19/02/2025
Presentación del libro “El trabajo se transforma”
25-27/02/2025
Hackaton IA para colectivos vulnerables.OdiseIA4Good
19/02/2025
Presentación del libro “El trabajo se transforma”
25-27/02/2025
Hackaton IA para colectivos vulnerables.OdiseIA4Good
Con la entrevista al arzobispo de Madrid, Cardenal José Cobo, hemos retomado el domingo, 9 de febrero, el programa La Gran Pregunta en TRECE, presentado y dirigido por Jesús Avezuela. En una extensa conversación, de unos 50 minutos de duración, el Arzobispo de Madrid habló con el director general de la Fundación Pablo VI de los grandes retos que tiene la Iglesia en este momento, en el ámbito económico, político, social y espiritual.
Apunta el teólogo Paolo Benanti que la revolución digital nos está llevando directamente a una nueva era en la historia de la humanidad, porque está revolucionando no solo la forma de concebir el mundo, el trabajo y la gobernanza de la esfera pública y privada, sino también los vínculos, la familia o el sentido de la trascendencia. El desarrollo de lo que se ha llamado inteligencia artificial lleva a cuestionar, incluso, la superioridad del hombre frente a la máquina, a la que se dota de una capacidad que trasciende los límites de lo humano, lo que nos lleva a preguntarnos, ¿qué lugar ocupa Dios en esta nueva era digital? De todo ello hablamos con el cardenal más joven de la Iglesia española del que, dicen, es el hombre elegido por el papa Francisco para este cambio de época, por representar una Iglesia abierta y “progresista”. Una carta de presentación que, como él mismo reconoce, “no le pinta mal”, si se entiende esa palabra desde la misión. Porque para él “en la Iglesia lo contrario a conservador no es progresista, sino misionero”.
A partir de ahí, el arzobispo de Madrid comenzó a desgranar las claves de lo que el papa Francisco quiere para el futuro de la Iglesia en un mundo globalizado, dominado por el paradigma tecnocrático, que necesita o, al menos, en apariencia, cada vez menos a Dios. Un cambio de época que precisa de una adaptación de las formas —que no de los mensajes— con las que vivimos y proponemos la fe y experimentamos la vocación, no tanto desde el pesimismo y el aislamiento, sino desde la apertura y la universalidad. Así lo explicó: “Los seminarios vienen de una época donde se cogía al que tenía vocación, se le separaba del pueblo de Dios y se le metía en un edificio donde se formaba. Yo creo que ahora, a raíz del Sínodo y a raíz también de lo que el Papa plantea, la propuesta son comunidades más abiertas y presentar la formación como un proceso, no como un edificio; el seminario no es un edificio, sino un proceso para hacer pastores y para que sean los discípulos misioneros que el pueblo de Dios necesita”.
Pero tampoco es partidario el arzobispo de Madrid de una propuesta de fe de impacto o de masas, fruto de una época que explota lo emocional en muchos ámbitos de la vida. “El número y el éxito son efímeros. Lo nuestro es hacer cristianos y no números ni masas”, dijo. Por eso, el reto es cómo incorporar esas experiencias nuevas y creativas a la vida de la Iglesia en las parroquias “que tienen que aprender a relacionarse de otra manera con la cultura”. Y hacerlo sin olvidar esa página fundamental del Evangelio que es el encuentro con el pobre y con el necesitado. Porque, añadió, “para la Iglesia, la presencia social no es algo tangencial, sino que está llamada a estar presente en medio de la sociedad”, como levadura en la masa.
En este sentido, el arzobispo de Madrid quiso derribar los prejuicios que sitúan a aquellos que defienden la vida del no nacido dentro de la derecha; y a los que llaman a acoger al migrante en el espectro político de la izquierda. “La Iglesia no es de izquierdas y derechas, es del Evangelio”. Y, el Papa, al que tachan de comunista, trata de “ver los problemas que hay y los analiza, no con la política, sino con el Evangelio, desde la Iglesia samaritana”.
Por eso, pidió “mirar más allá de la política”, “aportando consenso y ética” a la hora de abordar las distintas realidades. Porque “cuando la política o la religión se encierran, cuando somos autorreferenciales y lo que nos ponemos es a tirar al otro las diferencias, lo que hacemos es que la gente sensata se encierre tanto en política como en religión, que no haya diálogo”.
Un ámbito en el que se produce esta contaminación es en el de las migraciones, cuyo debate se encuentra excesivamente condicionado por una ideología “que intenta construir la realidad y no mira a los ojos de la gente”. En este punto, Mons. Cobo pidió una mirada más cercana a las historias de los que tienen que marcharse para buscar una vida mejor y un “pacto migratorio en Europa” para poder acoger, acompañar e integrar siempre que se pueda.
Preguntado por aquellas fórmulas políticas que tratan de incluir a Dios en la ecuación para justificar algunas de sus acciones, el Arzobispo de Madrid se refirió a algunos ejemplos recientes, como el fenómeno Trump u otros que usan de algún modo la fe “para ganar votos”. “Yo me pregunto muchas veces, qué Dios”. Como alternativa a ese intento de apropiarse de la religión difuminándola, el Cardenal José Cobo reclamó una buena articulación del Estado laico donde las religiones estén presentes en la vida pública como la tienen otros. “Hay barrios donde hay hasta 8 parroquias. Aunque sea solo por el cómputo de ciudadanos, nosotros tenemos una presencia y una relevancia que no tienen otros; entonces, no es que sean privilegios, como dicen algunos de los Acuerdos Iglesia-Estado; son simplemente el tratamiento adecuado a una realidad que todavía tenemos presente en nuestro país”.
En la entrevista, José Cobo no eludió ningún tema: pidió perdón por todas aquellas ocasiones en las que la Iglesia no ha sabido acompañar a las víctimas de los abusos, a las que hay que ser especialmente sensibles puesto que sus heridas tienen que ver con Dios y provocan, por lo tanto, “un mayor dolor”; reconoció lo mucho que queda por hacer para una mayor incorporación de la mujer en la Iglesia; y se pronunció sobre las terapias de conversión, en estos términos: “la condición sexual no es ni buena ni mala”, pero la Iglesia “está para acompañar a la gente en los procesos, a cada uno como venga. Y esos procesos de acompañamiento implican la conversión, que es lo que hacemos cada Cuaresma”. Una palabra que puede haber llevado a algunos a hablar de “terapias”. “Yo creo que lo nuestro no son las terapias, y, si lo hacemos, lo hacemos mal, porque la Iglesia no está para hacer terapias”, aclaró.
Por último, frente al pesimismo de una época en la que “se juega con el miedo”; en la que tenemos una guerra cultural, la guerra por los datos, la guerra por las energías renovables, la guerra por ocupar espacios geopolíticos en el mundo, que nos tiene paralizados, reclamó una vuelta a la “esperanza”, como nos invita el Papa en este Jubileo. “Una esperanza que desbloquea esos miedos” y que va más allá de un conjunto de normas. “El Evangelio es fascinación y eso da esperanza a la gente. Nuestra tarea es que la gente descubra a Dios y se fascine”. En este sentido, el Papa Francisco ha sentado a la Iglesia en este tiempo y “eso no tiene vuelta atrás”.