El mundo del trabajo se está transformando de manera radical: la Covid19 y el teletrabajo han cambiado muchas cosas en las empresas, imponiendo una flexibilización acelerada y grandes dosis de creatividad organizativa, pero la transformación del trabajo viene de antes. Su lectura no es fácil porque hay incertidumbre, riesgos y posibles perdedores. ¿Por qué seguimos teniendo tanto desempleo en España – sobre todo desempleo juvenil – cuando, por otro lado, empresarios en toda Europa tienen dificultades para cubrir puestos con personas preparadas? ¿Por qué, por ejemplo, faltan conductores de camiones? ¿Por qué siguen percibiendo sueldos tan bajos algunos trabajos, cuando en la pandemia se ha visto con mayor claridad que nunca que son imprescindibles? Y la digitalización ¿acabará de verdad con robotizar todos los trabajos que requieren esfuerzo, como imaginan los visionarios del futuro tecnológico?
En España, la participación laboral está en torno al 57% de la población total, frente al 73% en Suecia. Existe pues en nuestro país un amplio margen de personas que actualmente no buscan trabajo, aunque podrían hacerlo. ¿De qué depende su acceso a un empleo remunerado? ¿Qué cambios se requieren en la educación (es conocido nuestro déficit permanente en la formación profesional)? ¿O dependerá también de la propia decisión de muchas personas que aún dudan en incorporarse al trabajo formal? ¿O es un reflejo de la falta de iniciativa empresarial? ¿O de la falta de inversión pública?
Salta a la vista la dualidad entre trabajos tradicionales – empleos estables de larga duración, con horarios fijos y semana laboral de 38 horas – y las múltiples formas de trabajos variables, de compromiso corto y a menudo efímero de la gig economy, la economía de actuaciones breves y puntuales. En muchos casos, los trabajos precarios y los “contratos basura” resultan de una dura imposición por la parte más fuerte, pero en otros responden a un cambio cultural, al deseo de quienes ahora se acercan al mundo del trabajo sin intención de permanencia o de largo plazo. Para salir de esta dualidad se enfrentan ideas contradictorias, que el debate ideológico y político hace difícilmente conciliables.
Las profundas transformaciones que se viven en el mercado laboral, como la flexibilidad, el teletrabajo o la digitalización, no evitan que un amplio porcentaje de la población española no busque trabajo aunque pueda hacerlo
Con el teletrabajo se han incrementado los problemas de inseguridad y la necesidad de asistencia psicológica en el puesto de trabajo. La conciliación familiar se ha visto afectada, según los casos, con consecuencias positivas o negativas. Las dificultades se han incrementado para quienes ya se encontraban en una situación vulnerable, con dificultades de acceso digital, falta de equipos suficientes o de espacio doméstico. El mal endémico del trabajo ilegal en la economía sumergida persiste, a pesar de la generalización del pago con tarjeta y del comercio online.
Detrás de todo ello están los efectos de largo plazo de la revolución digital, que tiende a eliminar algunos trabajos automatizables – en particular, trabajos administrativos – y crea otras funciones y otras oportunidades. Como en las revoluciones tecnológicas del pasado, el período de transición es difícil: la técnica avanza más rápidamente que la habilidad de las personas, y existe para algunos un riesgo real de marginación definitiva.
El sentido del trabajo digno
La reflexión antropológica de inspiración cristiana propone una elevada concepción del trabajo en sus dimensiones objetiva y subjetiva, individual, familiar y colectiva. El Papa Francisco escribía hace poco: “El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia… La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea.” Este alto concepto moral ¿tiene que ver con la realidad del trabajo que se transforma ante nuestros ojos? ¿Estamos hablando de lo mismo?
La reflexión antropológica de inspiración cristiana propone una elevada concepción del trabajo en sus dimensiones objetiva y subjetiva, individual, familiar y colectiva
Todos hemos experimentado en algún momento lo que significa la dignidad del trabajo, el vernos reconocida nuestra aportación como útil. Sin embargo, para muchos, jóvenes en especial, este es un camino que parece inaccesible en el entorno actual. Se mantienen itinerarios educativos mal orientados, sin salida profesional, con estudiantes desfasados por falta de conocimientos actualizados. Las protecciones sociales tradicionales no son suficientes para asegurar el acompañamiento y la formación permanente de quienes se ven obligados a cambiar trabajo por la automatización digital. Y se siguen manteniendo remuneraciones insuficientes en muchos trabajos de primera necesidad. ¿Cómo construir puentes entre ámbitos tan distintos – unas realidades obstinadamente insatisfactorias desde el punto de la justicia y difícilmente superables por las fuerzas del mercado; las visiones idílicas de un mundo totalmente automatizado sin trabajos penosos; y el concepto ideal del trabajo digno como participación en la creación? Son discursos alejados y, sin embargo, no se puede hablar seriamente de “bien común” sin tratar de conectarlos.
En su vocación permanente de diálogo con la ciencia y la sociedad, la Fundación Pablo VI lanza un nuevo seminario multidisciplinar sobre “El trabajo se transforma”. En continuidad con el programa anterior “La huella digital, ¿servidumbre o servicio?”, se constituye un nuevo Comité de Expertos de distintas disciplinas – economistas, sociólogos, filósofos, empresarios, sindicalistas – para profundizar en el análisis de las situaciones reales en varios sectores, confrontar estos datos con las cuestiones de fondo de la ética del trabajo, y elaborar unas conclusiones que puedan ser de utilidad para distintos agentes. Con ello se espera contribuir a abrir el camino a experiencias y actuaciones concretas para el acceso de todos a un trabajo digno.
Domingo Sugranyes Bickel
Director del Seminario “El trabajo se transforma”, de la Fundación Pablo VI.