Una vez controlada, que no superada, la crisis sanitaria hay que abordar las consecuencias del «tsunami» que ha asolado la actividad económica, de consecuencias sociales todavía hoy imprevisibles.
Aunque antes es de justicia subrayar el ejemplo de miles de personas que han «cumplido con su deber» de forma ejemplar, a veces heroica, especialmente en el ámbito sanitario, pero sin olvidar tampoco a los trabajadores públicos y privados de multitud de actividades imprescindibles en estos momentos: trabajadores relacionados con los cuidados a las personas, con la seguridad ciudadana, de empresas de suministro y distribución de alimentos, transporte, entrega a domicilio, banca,..
A la hora de abordar cómo podemos ayudar ahora cada uno (al igual que ya lo han hecho dichos trabajadores), tendremos que tener en cuenta que el objetivo más urgente es, sencillamente, que las empresas sobrevivan. Hay que partir de la importante contribución de las mismas al Bien Común, a través de la creación de riqueza y empleo.
La crisis que se avecina será, según algunos, «la crisis del capital», pero, inevitablemente será también la de los trabajadores implicados, de las administraciones que recaudan impuestos derivados de la actividad empresarial y, como consecuencia, de todos los ciudadanos que dependemos, en mayor o menor medida, del gasto público...
Jesús Avezuela
(Fundación Pablo VI)
Carlos de la Higuera
(Fundación Arizmendiarrieta)