En su reflexión sobre la Misión de la Universidad (1930) José Ortega y Gasset establecía que esta era “la transmisión de la cultura de cada tiempo”, así como “hacer del hombre medio un buen profesional”. Cultura entendida como “el sistema vital de ideas sobre el mundo y el hombre en cada tiempo” desde la cual enseñar las distintas “profesiones”. La misión fundamental de la universidad es y era, por tanto, dar a los estudiantes un sistema vital de ideas sobre el mundo y el hombre de su tiempo, que permita entenderlo, estudiarlo, escudriñarlo, para sin manipulaciones, posicionarse ante él y tratar de mejorarlo.
Seiscientos años antes, en 1364 el cardenal Gil Albornoz funda el primer el Colegio Mayor español, el Colegio de San Clemente de los Españoles en la ciudad italiana de Bolonia. Su intuición inicial fue “luchar contra la ignorancia de los españoles para que puedan entender el mundo mejor”. estudiantes clérigos y laicos, estudiantes de teología y medicina, decidieron convivir juntos, para aprender los unos de los otros, vivir en comunidad y generar un entorno atractivo intelectualmente. Esa figura fue trasladada rápidamente a Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares donde se fundan los Colegios Mayores que se convierten en el origen y germen de las grandes universidades históricas españolas.
Estas dos intuiciones iniciales, tan distantes en el tiempo, pero tan ligadas en el fondo siguen siendo de una gran modernidad y actualidad. Las sociedades cambian y evolucionan y la misión de la universidad y de las instituciones educativas no es defenderse reactivamente de esos cambios y evoluciones, es estudiarlos, ayudar a comprenderlos, reflexionar sobre los mismos críticamente y permitir que libremente la propia universidad y los universitarios se posicionen ante ellos.
Los informes sobre juventud más recientes (Injuve, Centro Reina Sofía FAD, CJE, etc.) nos dan pistas sobre los retos a los que se va a enfrentar la juventud, la sociedad y por tanto la universidad y las instituciones educativas en un futuro próximo.
Una juventud que decrece en número (pérdida de 3 millones de jóvenes en 10 años), de procedencia más diversa (15% de extranjeros), con menos hermanos y estructuras familiares diferentes, con una importante desigualdad educativa, con condiciones laborales precarizadas y un 17% que ni estudia ni trabaja; insegura ante su futuro, que desea y no puede emanciparse y ve la paternidad como un sueño lejano e irrealizable; que sufre problemas con la práctica de juegos de azar, practica el botellón, pero realmente está preocupada por el trabajo, la educación, la igualdad y los retos medioambientales; interesada por la política igual que sus mayores y rechaza generalizadamente las actitudes controladoras; altamente identificada con el feminismo y la igualdad de género, aunque las prácticas sexuales sin consentimiento son un problema real; con importantes impactos psicológicos a causa de la pandemia del Covid, con necesidad de cuidado de la salud mental, etc.
Y junto a esto, una juventud comprometida e implicada con los problemas colectivos, con la política y los grandes retos del futuro (desigualdad social y económica, problemas medioambientales y del cambio climático); preocupada por su futuro y educación y por sus condiciones económicas y laborales; por la igualdad entre hombres y mujeres, por la seguridad, los derechos de los animales y por los demás (sus amigos y familia).
Los tiempos y sus características son algunos de ellos nuevos, pero, por otra parte, vuelven a los grandes temas que como sociedad siempre nos han preocupado: cómo organizarnos colectivamente, cómo conseguir una sociedad más justa e igualitaria, cómo relacionarnos responsablemente con el planeta, cómo vivir bien y conseguir que los derechos y obligaciones sean de todos y equilibrados, etc.
A estos grandes temas, creo con modestia, que tenemos que dedicarnos en el futuro, ayudando a nuestros universitarios y colegiales a saber discernir la realidad, a comprenderla mejor y a manejarse en un mundo disruptivo, cambiante y plural, para que puedan comprometerse con él, cambiarlo y mejorarlo y puedan cumplir con el sueño al que todos aspiramos, que no es otro que vivir bien y ser felices tanto individual como colectivamente. Sobre esto es sobre lo que debemos de reflexionar y preguntarnos todos los días, para garantizar que estamos dedicándoles el tiempo necesario y dando a nuestros universitarios y colegiales las herramientas, la libertad, la confianza y el protagonismo que el reto merece. O cuando menos intentándolo.
Juan Muñoz Martín
Presidente del Consejo de Colegios Mayores Universitarios de España
Director de la Fundación Universitaria GJ Chaminade/ CMU Chaminade