Europa es algo más que un mero concepto geográfico o una entidad burócrata y gestora de materias, sino toda una realidad cultural, de identidad y de valores intrínsecamente vinculados a la cristiandad. Pensarla desde esta dimensión nos ayuda a pensar en su presente y en cómo afrontar los retos de futuro.
Sobre esta idea ha pivotado la conferencia que el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, ha pronunciado en el Instituto Teológico Compostelano, en el marco de la Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago que promueven la Fundación y el Arzobispado de Santiago de Compostela. Una ponencia en la que ha abordado la respuesta de Europa a cuestiones que interpelan permanentemente al derecho europeo, a los valores humanistas y a los principios de solidaridad sobre los que se sustenta: la revolución tecnológica, la transformación del trabajo, el reto migratorio, el nacionalismo y los intentos de ruptura de los estados, la propia ampliación de la Unión Europa, el cambio climático, o el aborto, entre otras muchas cuestiones…
“Para entender la verdadera dimensión de Europa y su irradiación en el mundo, hay que entender en primer lugar su historia y sus raíces”, ha comenzado Jesús Avezuela. Unas raíces “que han configurado un modo de comprender la vida, la solidaridad, la política, el estado, las relaciones internacionales” y que tienen también mucho que ver con el Camino de Santiago que forjó las primeras rutas políticas, comerciales y culturales en el continente y que es, sobre todo, un camino de unión de la cristiandad. “El cristianismo ha impregnado la cultura europea de unos grandes valores y principios que irradian en nuestra forma de configurar el Estado”, con un sistema de derechos y libertades en los que la “persona está por encima y en el centro de todo”, ha explicado. Y estos “valores cristianos secularizados por la Ilustración” -la dignidad humana, la libertad, la democracia, el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos, la tolerancia, la justicia y la solidaridad- son los que sostienen la Unión Europea y se recogen en su Constitución.
¿Puede seguir siendo Europa una patria común ante un futuro incierto?
Tras hacer un repaso por la historia del siglo XX y el papel de las figuras que impulsaron este proyecto europeo, desde los primeros que hablaron de crear un vínculo federal en Europa, como Arístide Briand y Gustav Stresemann, hasta los padres fundadores, Robert Schuman, Konrad Adenauer, Jean Monnet o Alcide de Gasperi, el director general de la Fundación Pablo VI ha tratado de responder a la pregunta de “si puede seguir siendo Europa una patria común ante un futuro incierto”.
En el ámbito tecnológico, por ejemplo, a pesar del impacto de la revolución digital en el empleo -algunos estudios estiman en 300 millones los puestos de trabajo potencialmente afectados a nivel mundial frente a 200 millones de puestos de trabajo reales actuales en Europa- “la regulación europea sigue siendo referencia a nivel mundial, y los principios sobre los que se sustenta esta regulación son aspiracionales en muchas partes del planeta”, del mismo modo que ocurre con la regulación en materia sanitaria, científica o de seguros.
Sobre la migración, otro de los retos a los que se enfrenta Europa, el director general de la Fundación Pablo VI ha puesto sobre la mesa las luces y las sombras del nuevo Pacto Migratorio que “sigue sin dar respuesta a la presión fronteriza que soportan algunos estados, la distribución desigual de los refugiados, la seguridad de las personas migrantes en tránsito, el respecto a los derechos humanos de los migrantes y la cohesión social”. En este sentido, Jesús Avezuela cree que Europa, que ha sabido gestionar el asilo, “no tiene una política migratoria” clara que le permita conciliar esa solidaridad con la integración. Quizá, dice, porque “los verdaderos problemas tienen que ver, no tanto con el miedo al extranjero sino con la aporofobia o rechazo al marginado”.
La ampliación de la Unión Europea, el papel de Europa ante cuestiones internas de los estados, como es la amnistía, o la regulación de materias como el aborto han sido otros de los asuntos abordados en su ponencia, en la ha querido aclarar todas aquellas cuestiones en las que la UE no tiene competencia, a pesar de los intentos de trasladarle la responsabilidad por parte de unos “movimientos antieuropeístas que consideran que la cultura de contravalores que se está imponiendo en nuestra sociedad puede estar alentada por los poderes de las instituciones de la Unión”.
“El repliegue nacional es miope y simplista: las ideas, más que nunca, no tienen fronteras”
Sobre la amnistía, ha explicado que “ni el Tribunal de Justicia de la UE ni la Comisión tienen competencia para examinar si la Constitución española la permite o no. Lo que les compete es establecer si los hechos que pretende cubrir y los procedimientos establecidos para ello respetan el Estado de derecho”; sobre la ampliación considera fundamental que ésta no se haga a costa de los valores y principios que están en su sustrato; y sobre el aborto ha dicho que la Unión Europea no puede incorporarlo como derecho fundamental si no es con la voluntad unánime de todos los países. En su opinión, lo que habría que analizar es por qué los estados miembros quieren incorporarlas en sus propias cartas de derechos. “La Unión Europea no es culpable de derivas indeseables, a las que hay que buscar causas más profundas”.
En este sentido, recordando al recientemente fallecido Eugenio Nasarre, gran europeísta y defensor de las raíces del continente, cree que “los males que afligen a la sociedad (o a la sociedad europea) nacen de la misma sociedad y es en ella donde, en su caso, hay que combatirlos con tenacidad e inteligencia”. Pero esto, no puede, en absoluto, pasar por un “repliegue nacional, porque eso es miope y simplista: las ideas, más que nunca, no tienen fronteras”.
Por eso, ha añadido, España debe optar “por una alianza activa y leal en este proyecto de consolidación de una Europa unida”, compartiendo soberanía y competencias. “No debemos tirar por la borda este legado y hemos de seguir luchando con convicción por esta idea de la Europa integrada, baluarte de las libertades, de la democracia y de la reconciliación de los pueblos europeos”. Porque, ha concluido, “a pesar de sus imperfecciones y de que su respuesta no siempre nos deja plenamente satisfechos, no podemos dejar de preguntarnos ¿Cómo estaríamos sin Europa?”