José Manuel Moreno: “Los datos que tenemos no llevan al catastrofismo, sino a darnos cuenta de que el futuro de la Tierra está en nuestras manos”.
¿Cuál es el estado actual de la tierra? La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es ahora de 418 partes por millón mientras que hace tan sólo 70 años era de 315 partes. En menos de dos décadas ha habido un aumento mayor de lo que ha variado a lo largo de 800.000 años. Con este dato tan inquietante abría José Manuel Moreno Rodríguez, catedrático emérito de ecología y exvicepresidente del Grupo II del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, la segunda jornada del VI Seminario de Ecología Integral organizado por el departamento de Ecología integral de la Conferencia Episcopal Española, la Fundación Pablo VI y Enlázate por la Justicia.
El calentamiento de la tierra debido a los gases de efecto invernadero nos conduce por una “senda peligrosa”. Su temperatura ha aumentado ya 1,1 grados y “la gestión del clima será difícil si se supera la barrera de los dos grados”, aseguró José Manuel Moreno.
El aumento de la temperatura genera graves impactos sobre la tierra, que producen cambios en los ecosistemas, en la salud, en la producción de comida, en las ciudades… “Los sistemas más vulnerables son afectados desproporcionadamente”, explicó Moreno. Son ellos los que van a sufrir más el calor, la sequía o las catástrofes naturales. En cuanto a las personas, una de las consecuencias es el hambre. “Evidentemente la gente se va a ir donde pueda comer”, con una presión migratoria imparable porque lo peor se lo llevan los países subdesarrollados.
José Manuel Moreno señaló el calor como uno de los impactos más problemáticos porque “es muy difícil de sobrevivir”. Poniendo como ejemplo la ola de calor que hubo en Europa en 2003, en la que las altas temperaturas mataron a 70.000 personas, auguró que habrá “zonas en el mundo donde vivir se volverá inviable buena parte del año”. La solución pasa por tener identificados a aquellos más vulnerables para “hacer una adaptación cuando hay ola de calor y así reducir el golpe”.
Como experto en la medición del impacto que el cambio climático tiene en los incendios, José Manuel Moreno pintó un panorama futuro en el que “será difícil mantener a España con vegetación”, porque los índices de peligro de incendió se multiplicarán un 50% y la extinción se hará cada vez más difícil.
"El futuro es la desinversión total. En 2050 tendremos que estar prácticamente no emitiendo nada"
Frente a los que tachan estos análisis de catastrofistas, José Manuel Moreno quiso defender el trabajo de los científicos. “No es catastrofismo, sino una llamada a la acción, sabiendo que el destino está en nuestras manos”. Una acción que compromete a todos: a los políticos, que deben apoyar sus medidas en las evidencias científicas, a las empresas y a los propios consumidores. Para el catedrático emérito de Ecología, a única manera de no ir al “desastre ecológico” es volver a la protección, la reducción de los combustibles fósiles y no “utilizar todo hasta el agotamiento”. "En 2050 tendremos que estar prácticamente no emitiendo nada", afirmó.
La segunda ponencia de la jornada estuvo centrada en la gestión del agua, con la intervención de Alberto Garrido, profesor de Economía y Política Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid. Garrido aseguró que “el deterioro del agua es algo que existe en Europa y en el mundo, pero sí tiene solución”. A continuación, dio datos del caudal de los ríos españoles “que pierden medio punto porcentual cada año”. Explicó que, aunque llueva más, el caudal de los ríos disminuye porque el calor cada vez es mayor y las plantas evaporan gran cantidad de agua. Además, los productos químicos de la ganadería y la agricultura intensiva deterioran las aguas potables.
Hay una escasez de agua económica, por ejemplo, en el África subsahariana. Hay agua, pero no existen recursos para que llegue a la población
El cambio climático ha propiciado la producción de algunos cultivos que necesitan agua en abundancia, lo que es insostenible. “En las zonas de costa tienen desaladoras, pero en las de interior, no. Ni el gobierno central ni los autonómicos se han preocupado en contener el boom de los cultivos de regadío”, señalaba Garrido. Sin embargo aseguró que “gracias a que tenemos este tipo de agricultura de regadío, tenemos un sistema de abastecimiento resiliente y seguro”. Esto, que puede parecer una contradicción, no es incompatible con el abastecimiento de agua para las personas, porque, “cuando no hay agua suficiente, los agricultores no riegan y ese excedente va para uso humano”.
Por otra parte, explicó cómo la escasez de agua es, en muchas zonas, más un problema económico que de escasez, como ocurre, por ejemplo, en el África subsahariana. Aquí el problema es la “escasez de agua económica”, es decir, que hay agua en abundancia, pero no recursos económicos para que llegue a la población.
En cuanto a la gestión del agua, Garrido habló de que es improbable una privatización del agua en España y en Europa, aunque existan empresas privadas con concesión para el abastecimiento y el saneamiento con una regulación muy detallada. Y descartó también la posibilidad de que exista un plan hidrológico nacional, a la vista de las derivas políticas y administrativas.
El VI Seminario de Ecología Integral celebrará su tercera y última jornada el próximo lunes, 2 de octubre, con la participación de Carlos Jesús Delgado Reguera, coordinador de la Comisión Diocesana de Ecología de la diócesis de Madrid y Pedro Castelao, profesor de la Universidad Pontificia Comillas.