Un 29 de enero de 1981, hace 42 años, la programación de televisión se interrumpe para anunciar la dimisión del primer presidente del Gobierno elegido democráticamente en España. Adolfo Suárez, uno de los artífices de la Transición Española, había propiciado, en medio de grandes disputas y conflictos, un espacio de entendimiento que derivó en los grandes pactos de Estado.
Hoy tenemos en nuestra memoria aquel discurso y aquellas palabras de lealtad, responsabilidad, sentido de Estado y esa voluntad de no perjudicar al sistema democrático de convivencia construido. Todo ello contrasta con la escena política actual, que, inevitablemente, lleva a muchos a vivir aquellos años con nostalgia. Y a otros a un ejercicio de revisionismo continuo de esos años.
Paralelamente, cada vez más se observa una mayor desafección política, además de una polarización que parece trasladarse a todos los sectores de la sociedad.
La encuesta que mejor muestra esta sensación es la de CIS postelectoral. El 60 % de los españoles siguió sin interés los últimos comicios municipales y autonómicos, y un 34 % manifestó desconfianza, un 16% aburrimiento y un 13% indiferencia.
En el primer programa La Gran Pregunta que la Fundación Pablo VI ha empezado a emitir en TRECE, se trató de responder, con dos históricos de la política en España, los abogados Adolfo Suárez Illana y José María Múgica, a la pregunta de si la política hoy adolece de aquella generosidad y capacidad de llegar a acuerdos que hizo posible la Transición, y si es posible recuperar la concordia.
Desde su trayectoria vital y profesional (ambos son hijos de personajes decisivos en la historia política reciente), y su conocimiento de la realidad actual, los dos expolíticos defendieron un modo de estar en la política de apuesta por los grandes consensos y no necesariamente con los cercanos, porque “aunque se discrepe, hay temas que requieren acuerdos a largo plazo”.
Esto fue la Transición, explicó Adolfo Suárez Illana, un gran pacto movido “por el deseo de paz y libertad y el respeto a las normas de convivencia”, frente al rupturismo o el continuismo.
El camino no fue fácil, hubo desacuerdos, asesinatos, pero se tenía el convencimiento de no volver al pasado. Hoy ese pacto parece querer romperse y, desde los que ponen en duda el proceso, hasta los que son incapaces de entenderse, la política se convierte en un terreno de crispación “que acaba trasladándose a la propia sociedad”, tal y como explicó José María Múgica, hijo del político socialista Enrique Múgica, asesinado por ETA en el año 1996. Su militancia en el PSE finalizó el día que apareció publicada una foto en la que la secretaria general de la formación, Idoia Mendia, aparecía cocinando junto al secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. Para el abogado, “a este país le falta memoria”. Sobre todo, la de aquellos que lograron consolidar el pacto constitucional.
En la era de la imagen y las redes sociales, los políticos, en colaboración con las más actuales doctrinas de comunicación política, orientan todos sus esfuerzos a activar el elemento emocional, que hace primar las pasiones frente a la razón, tanto a la hora de emitir el voto como de encarar la derrota (un fenómeno que se está viviendo en muchas democracias del mundo, no solamente en España). Para Adolfo Suárez, este elemento emocional es muy diferente a la ilusión que marcó la historia de la Transición. Se echa de menos esa capacidad de imaginar y luchar juntos por un futuro mejor para nuestro país, esa visión a largo plazo, esa capacidad de renunciar y también de saber retirarse. Porque “la política, que es una profesión muy respetable, debe poder nutrirse de otros ámbitos para que se pueda salir y seguir con la vida”.
El hijo del primer presidente de la Democracia en España que, en noviembre del pasado año, decidió abandonar la política y renunciar a su acta de diputado del PP para retomar su obligaciones profesionales y familiares, no concibe la política separada de los principios y los valores que cada uno tiene en la vida. Y esa integridad fue la que sus compañeros diputados aplaudieron en su despedida.
El coloquio abordó también otras cuestiones como el debate abierto sobre la posibilidad de que gobierne la lista más votada o las líneas rojas a los pactos de gobierno. Para José María Múgica, “la democracia o es representativa o es dudosamente democrática” por lo que cree que son necesarios acuerdos y no mayorías para facilitar la gobernanza, aunque con matices. Porque, añadió Adolfo Suárez, “aunque a nadie se le puede negar el perdón” no se puede aceptar que sean decisivos partidos como Bildu, “con unas carencias de legitimación muy serias”. “El perdón tiene que tener un espíritu reparador y ese partido sigue sin contribuir al esclarecimiento de casi 400 asesinatos”.
Para concluir coincidieron en que, como lo fue en su momento, la concordia también es ahora posible. No como una vuelta al pasado, sino poniendo en valor y cuidando aquello que hace realidad la paz, la libertad y la convivencia.