La crisis sanitaria del COVID-19 y el largo confinamiento han obligado a millones de trabajadores en todo el mundo a realizar sus actividades desde casa. El llamado “teletrabajo” se ha revelado como una herramienta eficaz para mantener la productividad de las empresas y autónomos, especialmente en aquellas actividades que no requieren necesariamente el desplazamiento. ¿Cambiará los modos de trabajar futuros esta pandemia? ¿En qué medida se producirá una reconversión de las relaciones laborales? ¿Pone en riesgo esta digitalización a millones de trabajadores o generará nuevas oportunidades?
Responde a estas cuestiones Alfredo Pastor, Economista Profesor Emérito de IESE y miembro del Comité de Expertos del Seminario Permanente “La huella digital: ¿servidumbre o servicio?”
P.- La emergencia sanitaria global de COVID-19 llega en un momento de transformación del empleo como consecuencia de la digitalización y la robotización de funciones. ¿Cómo puede afectar el parón forzado de la actividad mundial a este proceso? ¿Puede tener efectos en la inversión en nuevas tecnologías? ¿En el aprendizaje digital? ¿En la flexibilización de los contratos y tiempo de trabajo?
R.- La irrupción del COVID-19 en nuestras vidas está teniendo un profundo impacto sobre la organización del trabajo. Parte del impacto no hace más que acelerar una tendencia que se había iniciado hace ya tiempo: aumentar, en una organización dada, la proporción que ocupa el modo telemático a costa del presencial. En sí, esa transformación no tiene por qué afectar al empleo, aunque sí puede afectar a los ingresos. El cambio lo ha impuesto bruscamente la necesidad del confinamiento. Cuando se vayan levantando las restricciones a la movilidad y sea posible volver a compartir espacios comunes, será importante que las ventajas y desventajas de la organización impuesta sean analizadas con rigor. En particular, será bueno evaluar tanto la productividad comparada de ambos modos como los costes o beneficios psicológicos de un trabajo solitario.
En particular, será preciso contar con alguna evidencia sobre la eficacia relativa de las actividades telemáticas y de las presenciales. Esta comparación puede tener poca importancia en tareas administrativas, pero es muy importante en el caso de las actividades en las que el contacto personal es más esencial, como es el caso de las actividades docentes. Al rediseñar las formas de organización para preparar una salida de las medidas de confinamiento será preciso no guiarse únicamente por parámetros como los ahorros a corto plazo. Esa necesidad se extiende al análisis de las formas de contratación que un mayor peso del modo digital hará posibles, o necesarias. Es muy importante la comunicación de experiencias entre empresas para llegar a buenas soluciones.
Por lo demás, hay que notar que, si bien puede que la mayor digitalización de las nuevas organizaciones cree redundancias en ellas, también es previsible que surjan nuevas tareas que hoy son desempeñadas por organismos no laborales, tanto en el terreno sanitario, como en el logístico: actividades de desinfección periódica o de distribución de material. En otro orden de cosas, la reducción de las cifras de empleo en actividades como el comercio minorista puede verse compensada por la contratación de operarios en las grandes plataformas de distribución (Amazon o Walmart en EE.UU.). El número de empleos puede ser equivalente, las condiciones y los ingresos pueden variar.
P.- La paulatina reconstrucción económica tendrá que basarse en medidas selectivas de prevención del contagio. ¿Puede tecnología digital ayudar en una aplicación no arbitraria de tales medidas selectivas?
R.- Desde luego, la disponibilidad de instrumentos digitales que permitan localizar y seguir a las personas es una condición necesaria para dar un cierto grado de seguridad a una salida escalonada del confinamiento. El problema tan traído y llevado de la privacidad y el control estatal tiene importancia, pero ya es un poco tarde para preocuparse tanto por él: hay que partir de la base de que todos nuestros datos son conocidos, o están en trance de serlo.
P.- El análisis de costes y ventajas comparativas, típico del razonamiento económico, ¿puede ser útil a la hora de decidir sobre la conveniencia de determinadas inversiones tecnológicas (en el ámbito de la salud o en otros) cuando se trata de sustituir trabajo humano con funciones robotizadas? ¿Puede llevar la crisis actual a modificar los criterios de este análisis?
R.- COVID-19 sirve para recordarnos, una vez más, los estrechos límites del análisis coste-beneficio para abordar grandes decisiones. El análisis sólo es lícito cuando unos y otros pueden medirse de forma natural en horas, kilogramos, hectáreas o euros, siempre que la variable sea la misma en ambos platillos de la balanza. Los problemas surgen cuando unos y otros vienen naturalmente dados en sustancias distintas, y se trata de reducirlas a una homogénea, que suele ser dinero, no parece que eso haya cambiado con la pandemia. Los instrumentos digitales pueden servir para ahorrar trabajo o para hacerlo más productivo, y no se puede evaluar un proyecto de digitalización comparando su coste con el ahorro en salarios.