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La figura del cardenal Herrera resulta con fuerza propia, sus motivaciones y su hacer, como “hombre de Dios".

Decisión y compromiso (M. Rodríguez Molinero)

Estudio comparado de la vida y de la obra de John Henry Newman y de Ángel Herrera Oria, U. Complutense-Dilex, Madrid, 2012, 989 págs.

Desde el propio título la obra se manifiesta sugestiva, novedosa; y, por su propia motivación y finalidad, atenta a probar una hipótesis más que sorpresiva: tras la oferta de diferencias entre uno y otro, la búsqueda de coincidencias entre dos vidas y dos trayectorias fijadas en siglo diferentes. Cuando muere J. H. Newman, en 1890, Ángel Herrera acababa de cumplir cuatro años, de modo que, si la del cardenal británico transcurre íntegramente en el siglo XIX, la del obispo de Málaga, cardenal Herrera Oria, viene a cubrir algo más de dos tercios del siglo XX. Ambos -ratifica el autor-, pese a todo, desarrollan su acción y sus vidas "como si uno hubiera pasado al otro el testigo de la realización de una alta misión" (pág. 11)

DecisionCompromisoConforme a este supuesto, la hipótesis de que parte el autor está justificada y bien trabada a lo largo de este amplio texto; y la explicitación de diferencias, e incluso de grandes disparidades entre ambos, desde la cuna a la muerte,  no reduce ni ensombrece  similitudes y convergencias, que se irán exponiendo a lo largo de toda la obra, a partir de los bosquejos biográficos de cada uno, y, sobre todo, de la intención de dar la fuerza merecida al impacto, y a la devoción en ambos, de la “gran personalidad política” del papa León XIII, “verdadera piedra miliar afincada en el camino por el que transitaron tanto el que le precede como el que, siguiendo sus orientaciones, anuncia y  se cunda “el esplendor de su doctrina social y política” (pág. 14).

Para el autor de este libro, aparte las similitudes, coincidencias, convergencias y afinidades, personales y biográficas, entre ambos -alcanzan el ministerio sacerdotal católico en plena madurez; los dos se preparan para el sacerdocio tras un retiro casi monástico de cuatro años; acceden al episcopado transcurrido algo más de un lustro de su ordenación sacerdotal; y ambos llegaron al cardenalato a edad muy avanzada, al borde de los ochenta años, por méritos propios y por decisión personal de dos grandes pontífices - León XIII y Pablo VI- , las características fundamentales a destacar en este jugoso, rico y bien trabado ensayo comparativo son sustancialmente, y con sus peculiares formas de ser, sus actividades como “hombres de Iglesia”, la acción social y el intento de perpetuarla mediante las respectivas fundaciones, la obra cultural y educativa en que empeñan tiempo, recursos y generosidad hasta límites insospechados, la preocupación, teórica y práctica,  por los desamparados y por los desheredados de la fortuna, su capacidad de atracción y su disponibilidad personal a la juventud universitaria, un esmerado cultivo de la predicación, su copiosa correspondencia epistolar, su apuesta por la promoción del laicado católico… Ambos, Newman y Herrera, sin lugar a duda alguna, fueron renovadores del catolicismo en su propio país.

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A ello dedica el autor, profesor emérito dela UniversidadComplutense, de Madrid, su amplio y cuidado trabajo, en el que convergen como méritos a destacar el buen uso de amplísima documentación, inédita o no, y la forma en que discurre una esmerada redacción que permite aprender disfrutando, y su esfuerzo, siempre en escena, por respetar y hacer viable el equilibrio y la mesura a la hora de prodigar loas o de resaltar aspectos y situaciones cuando menos críticos.

Tras justificar su investigación y su hipótesis primera, como acaba de indicarse, refiere en la primera parte de la obra el “perfil biográfico” de J. H. Newman (“la inteligencia al servicio de la verdad”) y el de A. Herrera (“la acción como lema de una vida”). Son, de hecho, dos síntesis biográficas completas, positivas, en alguna ocasión críticas, tal como se ha dicho, y siempre constructivas, en medio de una compleja interpretación y explicación de hechos, ideas, procesos, ideas, aptitudes  y trayectorias que vienen a revelar el valor trascendente de unas actuaciones y de unas actividades que convierten a sus protagonistas en noticia permanente a lo largo de sus respectivos tiempos de influencia.

