Miro retrospectivamente la biografía de una mujer a quien no he tratado personalmente, aunque la conocí en algunos actos públicos en los últimos años sesenta y oí hablar de ella familiarmente a algunos miembros de la Institución Teresiana que la habían conocido en sus años de estudio de Magisterio (1931-1935) en el Instituto Veritas de Madrid, centro creado por la Institución Teresiana en vida de su fundador, san Pedro Poveda a quien Pilar Bellosillo trató cercanamente.
Miraré con ojos prestados la vida de Pilar y escucharemos algo de lo que ella dice de sí misma.[1] Recordando aquellos años de estudio, destaca Pilar algunas cosas que reconoce han estado en la base de lo que había sido su trayectoria vital.
“El Padre Poveda, hombre de Iglesia, no estuvo condicionado por el concepto que desde siglos ha mantenido la Iglesia con respecto a la mujer (…) “Uno de los rasgos más significativos de su carisma ha sido este: su concepto de la mujer como persona humana ‘total’; su percepción de que la hora de la mujer había llegado, y de que había que comprometerse a fondo en su personalización”. (p.28)
La formación cristiana recibida en la Institución Teresiana la califica de “sólida, fundamental, alimentada en el Evangelio (...), no terminaba en nosotras, sino que nos sensibilizaba con relación a los demás”. “Muy pronto percibimos que si pertenecíamos a la Iglesia no era sólo para beneficiarnos de ella, sino también, para ponernos a su servicio.” Y recuerda que, “Siendo todavía estudiantes, nos incorporamos a la Acción Católica de nuestra parroquia”. (23)
He elegido estos fragmentos porque nos permiten identificar, sin correr riesgos, los grandes campos donde rastrear la huella luminosa de Pilar Bellosillo: la Iglesia y las mujeres en una variedad de perspectivas, incluida la de la sociedad empobrecida. La significación de las acciones que promovió y de los puestos desde los que las realizó, son el mejor argumento para poner en valor su paso por ellos. Tuvo la capacidad de contemplar horizontes que movieran la historia en la dirección de una fe que llenara de contenido la plena dignidad de la mujer.
Desde su militancia en la Acción Católica, Pilar inicia un camino de servicio en la Iglesia que le llevará a desempeñar cargos de responsabilidad muy pronto. Fue presidenta de la Acción Católica de las jóvenes y, más tarde, de las mujeres. En estos años puso en marcha tres iniciativas muy valiosas: Centros de formación familiar y social para mujeres, y Semanas Impacto, con la colaboración del entonces capellán de la HOAC Tomás Malagón. La tercera fue la campaña de lucha contra el hambre, realizada por primera vez en 1960 y origen de la ONG Manos Unidas.
En 1952 fue elegida para representar a las mujeres de la Acción Católica de España en el Consejo de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC). Fueron años de gran actividad y fecundidad que la llevaron a la presidencia de la organización en 1961.
El Concilio Vaticano II se inició al año siguiente, con la participación de un grupo de auditores varones, al que pronto, por iniciativa del cardenal Suenens, se añadió un grupo de mujeres entre las que estaba Pilar.
Todavía tuvo energía para presidir la Conferencia de las Organizaciones Internacionales Católicas (1965-1971) y participar activamente en lo relativo a la “presencia de la mujer en la Iglesia” en el tercer Congreso Mundial de Apostolado Seglar (1967). Por todo ello, Pilar será miembro destacada de la Comisión Pontificia sobre la Mujer, creada en 1973 por Pablo VI a petición del Sínodo, sobre “La justicia y el sacerdocio ministerial”.
En la Transición Española vehicula su compromiso sociopolítico a través del partido Izquierda Democrática, liderado por Joaquín Ruiz Giménez. De él son estas palabras sobre Pilar: “Una mujer para la historia de la libertad, la justicia y la paz, en la Iglesia, en España y en el mundo”. Y, del obispo de Coria-Cáceres, D. Jesús Pulido, estas otras con las que ponemos punto final a estas líneas:
“Pilar ha sido una mujer sorprendente…”[2]
Camino Cañón Loyes
(Institución Teresiana)
[1] Tomamos expresiones de su contribución al Libro – homenaje a Pedro Poveda a los 50 años de su muerte (Narcea, Madrid, 1987).
[2] Tanto las palabras de Ruiz Gimenez como éstas están tomadas del libro: Mary Salas y Teresa Rodriguez de Lecea, Pilar Bellosillo, Nueva imagen de mujer en la Iglesia.Federación de movimientos de la A C. Madrid, 2004