI que no pueden ser aceptadas desde un estilo de vida cristiano”, sentencia Luciani, coordinador del Grupo Iberoamericano de Teología que trabaja desde hacer 3 años en el diálogo y el discernimiento para aportar ideas y propuestas a este proceso de reforma. “Estamos convencidos de que si no hay ese diálogo y esa construcción de puentes no avanzamos”.
¿Y por dónde pasan estas reformas? “Basta con regresar a Jesús y hacer contemporáneo el Evangelio actual” explica Carlos Galli, decano de la Pontificia Universidad Católica Argentina y teólogo del Papa Francisco. En este sentido, añade, el llamamiento que ha hecho “de ir a las periferias” es muy claro. Una forma de hacer y ser Iglesia donde haya “menos catecismo y más Evangelio” y que incluya a los laicos y de mayor protagonismo a la mujer.
Porque, denuncia la Presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, Silvia Martínez Cano, el papel de la mujer dentro de la Iglesia “sigue siendo de profunda desigualdad”. No se puede hablar de reforma sin la mujer y para ello es “necesario primero erradicar el machismo en la Iglesia” y hacer una reflexión profunda sobre cómo se la ve. “No podemos permitir que su dignidad sea dañada y que la mayoría de las pobres, violentadas y asesinadas sean mujeres”. Por eso, nuestro punto de partida para este cambio de estructura es “la consideración en igualdad de hombres y mujeres como hijos e hijas de Dios”.
Acabar con el clericalismo
No sólo la mujer. Tampoco el laico está donde debe estar, continúa Rafael Luciani. Esto se debe a un “exceso de clericalismo dentro de la Iglesia”, donde la autoridad impide a los laicos aportar a ese cambio necesario de estructura. Y ese mismo exceso de autoridad y, en algunos casos, abuso de poder, es lo que ha llevado a gestionar mal la crisis de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia. “Hay que pasar de una cultura basada en el silencio, el ocultamiento a la transparencia”, sentencia Carlos Galli. Ser, en definitiva, “Iglesia sacramental”.
En cualquier caso, añade, aunque queda aún mucho por hacer, es importante saber ver el proceso transformador que se ha iniciado con el Pontificado actual. Francisco no eligió el nombre del santo de Asís por casualidad. Es el nombre del primer Papa que toma el nombre del “hombre más parecido a Jesús en la Edad Media”, que recibe “la misión de reformar la casa, comprometido con los pobres; entregado a la causa de la paz, el bien, y el trabajo por la cultura del encuentro y que entiende que la misión de la Iglesia tiene que ver mucho también con el cuidado de toda la creación. Si no vemos estas cinco dimensiones del Papa Francisco perdemos la visión de los desafíos a largo plazo en los que tiene que trabajar la Iglesia”.