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En la segunda parte, y en ocho sendos capítulos va dando cuenta de las convergencias entre ambos personajes, someramente indicadas arriba: la obra social de cada uno, y el interés en hacerla permanente mediante el recurso de las “fundaciones”; la amplia labor educativa y de promoción cultural; la predicación, bien urdida y mejor articulada, como expresión permanente del magisterio; su obra literaria y epistolar; sus ideas de “Universidad Católica”; las respectivas actitudes ante el Concilio (Vaticano I y Vaticano II); su vertiente íntima y religiosa, aquí definidas como “camino interior”; y, por último, el ejercicio del cardenalato en las postrimerías de sus respectivas existencias.

El índice onomástico que corona el trabajo, y en el que se da fiel y cumplida cuenta de los apoyos documentales y bibliográficos de esta voluminosa publicación, es de una utilidad sorprendente, sobre todo porque permite volver con la mayor precisión  a cuantos autores, textos y testimonios permitieron al autor llegar a buen puerto, tal como se constata a lo largo de toda su lectura, al tiempo que facilita a todo futuro lector la mayor facilidad hora para la consulta y uso de este riquísimo acervo.

Aquí es, en esta segunda parte, y de forma más precisa y completa, donde se resaltan punto por punto las convergencias entre ambos Príncipes de la Iglesia, a partir de la hipótesis apuntada, y se repasa de forma clara, ordenada y precisa la ingente obra social y cultural de ambos cardenales. Se teje aquí, a lo largo de  seiscientas páginas, mediante una labor y un proceso más que artesanales, la reconstrucción de lo que el autor, refiriéndose a sus biografiados, resume como “la grandeza de su alma”: la preocupación por las condiciones de vida de los más humildes a lo largo de sus vidas, su amplia labor educativa y de promoción cultural, su apostolado de la palabra, la predicación sagrada, que, para Newman, parte de su lema cardenalicio tomado de S. Francisco de Sales –cor ad cor loquitur-, en tanto que en Herrera resume su  trayectoria episcopal y cardenalicio conforme los Hechos de los Apóstoles definen: orationi et ministerio verbi.

Todo este “compromiso”, y la “decisión” de que parten, los enlaza -es una forma de hablar- interna y externamente, y guardadas, siempre, las diferencias tanto de matiz como de tratamiento, sobre todo las referidas a espacios y tiempo distintos. Ambos comparten, sin embargo, como signos igualmente eminentes, una obra literaria peculiar, más en caso del más intelectual cardenal británico; una amplísima correspondencia epistolar, la preocupación y búsqueda y el acicate en pro de la “Universidad Católica”; la promoción del apostolado de los laicos, en vinculación, respectivamente, con los proyectos, determinaciones y exigencias de los concilios Vaticano I y Vaticano II; y los dos perviven en el empeño, y en la obsesión por una vida espiritual propia, el “camino interior”, que en Ángel Herrera se acentúa con su tesón, nunca cedido, en “ser santo”.

Por último, ambos acceden al cardenalato casi en el ocaso de sus vidas y por  decisiones personales de León XIII y de Pablo VI. Como indica el autor, “por méritos personales y por la calidad de sus servicios prestados ala IglesiaCatólica, según estimación personal del papa felizmente reinante”.

Resulta más que curiosa la descripción que el autor hace del proceso inmediato hacia la concesión de la púrpura. Si el primero, el cardenal Newman,  ha sido recientemente beatificado, del siervo de Dios cardenal Herrera, en la misma ruta, se halla iniciado su proceso de beatificación.

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Dado que el autor tuvo más fácil, y completo, acceso a las fuentes y bibliografía que recogen y envuelven la persona y la trayectoria del cardenal Ángel Herrera, el tratamiento que recibe a lo largo de toda la obra resulta mejor, más profundo, alicatado, lógico y completo.

Trata de resaltar la figura y la obra del cardenal; las reviste del oportuno contexto; define con precisión el orto, proceso y desarrollo de cada una de sus ocupaciones y obras; y sintetiza con apoyos razonados lo que supuso el obispo y cardenal de la diócesis de Málaga para la Iglesia española del siglo XX, desde la segunda década del siglo, hasta su muerte al final del tercer tercio. El autor ha sabido mostrar y reflejar semejanzas y diferencias, siempre notables y a veces estridentes, y, en numerosas ocasiones, el “contraste”, como él mismo señala, que permitan llevar, y reflejar,  la verdad por encima de todo.

Como síntesis final, y pese a diferencias e incluso a desacuerdos con determinadas interpretaciones, la obra merece la pena; y la figura del cardenal Herrera resulta con fuerza propia, y con juicio más que certero cada vez que se proyecta su imagen, sus motivaciones y su hacer, como “hombre de Dios”, “fiel servidor de la Iglesia” desde la visión, las sugerencias y los compromisos que la doctrina social y política pontificia, de León XIII sobre todo, le proponen y ordenan.

José Sánchez Jiménez. Historiador 




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