Los días 2 y 3 de julio se ha celebrado, en la Fundación Pablo VI, la XXIX edición del Curso de Doctrina Social de la Iglesia dedicado a analizar los desafíos que presenta inteligencia artificial a todas las cuestiones que aborda la DSI: la dignidad de la persona, el derecho al trabajo, la justicia social, el cuidado de la persona, a las relaciones políticas y sociales, a la libertad, la educación y, en definitiva, a los derechos humanos.
Pero también cómo, en cuanto a creación humana, “fruto del talento e inteligencia que Dios ha dado a los hombres” puede ser utilizada con buen fin, para facilitar y mejorar la vida de las personas. Así la definió el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana, Mons. Jesús Fernández, durante la sesión inaugural. “Ni la tecnología ni sus aplicaciones son un instrumento demoniaco", pero sus efectos no siempre son positivos, ni sus usos neutrales, por lo que se hace necesaria una formación y regulación ética y un discernimiento para garantizar “el respeto escrupuloso de la dignidad de cada persona”.
Por su parte, Fernando Fuentes, director de la misma Comisión y subdirector general de la Fundación Pablo VI insistió en la necesidad de que haya organismos que se encarguen de estas cuestiones éticas y de tutelar los derechos, porque “no basta un compromiso ético. Si este paradigma se usa sin escrúpulos, si la IA es la única norma que rige, acabará con consecuencias de todo tipo”. Para la Iglesia nada de lo humano le es ajeno y la Doctrina Social de la Iglesia es un instrumento muy válido para identificar aquellas paradojas del progreso. Por eso, citando al Papa, dijo, “cuando los desarrollos tecnológicos no dan como resultado una mayor calidad de vida, sino que agravan las desigualdades y conflictos no podrán ser considerados verdadero progreso”.
La dignidad de la persona, en juego
La ponencia inaugural, a cargo de Manuel Barrios, secretario general de COMECE, fue una exhibición de cómo la inteligencia artificial está empezando a suplir muchas de las tareas para las que necesitamos pensar. El secretario general de los obispos europeos comenzó con la lectura de un texto, elaborado por CHATGPT en la que la misma aplicación respondía a los aspectos positivos y negativos de su uso.
“Estos dones, dijo tras este ejemplo práctico, deberían ser utilizados para el bien común, pero vemos cómo muchas veces se utilizan para el mal, en múltiples aspectos: cuando se utilizan para manipular la información robusteciendo el discurso dominante; cuando se usan con fines discriminatorios por razón de raza, política, etc.; cuando se usan con fines bélicos; cuando se usa en definitiva para debilitar y atentar contra la “dignidad humana”.
En este sentido, el magisterio de la Iglesia es meridianamente claro. La IA debe incluir a todos los seres humanos, perseguir el bien de las personas, proteger el medio ambiente, ser transparente en cuanto a su uso y seguir los principios de transparencia, inclusión, responsabilidad, imparcialidad, fiabilidad y seguridad y privacidad.
Al hilo de las aportaciones de la COMECE en la elaboración de la legislación sobre inteligencia artificial a nivel de la UE, ha apelado al diálogo multidisciplinar “para lanzar políticas que equilibren la innovación con principios morales y éticos”.
Precisamente, el siguiente diálogo, moderado por Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, unió en torno a la pregunta “La IA, ¿servidumbre o progreso humano?” al ingeniero Richard Benjamins, CEO de ODISEIA; y al humanista Ángel González Ferrer, director del Centro de Cultura Digital en el Dicasterio para la Cultura y la Educación.
Jesús Avezuela recordó, en su introducción, el trabajo que la Fundación Pablo VI viene haciendo a lo largo de estos años de poner en diálogo a múltiples perfiles (economía, tecnología, derecho, filosofía, teología…) para abordar, desde la ética y la DSI, los retos de esta tecnología. Recordando el momento histórico de la revolución industrial, cree que la revolución tecnológica no ha de verse con desconfianza o suspicacia. “Sería un error”, dijo. Por eso, apeló a la responsabilidad del usuario, “para que esto no acabe esquilmando valores de la sociedad”.
Por su parte, tanto Ángel González Ferrer, como Richard Benjamins apelaron a la educación y el pensamiento crítico, con el fin de para abordar los retos éticos de esta tecnología. Porque "los que deciden son las personas, no las máquinas".
Las dos sesiones de la tarde se han centrado en los principales retos y posibilidades de la IA en la Doctrina Social de la Iglesia, con Jesús Sánchez Camacho, doctor en Ciencias Humanas y Sociales y profesor en la Facultad de Teología de Comillas; Alfonso Novo Cid-Fuentes, profesor del Instituto Teológico Compostelano; y el propio Ángel González Ferrer. Algunas de sus reflexiones giraron también en la necesidad de no quedare anclados en el pesimismo frente al desarrollo tecnológico -puesto que la Iglesia es dinámica y abierta- y ponerlo en diálogo con la fe. Del mismo modo que se usa para escribir homilías o resume pasajes de la Biblia, “puede responder a la pregunta sobre la propia existencia de Dios”.
Brecha digital y desigualdad
La última ponencia fue una magistral exposición de Raúl Flores, secretario técnico de Foessa sobre la brecha digital y los factores de exclusión que se generan con la tecnología, cuando ésta se utiliza además como instrumento de control al estar concentrada en unas pocas manos. El sociólogo, que dedica una gran parte de su estudio en FOESSA a hablar de las distintas brechas que se generan con la tecnología, habló también de los sesgos discriminatorios que contribuyen a perpetuar desigualdades. En su intervención, reclamó, por tanto, políticas públicas para la gobernanza de la tecnología, que faciliten que la IA esté al servicio de los más desfavorecidos.