Los nuevos dilemas éticos a los que se enfrenta la humanidad con la tecnología, la digitalización, la polarización, los problemas de salud mental, la soledad, etc. exigen cada vez más herramientas y formación para acompañar y dar una respuesta. La escuela no permanece ajena a estos dilemas, con un profesorado que se encuentra a diario con problemas que van mucho más allá del cumplimiento de los planes de estudios o del abordaje de los contenidos propios de cada asignatura. Por eso, la Fundación Pablo VI pone en marcha un curso de Bióetica dedicado a profesores de secundaria y bachillerato. Una formación para ayudar al profesorado no solamente a formar, sino a acompañar desde la ética en todas las cuestiones que afectan a la vida y la dignidad del ser humano.
Carolina Ramírez, profesora del Colegio Padre Damián de los Sagrados Corazones, en Barcelona, es una de las docentes de este curso, que abre hoy su plazo de inscripción.
P.- Carolina, ¿cuáles son los enigmas éticos a los que se enfrenta el profesorado en su trabajo en el día a día con el alumno? ¿Cómo abordáis las cuestiones relacionadas con los límites de la inteligencia artificial, la inclusión de la discapacidad, los problemas de salud mental de los chicos, etc?
R.- A diario los profesores nos enfrentamos a múltiples enigmas éticos; y, cuando pensamos que lo tenemos todo más o menos controlado y planteado, siempre vuelven a surgir cosas nuevas. Evidentemente, nosotros estamos trabajando en la escuela inclusiva y, por lo tanto, todos los alumnos son iguales. Lo que es verdad es que no trabajamos por igual con todos ellos. Cada alumno tiene sus talentos y la escuela tiene que intentar que la formación sea la adecuada para cada uno. Eso no significa que haya diferencia de trato, sino al contrario: se busca la equidad y la total justicia y respeto a cada situación.
Surgen cosas nuevas y nos encontramos en el cole a diario con situaciones que en los últimos tiempos tienen que ver mucho con la salud mental de los alumnos, con cuestiones de identidad de género y con posturas de cierto radicalismo poco fundamentado. Esto se da quizá por imitación a los líderes que sigan en redes sociales: youtubers, instagramers, etc. Son múltiples y diversas las situaciones y los dilemas éticos que nos planteamos en el día a día.
P.- ¿Son los jóvenes conscientes de la necesidad de tener respuestas ante estas cuestiones de índole ético? ¿Cuáles les preocupan?
R.- Los jóvenes siempre han buscado respuestas. Quizá ahora tienen más necesidad de encontrarlas porque la sociedad es mucho más cambiante, más volátil e incierta que en otros momentos de la historia. Además, coinciden con alumnos con ciertas dificultades y eso significa aprender a trabajar en cooperativo. No es fácil trabajar la comprensión, la empatía o la solidaridad, cuestiones que son fundamentales en el día a día. Y surgen, por tanto, múltiples cuestiones en las sesiones de tutoría, en las materias de filosofía o en proyectos interdisciplinares que se llevan a cabo en el aula.
P.- Hace unos meses se publicaba un documento de la Congregación para la Educación Católica que instaba a esa tarea de educar en la "cultura del cuidado" y de transmitir valores basados en el reconocimiento a la dignidad de cada persona, independientemente de su comunidad, lengua, etnia, religión o pueblo. ¿Crees que el profesorado tiene formación suficiente para esta misión? ¿Sabe responder la escuela católica a estos desafíos?
R.- La escuela católica sí que intenta dar respuesta a todas estas problemáticas, pero la formación que se da es muy diferente. Por eso veo absolutamente necesaria esta formación en temas de bioética en el aula. Porque creo que, aunque haya profesorado que tenga formación propia porque provenga de carreras como pueden ser la filosofía o la psicología, eso no es suficiente. En mi colegio nos lo hemos planteado muy seriamente y algunos profesores la han realizado desde los planes de pastoral, los programas de acción tutorial, o en todos esos programas de formación en educación emocional. Pero nunca es suficiente porque la situación en la que nos encontramos es de absoluta emergencia y ahora más que nunca.
P.- Como comentabas y como constatan las cifras, los problemas de salud mental entre los jóvenes no dejan de aumentar. ¿Puedes darme alguna pista sobre sus posibles causas?
R.- La situación es de alarma clarísimamente y esto lo puedes comentar con cualquier docente que se enfrenta a situaciones de absentismo escolar, con alumnos que están en terapia y algunos que han llegado incluso a situaciones de poner en peligro su vida.
En mi colegio, por ejemplo, hemos tenido casos y no somos una excepción. Te diría que incluso estamos un poquito por debajo de la media. Evidentemente, la pandemia ha tenido su repercusión, sumada a la influencia de todo lo que tiene que ver con las redes sociales, donde se fomenta el culto al cuerpo y a la imagen, y el gran consumo de series en las que se plantean todos estos temas que hemos comentado anteriormente (identidad de género, afectividad…)
Nada es constante, nada es firme, todo es volátil y esto, desde luego, a los jóvenes les afecta directamente. Desde luego, necesitan un acompañamiento, referentes y una formación en la que vayan de la mano lo intelectual, lo personal y lo emocional. La situación, insisto, es claramente de alarma y yo diría que de alarma social. Los centros médicos están desbordados en este tema, incluso están llegando a reconocer que hay pacientes que necesitan ingreso inmediato y que no puede hacerse por la propia saturación.
En los colegios no estamos detectando problemas solo en los jóvenes. También en adolescentes, prácticamente niños de primero de Secundaria, un curso hasta ahora plácido, sereno y tranquilo. Y esto es una evidencia tanto en la escuela concertada católica y laica como en la pública. Con todos estos datos, insisto en que estamos en una situación de cierta alarma social.
P.- ¿Crees que se os ha dejado solos a los profesores en medio de este panorama desolador que nos dibujas?
R.- Sí, el profesorado creo que tiene hasta pánico por no saber qué hacer, qué decir o no decir y cómo reaccionar, llegando incluso a temer entregar un examen con un mal resultado. Por ello, estamos haciendo planes individualizados en los centros, orientados no solo a las dificultades de aprendizaje, sino a las situaciones de desequilibrio emocional, que es muy serio y que se están dando en todos los colegios.
Por eso la formación del profesorado en estos casos es tan importante. Primero, para contrastar experiencias y aprender los unos de los otros; y segundo, para perderle ese miedo que tenemos a la situación de inestabilidad emocional que viven muchos de nuestros alumnos. Y de verdad que no quisiera ser alarmista, sino realista, proponiendo herramientas coordinadas desde las instituciones públicas, sanitarias y los centros escolares, para ayudar a recobrar cierta salud emocional.
Sandra Várez
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI