Repasamos con Fray Eduardo Agosta, físico, experto en variabilidad climática y doctor en ciencias de la Atmósfera y los Océanos, los causas y consecuencias de la borrasca Filomena y de otros fenómenos climáticos extremos.
El fraile carmelita, que colabora con el Movimiento Católico Mundial por el Clima y el Dicasterio Pontificio para el Desarrollo Humano Integral, contribuyó a la elaboración de la Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco: “5 años después de su publicación no hay el nivel de conciencia ecológica entre los católicos que uno hubiera deseado”
Fray Agosta: “la destrucción de la biodiversidad nos hace más susceptibles a los virus, los gérmenes y las bacterias”
La borrasca Filomena ha irrumpido en el interior de España de una manera muy violencia, dejando imágenes y secuelas no registradas en el último siglo. Una situación que, unida a la pandemia, nos sitúa en un escenario de incertidumbre y desaliento ante fenómenos cada vez más incontrolables por los seres humanos. La salud de la humanidad está en crisis, pero también la del Planeta y, 5 años después de la firma de los Acuerdos de París y de la publicación de la Laudato Si’ del Papa Francisco, siguen siendo muy pocos los resultados de los esfuerzos realizados para paliar esta emergencia climática y, por tanto, humana en la que nos encontramos. El P. Eduardo Agosta, físico, doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, miembro activo de la “American Meteorological Society” (AMS) y de la “European Meteorological Society” (EMS), es, además de un reputado experto en temas de variabilidad climática, uno de los colaboradores en la elaboración de la Laudato Si’. Con él hablamos de la conexión entre estos fenómenos extremos, de negacionismo y de cómo trabajar por el compromiso inseparable del cuidado de la naturaleza y de la vida humana.
P.- Estamos viviendo en España una de las olas de frío extremo más intensas del último siglo y ya hay voces que niegan el calentamiento global. Pero ¿es este otro síntoma de esta evolución del clima hacia los extremos?
R.- Aunque para atribuir esta tormenta invernal al cambio climático en un sentido estrictamente científico hay que hacer bastante investigación estadística y probabilística mediante el uso de modelos numéricos del clima histórico y bajo escenarios de clima futuro combinados, dentro de las series históricas de registros meteorológicos está claro y es obvio que este evento es un extremo no registrado hasta ahora instrumentalmente. Es probable que finalmente se le pueda atribuir al cambio climático porque dentro de esta teoría cabe esperar este tipo de fenómenos extremos. Sin embargo, tal esfuerzo de atribución de un evento en particular no vale la pena en términos del avance del conocimiento, por lo que habitualmente no es esencial hacer estos tipos de estudios. Además, ya ha habido varios ejemplos en los últimos años de cómo localmente, en pequeñas regiones de un continente, se han manifestado fríos extremos. Esto sucede porque el sistema climático, al tener más energía en determinadas zonas como, por ejemplo, en los hielos polares del Ártico, equilibra este aumento progresivo con el intercambio de masas de aire. El Ártico desde hace varias décadas está siendo mucho más caliente que el resto de la superficie del planeta, con lo cual, para poder enfriarse, manda masas de aire hacia las latitudes medias a través de mecanismos dinámicos conocidos como las corrientes en chorro. Son justamente esas irrupciones de aire polar las que estamos teniendo. De hecho, parte de la dinámica que generó estas copiosas nevadas y la irrupción de aire frío fue la presencia de una estructura de doble corriente en chorro en altura, estos vientos intensos que bordean el Ártico que, al estar muy caliente, permite el mayor intercambio de masas de aire. Toda esta dinámica apunta a que este extremo histórico va a ser adscrito a lo que conocemos como cambio climático. Y la intensidad de su impacto es un claro ejemplo de cómo habrá que adaptarse y mitigar también sus efectos, manifestados no solamente en olas de frío y fenómenos como este que vivimos, sino también una mayor frecuencia de olas de calor intenso durante los veranos.
Imágenes de la huella de Filomena tras su paso por Madrid
P.- Se ha pasado de negar el calentamiento global a cuestionar, incluso, la propia veracidad de la nieve caída. ¿Se está haciendo una pedagogía errónea de esta emergencia climática que vivimos o es el negacionismo climático una consecuencia más de este descrédito general hacia todo?
