Pablo VI fue el Papa que clausuró los trabajos del Concilio Vaticano II. Si, como dice el mensaje final del Concilio a los trabajadores, Juan XXIII supo encontrar el camino hacia el corazón del mundo del trabajo, los trabajadores y sus familias, Pablo VI lo recorrió sin descanso por propio convencimiento, paso a paso, consagrando su ministerio apostólico al encuentro de la Iglesia con los hombres y mujeres en las distintas realidades en que se desenvuelve la existencia humana, especialmente en la realidad del trabajo humano.
Pablo VI aludirá a la fiesta de san José Obrero como “fiesta cristiana del trabajo” dando forma a las intuiciones que Juan XXIII alumbrara, y que los grandes textos de san Juan Pablo II y Benedicto XVI nos regalarían posteriormente -porque bebían en las fuentes de Pablo VI- magistralmente expresadas.
Es verdad que Pablo VI no es un papa de textos especialmente significativos de la Doctrina Social de la Iglesia en cuanto al trabajo, pero muchas de sus intervenciones públicas (mensajes, homilías, discursos…) en las más variadas ocasiones reiteran claves que son fundamento de la DSI sobre el trabajo humano. Podríamos decir que Pablo VI fue el papa de la pastoral obrera; fue quien sentó las bases pastorales de la evangelización en el mundo del trabajo, a la luz del Vaticano II.
En muchos de sus encuentros con los trabajadores reitera la conciencia de la sagrada dignidad del ser humano, íntimamente relacionada con la capacidad de trabajar que nos humaniza, y que es parte de ese acto creador de Dios –por amor-, que nos configura a su imagen y semejanza. Y su empeño a lo largo de todo su Pontificado será rehacer el encuentro entre la Iglesia y el mundo del trabajo.
En el discurso a los representantes del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, en enero de 1973 les dirá que: la Iglesia no puede ser la Iglesia de Jesucristo sin la presencia y participación de la clase obrera, como la verdadera salvación de los trabajadores no se puede lograr aparte de Cristo. Esta afirmación condensa lo que ha sido –y sigue siendo- la misión de la pastoral obrera que Pablo VI impulsa: ser Iglesia en el mundo obrero, y mundo obrero en la Iglesia, con el convencimiento de que Jesucristo es lo mejor que se puede ofrecer para construir una vida humana sagrada, digna, con un trabajo decente, que sirva al bien común, como parte esencial del progreso de los pueblos y del desarrollo humano: “Que la Iglesia nazca auténticamente en el mundo obrero”.
A muchos les resultará, quizá, extraño identificar a Pablo VI como el papa de “la ternura con los trabajadores”. Sus mensajes a los trabajadores siempre dejan traslucir esa ternura que solo puede nacer del corazón de pastor que camina –como dice el papa Francisco- con su pueblo; que conoce sus sufrimientos y comparte sus esperanzas. Y, por eso, propone un estilo evangelizador en el mundo obrero y del trabajo desde la encarnación compasiva de la Iglesia en su realidad concreta. Solo como ejemplo, os invito a leer la homilía que pronuncia en la festividad de san José obrero del 1 de mayo de 1964: la Iglesia no prefiere otras amistades a las vuestras el Papa os quiere.
El Papa Francisco habla de la necesidad de tender puentes. Los que tendió Pablo VI con el mundo del trabajo siguen abiertos y se siguen cruzando, cada día, de una orilla a otra.
Fernando C. Díaz Abajo
Consiliario de la HOAC