¿Es posible liderar un equipo desde la perspectiva del bien común? ¿Cómo tiene que ser ese líder que vele porque todas las personas alcancen su máximo desarrollo? ¿Se puede cambiar una sociedad a partir de una nueva forma de trabajar? La investigación de Cynthia Montaudon sobre el desarrollo de líderes para el bien común intenta responder éstas y otras preguntas desde el ámbito académico.
Cynthia Montaudon finaliza su periodo de 6 semanas en la Fundación Pablo VI como académica visitante del Instituto Para el Bien Común de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México.
¿Estamos desarrollando a los líderes que el mundo necesita?
De momento no, porque estamos desarrollando líderes más bien individualistas que ven por sus propios intereses, que ven también, por ciertos objetivos de las empresas, pero que dejan de considerar que lo más importante es el ser humano, que hay que poner a la persona en el centro, que hay que promover esa idea de cooperación, colaboración, de buscar el desarrollo pleno de todas las personas porque finalmente esa es la idea del bien común y algo que a veces se nos olvida es que tienen que ser líderes que dignifican a los demás en todas sus acciones.
Ustedes apuestan por desarrollar líderes para el bien común, pero ¿cómo definiría el bien común?
Ese es uno de los problemas con términos como éste. Es muy difícil poder entender a qué se refiere, pero puesto de una manera sencilla y también vista tal vez desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia y de algunos de los teóricos más relevantes que lo fijan en este contexto, pues tiene que ver con esta posibilidad de que todas las personas alcancen su máximo desarrollo. En la medida en la que todos pueden desarrollar sus capacidades al máximo, aprovechar sus talentos, colaborar, pues se pueden desarrollar esquemas que favorecen esta parte del bien común o que generan finalmente humanidad.
¿Y esto es fácil de conseguir?
Estamos en un contexto donde priman mucho los intereses individuales sobre los colectivos. Si pensamos en las culturas antiguas vemos que muchas de las culturas tradicionales sabían que, si no estaban en grupo, no podían desarrollar sus talentos al máximo, ni tampoco podrían sobrevivir. A lo mejor tendríamos que regresar a cómo se funcionaba antes, para ver qué podríamos retomar de eso hoy, porque hay muchas cosas que hemos perdido de esa consideración del “todos juntos”.
Entonces, además de por el individualismo que impera a nivel global, la cultura del bien común, por tradición, está más desarrolladas en algunos países que en otros…
En las culturas por naturaleza más colectivas es más fácil que estos esquemas tengan más éxito, porque ya es algo que es propio y la gente actúa de esa manera. En Latinoamérica hay muchas culturas colectivas, sobre todo las culturas ancestrales. Por ejemplo, en el caso de México, los Mayas tienen una cultura sumamente colectiva que se preocupa por generar un mayor desarrollo entre ellos, pero van más allá, también cuidan de su entorno porque saben que, para que ellos puedan desarrollarse al máximo, pues también tienen que cuidar lo de alrededor.
¿Por qué se necesitan líderes que ejerzan un liderazgo basado en el bien común y no en otros valores y principios?
Porque finalmente en el mundo estamos todos juntos. Parece mentira, pero lo que pasa en cualquier región del mundo afecta a otras. Por ejemplo, el problema de los plásticos nos está afectando a todos. Entonces, necesitamos que todos los líderes, independientemente de dónde estén, piensen en ese bien común. Pero no solo el bien común cercano, sino el bien común global.
El problema puede llegar si cada líder piensa que hay que actuar de una manera para llegar a ese bien común.
Ese es el problema. Porque una comunidad puede querer hacer algo beneficioso para ella y que otra lo perciba que va en detrimento suyo. Por eso es tan difícil alcanzar el bien común, porque no hay un acuerdo generalmente aceptado sobre qué es bien común. Se dice que siempre el bien común de unos es el mal común de otros.
En su estudio concluye que el líder para el bien común es aquel que se dignifica y dignifica a los demás en todas sus acciones ¿cómo se lleva esto a la práctica del día a día? ¿Cómo se dignifica a él y a otros?
Esa parte de dignificarse lo tomamos mucho de lo que dijo el papa Francisco, la idea de que necesitamos hacer cosas por nuestro bien y no exponernos a situaciones donde se puede violentar nuestra dignidad pero, al mismo tiempo, pensando en que cualquier tipo de contacto que tengamos con otros tiene que ser un contacto positivo, propositivo, que le ayude al otro a desarrollarse mejor. Por ejemplo, en una empresa donde a lo mejor un trabajador no cumplió bien con el trabajo, en lugar de agredirlo o acusarlo de que no hizo algo bien, enseñarle cómo lo tendría que hacer. Así crece en dignidad y también en su desarrollo.