R.- He visto alguna noticia y también algún mensaje en redes de esto de la nieve plástica. Me sorprendió por la estupidez. Luego también había muchos influencers que querían demostrar que esto era nieve de verdad, poniéndola a cocer en una cacerola para hacer arroz. Yo lo tomo como propio del folclore. Vivimos una cultura del fenómeno, siempre nos gustó generar estas narrativas conspiranoides y las redes sociales se prestan para eso con mucha facilidad. Es como la literatura fantástica que está al alcance de todo el mundo, así como tenemos al alcance de todos buena literatura científica y documentales. Creo que habría que tomarlo así. Lo que ocurre es que en las redes sociales no se puede discriminar con tanta facilidad si uno no está un poco atento. Porque no se dice que esto es invento y se presenta como veraz. Y así estamos. Nuestras democracias, como hemos visto en este último decenio, están bastante frágiles y sensibilizadas a la manipulación por las redes sociales y por el bulo. Creo que la pedagogía que se está haciendo por parte de la ciencia o las ONG que trabajan en el cambio climático es bastante consistente. Lo que pasa es que, como en todo, basta una mentira para derribar grandes verdades. Pueden estar 99 trabajando por una buena y correcta pedagogía sobre la emergencia climática y basta con que haya un negacionista o escéptico que esté en un lugar estratégico diciendo lo contrario y lo ponga en duda para que se genere esta situación. La murmuración forma parte también de las construcciones humanas de acceso al conocimiento. Nos gusta más la opinión que el conocimiento científico, porque el segundo requiere trabajo y un esfuerzo de comprensión al que no estamos habituados. En cambio, el negacionismo está más por el lado del conformismo y del placer que es lo que inmediatamente buscamos. Yo creo que no hay más caso que hacer a este fenómeno de poner en duda la nieve que meterlo dentro de ese contexto de la estupidez mediática. Y, sí, siempre se pueden hacer más cosas para instruir a nuestra sociedad, a nuestra cultura o a nuestros políticos… Lo que pasa es que los recursos humanos y técnicos que uno tiene son los que tiene.
Imagen de España tras el paso de Filomena difundida por la Agencia Espacial Europea
“Nos gusta más la opinión que el conocimiento científico, porque el segundo requiere trabajo y un esfuerzo de comprensión al que no estamos habituados”
P.- Cuando comenzó la pandemia muchos pensaron que el confinamiento iba a dar un respiro al clima. Se generó una brusca caída en la emisión de CO2 a la atmósfera, por la falta de tráfico aéreo y la paralización de la economía. Sin embargo, a la larga, se está viendo que esta pandemia no está siendo tan positiva para el Medio Ambiente. ¿En qué medida va a afectar a los planes de lucha contra el cambio climático la COVID-19?
R.- El confinamiento y la paralización de la economía y de nuestras sociedades en casi todo el mundo generó regionalmente un impacto positivo en la emisión de gases de efecto invernadero. Las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron puntualmente hasta en un 25%-30 %, respecto de lo que se hubiera emitido si no hubiera sido por ese confinamiento. En términos planetarios y globales, sin embargo, poco se ha notado porque fueron días y semanas nada más frente a un período de emisión mucho más amplio. El confinamiento no es lo esperado para la calidad de vida de la gente y de la economía, porque se perdieron muchos trabajos. Pero ¿qué podemos aprender de esto? Por un lado, que es posible desacelerar durante un tiempo una economía basada en las emisiones de dióxido de carbono y analizar sus efectos. Por otro, que frenar la movilidad y el consumo energético de combustibles fósiles tiene un impacto cuantitativo inmediato en las emisiones de dióxido de carbono. Esto nos tiene que inspirar para pensar en alternativas para los próximos decenios, que nos ayuden, de forma mucho más estable y sin tanto perjuicio económico ni tanta pérdida de trabajo, a cambiar la matriz económica que tenemos. Por eso, los programas que se puedan establecer en Europa (y así se está haciendo) están pensados para que los incentivos que se den para recuperar las economías postpandemia estén alineados con la emergencia climática. Es decir, se van a financiar proyectos que tengan que ver con el cambio de matriz energética, dejar la combustión de energías fósiles, invertir más en tecnologías limpias, transformar la movilidad, organizar el teletrabajo de una forma efectiva y convincente que permita también el ocio y el intercambio, un turismo sostenible... En definitiva, políticas positivas de largo plazo (no de corto como fue el confinamiento y la paralización), que desarrollen de nuevo las economías. Quizá estos dos o tres años que tengamos de pandemia serán como un pequeño laboratorio de aprendizaje de caminos alternativos y posibles. Yo, en ese sentido, soy positivo. Al menos, en los países sensatos, como considero que son los países europeos y otros países de fuera de Europa. Esperemos que también los EEUU se incorporen a esta perspectiva de largo plazo de atender a la emergencia climática.
