14/01/2025
Foro de Encuentros Interdisciplinares con la presencia de Paolo Benanti.
Más solidaridad y más integración para la Europa tras el COVID-19
Cardenal Juan José Omella: “esta pandemia ha mostrado que en el camino de la globalización nos necesitamos unos a otros, que estamos vinculados y no podemos aislarnos”
Luis De Guindos: "La sociedad española va a penalizar a quien mantenga una posición oportunista ente esta desgracia sanitaria”
El Presidente de la CEE llama a desechar los complejos y reconocer la importancia de las raíces cristianas de Europa
El vicepresidente del BCE defiende la solidaridad de las instituciones europeas como la mejor forma de combatir los populismos
El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, y el Presidente de la Conferencia Episcopal Española y Arzobispo de Barcelona, Cardenal Juan José Omella, han puesto este miércoles, 17 de junio, el broche final al ciclo de diálogos de la Fundación sobre El Mundo post COVID-19.
El futuro de Europa, la globalización, el papel de las instituciones internacionales, de la política y los retos económicos y sociales del mundo después de la pandemia han sido los principales asuntos abordados en este encuentro, moderado por el periodista Fernando de Haro, director de La Tarde de COPE.
¿Se ha puesto en cuestión la globalización? ¿Se va a imponer el miedo al otro? Han sido las primeras líneas de reflexión, tras la presentación inicial por parte del director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela. La primera respuesta ha venido de Luis de Guindos. “La globalización es un fenómeno con sombras, pero tiene también muchas luces”, porque gracias a ella se “ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza en todo el mundo”. Sin embargo, presenta también unos riesgos que se han puesto de manifiesto con esta pandemia, como “la relocalización de empresas en busca de factores de producción más baratos”. Muchos de estos riesgos nos llevan a pensar en que son necesarias “modificaciones desde el punto de vista económico”.
Para el arzobispo de Barcelona, la pandemia del coronavirus ha sido una oportunidad para descubrir que en el camino de la globalización “nos necesitamos unos a otros, que estamos vinculados y que no podemos aislarnos”. “Nos ha mostrado la importancia de la solidaridad” como alternativa a un egoísmo económico y nos ha hecho reflexionar a todos sobre los valores trascendentes y el sentido de la muerte y el dolor”, ha señalado. Sin embargo, ha continuado el purpurado, “no ha sabido solucionar cuestiones fundamentales, como la acogida a los inmigrantes, qué hacer para que no tengan que salir, etc”. El rechazo que ya se vive hacia ellos se está intensificando ahora con el miedo a la pandemia. “No podemos ponernos una barrera ante el hermano por el miedo al contagio o a la pérdida de trabajo”, ha advertido. Porque “la tierra es la Casa Común, donde todos tenemos que aprender a vivir en fraternidad”.
Frente a los populismos, más Europa
En la misma línea se ha manifestado el vicepresidente del BCE, quien ha recordado el pasado más reciente de Europa y las consecuencias que supusieron planteamientos políticos basados en “mirarse solo el ombligo”. “Lo más fácil para un político populista, ha explicado, es mantener un chivo expiatorio y buscar un enemigo fuera”. Ese planteamiento político “es un error”. “Las sociedades maduras deben luchar por tener una visión abierta y de comprensión al de al lado”, porque, ha añadido, “es lo mejor desde el punto de vista social, humano y del bienestar económico”. En este sentido, ha defendido el papel integrador de Europa para evitar estas posturas de rechazo, y la ayuda que han prestado las instituciones europeas para que la crisis no sea tan profunda. “Es importante que los ciudadanos se den cuenta del trabajo de la UE en esta reconstrucción”, porque será “lo mejor para frenar los populismos”.
Aunque la pandemia va a suponer para Europa “la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial”, De Guindos ha querido mandar un mensaje optimista. “Aun desde niveles muy bajos, estamos viendo que se ha tocado fondo”, y que la economía “poco a poco se va reactivando”. Éste podría ser, además, el momento de “una mayor integración económica y cultural para que Europa pueda jugar un papel más importante en el mundo”.
Los valores cristianos de Europa
Una integración en la que no se pueden olvidar las raíces cristianas de Europa. Lo ha reconocido el propio vicepresidente del Banco Central Europeo. Es “fundamental e innegable” el poso que tiene el cristianismo en la construcción de la UE. ¿Por qué tenemos complejo de reconocerlo?, se ha preguntado el Cardenal Juan José Omella. “Europa nace de un proyecto común, de ilusión y de amor”, con unos valores que son “como la raíz que sustenta los árboles fuertes”. No significa que todos se hagan creyentes, sino que no se olviden de esos valores “que inspiran la justicia, la democracia, la libertad, y el respeto al otro”. “La fe cristiana nos ha unido y nos tiene que entusiasmar de cara al futuro”.
