La Fundación Pablo VI ha acogido, tras el parón de la pandemia, un nuevo curso de Doctrina Social de la Iglesia, que, en su 27 edición, y recuperando la presencialidad, ha abordado el reto de “La sociedad de los cuidados”
El Papa Francisco nos recordó que lo vivido en la pandemia ha “desenmascarado nuestra vulnerabilidad y ha dejado al descubierto nuestras falsas y superfluas seguridades”[1]. Como consecuencia de ello, vivimos tiempos de hondo sufrimiento, incertidumbre y perplejidad que agudizan la urgencia del cuidado de la fragilidad, uno de los temas que se ha tratado en este curso.
Como bien expresa Laudato si, “en el mundo todo está conectado”[2]. Estamos experimentando a flor de piel (y a veces con dolor) la interdependencia planetaria. Ante ella es imprescindible la corresponsabilidad fraterna y la necesidad de la compasión humana. Por ello, abordar la cuestión de los cuidados requiere un tratamiento integral, “holístico” como dicen los expertos. La ética del cuidado tiene que ir más allá de la protección de la salud. La justicia y el cuidado son valores complementarios pues vivimos el tiempo en que los enormes avances científicos y tecnológicos contrastan con desigualdades lacerantes, exclusiones, pobrezas y marginaciones incomprensibles[3].
La “crisis de los cuidados” tiene su raíz en la crisis de los vínculos y tiene sus manifestaciones en los descuidos hacia “nuestra oprimida y devastada tierra”[4], en los descuidos hacia nuestros hermanos y hermanas bajo la “cultura del descarte”[5], y en el descuido de nuestra vida interior que tanta relación tiene con “el cuidado de la ecología y con el bien común”[6]. Y es un error pensar que el interés por las personas discapacitadas y dependientes es un interés particular y no colectivo. Es un concepto de bien común. Este es uno de los ámbitos en los que se fija el papa Francisco cuando denuncia la actitud de indiferencia ante las necesidades de los demás.
Las organizaciones sociales y eclesiales han respondido con prontitud y creatividad al impacto social de esta situación. La Iglesia se ha mostrado “experta en humanidad” (san Pablo VI) en momentos complejos. Por ello, en este curso han visibilizado experiencias que muestran esa dosis de humanidad que tiene el ser humano (justicia restaurativa, ante la trata de personas, las víctimas de los abusos, en la acogida de emigrantes) y que para la Iglesia significa que las personas son creadas para amar. “En medio de los límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado”[7].
Toda la vida está en juego cuando descuidamos la relación con el prójimo, pues tenemos el encargo y el deber de cuidar y custodiar a nuestros prójimos cercanos y lejanos. “Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro”[8].
La Iglesia debe participar en las cadenas globales de cuidados en los distintos ámbitos, debe cuidar a las personas y a la sociedad (trabajar por el bien común).
Mesa de experiencias escuchadas durante el curso de Doctrina Social de la Iglesia
Espiritualidad del cuidado
La paz interior, la profundidad del corazón, la experiencia de sentirse cuidado por un “Dios que es Amor” (1ª Jn 4,8) son condiciones básicas “para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo y para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente”[9].
Sin una mística que nos anime, nos aliente y nos sostenga, es imposible construir una auténtica sociedad de los cuidados. Necesitamos de “la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo”[10] y para experimentar que “todo lo puedo con el que me da fuerzas” (Flp 4, 13).
La cultura del cuidado no se fundamenta únicamente en el desarrollo ético de nuestras actitudes y prácticas, en una exigencia democrática, como se deriva de una ética civil, sino que exige también que “despertemos el sentido estético y contemplativo” (QA, 56) para acoger con gratitud y gratuidad la misión a la que somos convocados.
Tal como hace el papa Francisco sigamos la estela del Buen Samaritano como icono que ilumina los caminos que podrían sanar y reconstruir este mundo que nos duele[11].
D. Fernando Fuentes Alcántara
Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana
Subdirector General de la Fundación Pablo VI
[1] Bendición "urbi et orbi" del Santo Padre Francisco, 27 de marzo de 2020
[2] FRANCISCO. Encíclica Laudato si, 16.
[3] VICTORIA CAMPS. “Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo.
[4] Laudato si, 2
[5] Laudato si, 43
[6] Laudato si, 225
[7] Laudato si, 58
[8] Laudato si,70
[9] Laudato si, 241
[10]Laudato si, 216
[11] Francisco. Enciclica Fratelli tutti,67