Ciudades vacías durante los meses más duros del confinamiento
“Quizá estos dos o tres años que tengamos de pandemia serán como un pequeño laboratorio de aprendizaje de caminos alternativos y posibles para adaptar la matriz económica que tenemos”.
P.- La ecología integral incide en la idea de que todo está conectado. ¿Hasta qué punto afectan el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad a la aparición de virus como el SARS-CoV-2?
R.- Yo no soy epidemiólogo para analizar con ciencia si el SARS-Cov-2 es un producto o un subproducto del cambio climático o la destrucción de la biodiversidad, pero sí te puedo decir que no solo en el ámbito espiritual de la ecología integral, sino también en el científico, todo está conectado en este sistema terrestre. Siempre a lo largo de la historia hemos sabido que los virus forman parte de la vida de los pueblos, y las grandes pandemias son las que han destruido naciones y derribado reinos e imperios. Seguimos siendo susceptibles a la amenaza de los virus y éstos van a seguir apareciendo. Lo que también debemos tener en cuenta es que el progreso de la civilización facilita su expansión. Nunca en la historia nos hemos movilizado tanto y con tanta facilidad de un punto a otro del planeta en menos de un día como en estos últimos 30 o 40 años, con lo cual estos vectores transmisibles a través de organismos vivos como los seres humanos o las mercancías vegetales o animales van a ser más frecuentes. Los epidemiólogos han ido advirtiendo ya hace tiempo de una pandemia de virus de escala global, por estos motivos precisamente, y no tenemos que rasgarnos las vestiduras, sino al contrario, estar preparados.
Por otro lado, la biodiversidad, que nos habla de la historia evolutiva de nuestra Tierra en pruebas de ensayo, error y adaptación, es en su nivel natural una garantía de armonía. Es decir, permite mantener el equilibrio natural de nuestra biosfera y, si la vamos destruyendo parcialmente o disminuyendo a través de nuestra actividad humana (manipulación genética, destrucción de bosques o de la vida en los océanos), claramente estamos dejando una biosfera desequilibrada y desarmonizada. Por lo tanto, es más susceptible a que derivaciones no deseadas de subespecies o especies dentro del mundo de los virus, las bacterias o los gérmenes predominen sobre el equilibrio y lo desarmonicen. No digo que esta pandemia entre dentro de esa categoría, pero son escenarios que en el futuro podrían estar en el horizonte.