Rebajar la crispación en España
Y ¿qué pasa en España? ¿Estamos inhabilitados para el encuentro, el diálogo y la conversación aun estando en una situación tan dramática como ésta?, ha preguntado el moderador. ¿Qué papel juegan la política o los medios de comunicación en esta crispación generalizada que vivimos?
“A mí me duele mucho esa imagen que damos de crispación y enfrentamiento”, ha reconocido el presidente de la Conferencia Episcopal Española. “Es necesario que el diálogo entre nosotros se realice, que hablemos todos y que no busquemos las ideologías, sino el bien común. No hay otro camino”.
En la misma línea, el exministro de Economía, Industria y Competitividad ha reflexionado sobre la actitud beligerante que está adoptando la política en España, a diferencia de lo que ocurre en muchos países europeos. “Existe la tendencia en los partidos políticos de aprovechar las circunstancias para maximizar los votos”, pero, ha advertido, “yo creo que la sociedad española va a penalizar desde el punto de vista electoral a quien mantenga una posición oportunista en relación con una desgracia sanitaria y económica como la que estamos viviendo”. “Para maximizar los votos a veces hay que maximizar la apertura hacia los demás, así que espero que los dogmatismos se dejen a un lado”.
Evitar una crisis de deuda
Sobre el futuro de la economía tras la crisis, De Guindos no tiene ninguna duda de que “será digital”. Pero ahí surge también un desafío, “que es el de la desigualdad o la falta de oportunidades para determinadas capas de la sociedad”. En este sentido, ha instado a estar alerta “ante esa brecha que se pueda producir”, aunque ahora el principal reto sea el de afrontar la recesión que se va a producir con el COVID-19, “de cuyas cicatrices aun no somos conscientes”. Ha explicado que la preocupación del Banco Central Europeo en este momento es “evitar que la crisis económica se convierta en una crisis de deuda”. Por eso, para países como España, Grecia e Italia “es mucho mejor que esas ayudas en vez de llegar en forma de deuda lo hagan en forma de subvenciones no reembolsables”; algo que pondría también de manifiesto “un nivel de solidaridad entre los países y enviaría una señal muy importante”.
El arzobispo de Barcelona ha querido ir más allá de la situación europea y mirar hacia los países “que llevan años en una pandemia permanente”. “¿Cuánta gente no tiene acceso a nada, ni siquiera al agua corriente?, ¿cuántos no tienen acceso a las medicinas?, ¿cuántos no tienen medios ni para saber que están enfermos?”, se ha preguntado. Estas situaciones no nos pueden dejar indiferentes y deben llamar a Europa a “abrir más las ventanas y las puertas hacia los otros”. Y, en el ámbito del trabajo, no perder de vista la Doctrina Social de la Iglesia y ayudar a que “todo el mundo tenga esas tres T: techo, tierra y trabajo digno. Todo lo que no sea trabajar en esa línea es ahondar en la brecha de la injusticia”. Por eso, ha dicho, “economía de mercado, sí, pero una economía social de mercado”.
El papel de la Iglesia
Sobre el liderazgo y el papel que debe jugar la Iglesia en este momento, el purpurado ha sido rotundo: tiene que ser “una Iglesia que camina con el pueblo, que comparte los sufrimientos y los gozos del mundo, que hace autocrítica y que se deja corregir”. Y poniendo como ejemplo el liderazgo del Papa Francisco, ha continuado, “el papel que debe jugar la Iglesia no debe ser dividir, sino procurar unir gente, ayudar a apagar fuegos, facilitar pactos”. Lo que ocurre es que, como en el ámbito de la política, también hay obispos o sacerdotes que “no damos la talla”, como hay otros que son “auténticos santos” a los que la gente venera. Por eso, tanto para la política, como la sociedad y la Iglesia, necesitamos “líderes que sean coherentes y que lo que dicen lo cumplan”.
El exministro de Economía y Competitividad ha defendido, por su parte, la honestidad en el trabajo de la política que, con “sus luces y sus sombras”, busca en última instancia “el interés general”. Y, para concluir, ha insistido en que “quien no lo haga en una situación como esta lo acabará pagando porque la sociedad española es madura”.