¿Es posible medir la dignidad? ¿Lo han conseguido?
De momento, no. La intención es poder establecer algún tipo de escala que nos permitiera medir dignidad. Estamos tratando de identificar las variables principales. Pero lo más difícil va a ser, una vez que tengamos los criterios básicos que se quisieran medir, cómo se van a medir para saber si ocurren en la realidad o no. Porque yo puedo sentir que una persona violenta mi dignidad y la otra persona no sentir que la violenta. Entonces, ¿cómo la miro? ¿desde la persona que cree que la violentó o desde la que no? Y también hay que entender que hablamos de varios, vamos a decir, niveles de dignidad. Hay esta primera dignidad dada por Dios, que todo el mundo tiene, que es inalienable y que no se puede perder. Uno puede sentirse violentado, pero no puede perder esa dignidad. Después hay otras dignidades de las que habla el papa Francisco que no apelan a esta, pero es, por ejemplo, la dignidad en el centro de trabajo. Lo que ocurre específicamente ahí donde sí pueden hacer muchas cosas que me hacen sentir incómodo, inferior, etcétera. También hay la dignidad de las condiciones del trabajo, que yo trabaje en un espacio cómodo y que tenga ventilación, que tenga luz, que no esté en una condición que ponga mi vida en riesgo. Otra dignidad es las interacciones con jefes o la de la función del trabajo en sí misma, si es un trabajo que no sirve para nada y entonces yo siento que lo que hago no aporta, o si, al revés, es un trabajo que enaltece a la persona, que le permite su desarrollo... Estas son las otras dignidades que parten de esta dignidad principal. Es mucho más fácil medir estas otras dignidades porque se miden en cosas muy puntuales, están muy vinculadas al trabajo decente.
Hablando de dignidad…una frase muy usada es que “el trabajo dignifica”, pero hay muchas teorías en la actualidad ‘antitrabajo’ como la de la gran renuncia, ¿es peligroso este camino o puede sacarse algo bueno al replantearnos el trabajo tal y como lo conocemos?
Tiene las dos cosas. Por un lado, parece que es una corriente con el único objetivo de hacerse notar y para no trabajar. Por otro lado, da un toque de atención a las condiciones de trabajo actuales. Lo que están buscando es que las condiciones del trabajo y el salario se revisen y, además, sobre todo hablan de las relaciones con los otros, es decir, a la gente lo que no le gusta es que lo traten mal en el trabajo. Entonces, si me tratan mal, me hacen trabajar más y encima no me pagan bien, pues prefiero no trabajar.
Esto de repensar mucho viene también asociado a la pandemia, repensar que quiero de mi vida, si realmente voy a invertir todo el tiempo que invierto en el trabajo o si necesito pensar que la vida es muy frágil y que tengo que aprovecharla también de otra manera, volver a encontrar un balance más claro entre vida familiar y vida profesional, incluso para el espacio para el ocio.
¿Encajan los valores que tiene un líder para el bien común con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia?
La cuestión de la Doctrina Social de la Iglesia no se quiere meter en las empresas. Pero, si hablamos en términos prácticos, la Doctrina Social de la Iglesia es la manera de convivencia, de vida, de trabajo en función de los principios esenciales para el óptimo desarrollo del ser humano. El liderazgo debería de ser para eso, para generar las mejores condiciones de vida y trabajo, para que la gente se sienta bien, para que seamos productivos, para que cuidemos el medio ambiente. Entonces, la DSI es una guía, no para los católicos que viven de una manera, sino que su contenido es práctico para la vida. Pero en las empresas hay muchos temas que prefieren no tocarse, como es el caso de la religión, aunque ahora comienza a tocarse la idea de la espiritualidad y el amor en el trabajo. Pero hay cosas que la gente evita por temor a equivocarse o por temor a que vaya a utilizarse en el mal sentido.
¿Cuáles son los siguientes pasos que tiene previsto en esta investigación sobre el líder para el bien común?
Vamos a empezar a tratar de desarrollar la teoría sobre liderazgo dignificante, ver si se puede hacer o si se tiene que convertir tan sólo en una de las dimensiones específicas de liderazgo para el bien común.
Laura Negro,
Periodista.
Departamento de Comunicación de la Fundación Pablo VI