
Dialogar sin perder la identidad
En medio del clima de crispación que vive el mundo y en una sociedad cada vez más polarizada, es necesario recuperar el valor del diálogo y el “coloquio”, al que llamaba San Pablo VI en una de sus Encíclicas más conocidas, la Ecclesiam Suam. “El coloquio de la Iglesia con la humanidad es el coloquio de Cristo que se hace hombre. Y en esto la voluntad de la Iglesia es clara”. Así lo afirma el presidente del jurado de los premios Populorum progressio, el obispo de Getafe y presidente de la Fundación Pablo VI, Mons. Ginés García Beltrán.
Afirma cómo hay múltiples ejemplos en nuestros días de diálogo y convivencia “que tenemos que visibilizar y a los que tenemos que poner rostro y promoverlos para que sigan existiendo”. “Esto puede parecer un discurso buenista o sonar a relativismo”, dijo, “pero nada más lejos de la realidad”. En primer lugar, porque este diálogo es posible y da frutos; y, en segundo lugar, porque “dialogar no significa una pérdida de identidad”. “Lo esencial, afirma el presidente de la Fundación Pablo VI, debe estar claro y lo esencial lo que marca es una identidad. Muchas veces nuestro problema, tanto de un extremo, como del otro, es que no tenemos claro qué es lo esencial. Pero cuando alguien lo tiene claro y pone lo esencial encima de la mesa es capaz de escuchar al otro”.
Hoy se dan múltiples obstáculos para esta escucha, por el proceso tan acusado de ideologización que vivimos. “Combatimos con las ideas y nos falta corazón”, afirma el obispo de Getafe. Por eso, considera fundamental reivindicar también al papa Francisco que, en su última encíclica sobre el corazón de Cristo, Dilexit nos, llama la atención sobre esa falta de corazón, también dentro de la Iglesia. En efecto, dice, “todos tenemos la experiencia de cómo el diálogo desde el corazón une más que el diálogo de las ideas”. Y de cómo este diálogo sincero, huyendo de ideas preconcebidas o prejuicios, “ayuda también a purificar o renovar nuestra fe”, como ha ocurrido a lo largo del siglo XX en el diálogo de los cristianos con los no creyentes.
Por eso, “desde una identidad clara y poniendo corazón”, afirma, “creo que sí podemos dialogar y tenemos que dialogar”, poniendo en valor aquellos “instrumentos preciosos” que hay dentro y fuera de la Iglesia para hacerlo.
En este sentido, los premios Populorum progressio de la Fundación Pablo VI tratan de sacar a la luz esos instrumentos. Llevan por nombre una encíclica, pionera publicada en el año 1967 -en un contexto en el que estaba latente el proceso de descolonización-, que lleva la Doctrina Social de la Iglesia más allá de las problemáticas derivadas del trabajo y la dedica al progreso de los pueblos. “Él habla del desarrollo como el nuevo nombre de la paz”, dice García Beltrán. Una llamada que “tiene plena actualidad hoy en un momento de tantos conflictos y todas las desigualdades que se están creando con la división y la polarización”. Por eso, concluye, la Fundación Pablo VI quiere que estos premios lleven el nombre de esta gran Encíclica de la Doctrina Social de la Iglesia.