Carta de los Derechos de las Personas Mayores
Cuando la pandemia del COVID-19 llegó a Italia los ancianos acabaron llevándose la peor parte. Las cifras no oficiales hablan de centenares de miles de personas mayores que murieron en residencias. “Una auténtica tragedia”, aunque ya “les habíamos descartado antes”, asegura Mons. Vincenzo Paglia, presidente de Pontificia Academia para la Vida.
Este martes, día 20 de febrero, viajaba a Madrid para presentar en la Fundación Pablo VI la traducción al español de la Carta de los Derechos de las Personas Mayores y los Deberes de la Comunidad. Un texto que nace como consecuencia de aquella tragedia. “No podíamos contemplarla sin hacer nada”, explica. Por eso, a petición del Gobierno italiano, en ese momento con Mario Draghi al frente, se formó una Comisión, presidida por el propio obispo, para evaluar la situación y pensar “en una nueva concepción de los ancianos, con la intención de crear una ley que permitiera la reorganización de su asistencia, sin excluir a ninguno”.
La idea maduró y se materializó tanto en esta carta como en una ley, que fue acogida por los políticos de todo el arco parlamentario, y validada después por el gobierno de Meloni. “Lo que se buscaba no eran técnicos, sino visión”. Y eso es lo que llevó a las autoridades italianas a incluir a la Iglesia en esta reflexión.
Algo que a Mons. Vincenzo Paglia le gustaría también para España y el resto de Europa y, por eso, en este coloquio con María Luisa Carcedo, ex ministra de Sanidad y Asuntos Sociales, ambos han buscado los puntos de encuentro para poder invitar a las administraciones y al resto de actores sociales a buscar un nuevo paradigma asistencial, social y sanitario para las personas mayores.
Para empezar, ambos coinciden en la necesidad de priorizar la asistencia domiciliaria a la opción por la residencia. “Es aquí donde se mantienen los afectos, los recuerdos”, es el lugar que permite conservar la propia historia y evita que la salud física y emocional empeore, afirma Paglia. Así lo ponen de manifiesto los testimonios recogidos en la Carta y las cifras que hasta ahora manejan en Italia sobre los resultados económicos positivos de esta priorización, que ahorra mucho dinero al estado y que es garantía de mayor vitalidad y mejor salud. “La residencia, dijo, supone una pérdida de libertad muy fuerte, hace que la historia vital se termine” y, en muchas ocasiones, se hace contra la voluntad de la persona.
La ex ministra de Sanidad apuesta también por el modelo de asistencia en los domicilios, pero, para eso, afirma, “es necesario repensar cómo coordinar el servicio social y sanitario, buscando el compromiso de la sociedad en su conjunto”, repensar los servicios públicos y la atención a las personas mayores; repensar también su vida activa, retrasando para los casos en los que se pueda la edad de jubilación; y un replanteamiento del urbanismo o una “accesibilidad universal y cognitiva”, entre otras muchas cosas. Todo esto lo reivindicó Carcedo poniendo en valor el articulado legal español en torno a los mayores, el estado del bienestar y las políticas públicas.
La atención a la soledad
Tras sus primeras intervenciones, el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, moderador del coloquio, les preguntó si veían compatible una asistencia domiciliaria como prioridad cuando cada vez está más enquistado en las sociedades el drama de la soledad, que lleva a muchas personas a morir solas en sus propios domicilios. Es verdad que “es el mayor problema de la contemporaneidad”, continuó Paglia, pero lo es en todas las etapas: niños, jóvenes y ancianos.
Por eso, para el presidente de la Pontificia Academia de la Vida “es necesario redescubrir una nueva responsabilidad en todas las edades”. Y eso pasa también por que “los ancianos sean conscientes de que son sujetos políticos, aporten activamente y redescubran una nueva vocación”. El problema es “que los ancianos han aceptado ser descartados”.
María Luisa Carcedo, por su parte, se ha referido a todas estas otras soledades “acompañadas” en las que se encuentran, no solo los mayores, sino también y muy especialmente los niños y los adolescentes que viven pegados a las pantallas o en familias donde no hay conversación. “Tenemos que llegar a la convicción, insiste la ex ministra, de que la convivencia, las relaciones sociales, también contribuyen a mantener la mente activa y evitar esa soledad acompañada”, que es, añade, por su parte, Mons. Vincenzo Paglia, síntoma de una "sociedad ególatra", donde se favorece el culto al yo. Por eso reclama “un cambio cultural”, que una a diferentes generaciones y que lleve a construir puentes entre todas las administraciones.
Derecho a unos cuidados paliativos de calidad
El último punto del debate se centró en el derecho de tener unos cuidados paliativos dignos al final de la vida para huir de la eutanasia, que representa, como dice Vincenzo Paglia “un fracaso y una irresponsabilidad" hacia una serie de personas que no quieren sufrir. “La gente no quiere morir, quiere dejar de sufrir” Por eso reclama unos cuidados paliativos que apuesten por la vida frente al descarte.
Por el contrario, la exministra Carcedo se mostró claramente a favor de esta ley, que, en su opinión, lo único que hace es “despenalizar al que ayuda a morir”. En cualquier caso, matizó, “no todo el mundo puede hacerla y ha de ser en dos contextos concretos: una enfermedad incurable, sin tratamiento, sin posibilidades de mejora, o un padecimiento”. “Se trataría, en cualquier caso, de un ejercicio de libertad individual y así está escrito en la ley”, concluyó Carcedo.