P.- ¿Por qué esa confrontación entre la causa medioambiental y la causa de la vida? A pesar de que la pandemia ha vuelto a poner sobre la mesa (no sé si temporalmente) la necesidad de cuidar a los más vulnerables, hay muchos movimientos que ponen por encima de la vida humana la vida de los animales…
R.- Hay tantas ecologías como filosofías o pensamientos que sostienen las cosmovisiones de los seres humanos. Nosotros tenemos como cristianos una mirada ecológica que hoy en día la llamamos ecoteología, es decir una praxis ecológica basada en nuestra fe en la creación, como obra de la acción de Dios, que dio origen a la materia y el tiempo y ha dispuesto de las leyes dinámicas evolutivas que marcaron el rumbo para dar lugar al mundo que conocemos. La creación es obra del Amor de Dios y es su amor el que la sostiene. Esta fe en la creación nos da unos criterios éticos y define nuestros comportamientos morales. Y en esta cosmovisión hay un grado de mayor responsabilidad o de mayor cuidado hacia un ser humano frente otras formas de vida en la creación. Nosotros tenemos una prioridad en el grado de ser de cada criatura. Pero hay ciertas filosofías (ecofeminismo, biocentrismo, ecología profunda, la teoría de la Gaia…) que consideran nuestra vida como un engranaje más de ese proceso evolutivo accidental y que podríamos incluso evolutivamente destruirnos y la Vida va a seguir. En estas concepciones anti-antropocéntricas se puede prescindir del ser humano y, aunque son minoritarias, al ser bastante ruidosas, la confrontación y la lucha va a estar siempre presente. Pero, en general, al menos a nivel de Estado y de legislaciones predomina más una cultura en defensa de la vida humana. Están apareciendo leyes en estos estados, como el aborto y la eutanasia, que van en contra de nuestra ecoteología pero no estamos todavía en una legislación en la que el derecho del ambiente prime sobre los derechos humanos. Esperemos que esto no ocurra, pero es cierto que hay que seguir trabajando para garantizar el éxito del Acuerdo de París, los objetivos del desarrollo sostenible, y la posibilidad de una ecología integral que contemple la prosperidad de los seres humanos en armonía con la naturaleza para que estos grupos minoritarios no aumenten.
“El contenido de la Laudato Si’ hay que anunciarlo y seguir haciéndolo para que esta conciencia ecológica de los católicos sea creciente”
P.- A los 5 años de la publicación de la Encíclica del Papa Francisco ¿han tomado conciencia los católicos de la necesidad de convertir en urgencia la conversión climática?
R.- Esto es como el Evangelio. Cada 5 años hay que volver a predicar porque las generaciones se renuevan, se transforman. El contenido de Laudato Si’ hay que anunciarlo y seguir haciéndolo para que esta conciencia ecológica de los católicos sea creciente. Laudato Si’ habla de los grandes problemas socioambientales que tiene nuestro mundo en el siglo presente, en los que el cambio climático es solo la punta del iceberg. Yo estoy convencido de que, si abordamos globalmente con políticas justas este problema, combatiremos otros problemas socioambientales que están también presentes. ¿Falta mucho por hacer? Siempre. ¿A los 5 años de Laudato Si’ tenemos el nivel de conciencia que uno hubiese deseado? No. Todavía estamos en pañales. Pero no hay que bajar los brazos. Todavía tenemos mucha riqueza intelectual y misionera y mucha esperanza de que vamos a poder continuar con nuestra labor de que anunciar la Buena Nueva a toda la Creación implica también cuidarla, custodiarla y ser responsables en el uso de los bienes de la Tierra.
El P. Eduardo Agosta en el foro sobre la COP25 celebrado en la Fundación Pablo VI en diciembre de 2019
P.- ¿Dará un impulso al Acuerdo de París la presidencia de Joe Biden, después de la salida de Donald Trump?
R.- Cuando asumió Trump la Presidencia y supimos que EEUU se iba del Acuerdo de París, albergué la esperanza de que no fuera reelegido, por este motivo. Por esto, me alegro de que EEUU tenga un nuevo presidente que asuma esta tarea, que está dentro de su programa y respaldado por el conocimiento y la sensibilidad de la comunidad científica. La gente de las universidades donde se hace ciencia climática en EEUU, de hecho, está claramente en la defensa del Acuerdo y nadie tomó nunca en serio el pensamiento de Trump. Creo que Biden va a poder impulsar el Acuerdo de París en el interior de su propio país. Pero esto no implica que nos relajemos los demás y que no debamos trabajar en este alineamiento.
Yo creo que esto va a generar un efecto positivo y para el 2030-2040 vamos a poder tener resultados visiblemente alentadores. Lo que lamento es que la forma en que está terminando Trump deja un poco “embarrada la cancha” al siguiente presidente. Espero que este proceso actual no deteriore la base de poder de Biden para poder implementar cosas importantes.
Sandra Várez
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI