El XXIX curso de Doctrina Social de la Iglesia organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española en colaboración con la Fundación Pablo VI, dedicó la segunda jornada a hablar sobre distintas cuestiones relacionadas con el desarrollo y aplicación de la inteligencia artificial, entre ellas, su en el ámbito de la política, la economía, la comunicación o los derechos humanos, así como los retos antropológicos que se abren con ella.
En una magistral conferencia, el filósofo y teólogo Francesc Torralba trató de responder a algunas de las grandes preguntas antropológicas que plantea este desarrollo exponencial de la tecnología, que avanza a un ritmo mucho más rápido que el de la ética o las leyes. Dice el profesor de la Universidad Ramón Llull que esta inteligencia artificial tan mitificada en muchos ámbitos ha logrado “secuestrar” los grandes conceptos, que son aquellos que nos hacen genuinamente humanos, como son el sufrimiento o el dolor, la conciencia o la vida espiritual. ¿Una máquina piensa? ¿Desde cuándo pensar es solo calcular?, se preguntó Torralba.
Y añadió, “la inteligencia humana es mucho más”. “Es encarnada y se desarrolla en un cuerpo con dolor, con percepciones y con sensaciones”, lo que condiciona nuestra forma de pensar. No es lo mismo pensar en un cuerpo lleno de dolor físico, que sin él; no es lo mismo cómo ve la vida una persona enamorada que sin estarlo; y también está la inteligencia espiritual que tiene que ver con el despertar metafísico, explicó.
Por eso, dijo, nunca puede haber una inteligencia artificial similar a la humana, porque nuestra inteligencia es sintiente, mientras que la artificial son sistemas que calculan en torno a bases enormes de datos. “Lo humano no se somete a cálculos y predicciones” y todo lo que ocurre entra dentro del factor de lo inesperado, como la muerte propia y ajena.
Como profesor de universidad, también analizó el impacto que esta tecnología está teniendo en el aula, que ha dejado de tener el monopolio del saber. Y esto afecta en gran parte al concepto de autoridad del docente. “Ya no podemos garantizar que el ser humano sea la fuente”. Por eso, cambia su forma de acompañar, orientada ahora más a la tarea del discernimiento o a ayudar al alumno a saber qué quiere hacer con su vida.
IA y política: el impacto en las democracias
Los profesores de periodismo y comunicación, Pedro Solís (Universidad Rey Juan CArlos), y Pablo Blesa, vicerrector de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Murcia; y el catedrático de Derechos Constitucional Rafael Rubio, experto en el impacto de la tecnología en las democracias, se centraron en los riesgos de la desinformación y el impacto de ésta en la opinión pública, en el discurso público y en las democracias.
Aunque tenemos cada vez mayor acceso al conocimiento, vivimos en una paradoja que es la falta de responsabilidad sobre la información que se consume, lo que influye también en cómo se toman las decisiones sociales y políticas. Así, por ejemplo, el profesor Rubio alertó de la falta de capacidad de juicio para discernir entre lo que es verdad y lo que no, lo que afecta también a las decisiones políticas. Y, aunque Europa es un continente de garantías, frente a la intromisión de terceros en los procesos electorales, el relativismo sí dinamita la democracia.
También se habló del impacto de esta tecnología en el trabajo, sobre todo en aquellos para los que necesita pensar. El 27 por ciento de los trabajos cognitivos desaparecen, y esto va a afectar muy directamente a la comunicación, lo que pone en peligro también la información y la veracidad de los hechos.
Por último, la profesora de la Escuela de Ingeniería ICAI de la Universidad Pontificia Comillas, Sara Lumbreras, habló de derechos, de los que se vulneran con la inteligencia artificial y de cómo garantizarlos.
Aunque, como explicó, el concepto de derechos no ha cambiado, (derecho a la vida, a la privacidad, a la libertad, al trabajo, a la educación, etc.), sí que se han introducido otras cuestiones, como los sesgos o lo que se ha venido a denominar el capitalismo de la vigilancia. En este sentido, la profesora, que dirige la cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de esta Universidad, dijo que “no le podemos pedir a la IA que sea justa, pero sí que los humanos actúen con justicia”, para la que es necesaria una formación ética.
La clausura corrió a cargo del presidente de la Fundación Pablo VI y obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, que, frente a las visiones catastrofistas, hizo una llamada a la esperanza. “Situarse ante la IA con una lectura catastrofista, lo que hace es paralizarnos. El criterio siempre tiene que ser el hombre. Es preciso una nueva humanidad, en la que no olvidemos tampoco la mirada espiritual”, concluyó.