12/05/2025
Presentación del libro “Teología de la movilidad humana de la hospitalidad al derecho a no tener que emigrar”
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Rodríguez Ibarra: “el hiperliderazgo actual del PSOE actual ha eliminado la disidencia”
“En un partido donde solo impere la voluntad del líder, eso no es una democracia, es una dictadura, distinta de las del proletariado, pero sigue siendo una dictadura”.
El modelo territorial en España está siendo cuestionado desde, prácticamente, su configuración. Pero, pese a las muchas dudas que ha generado, siempre ha terminado considerándose la mejor de las opciones posibles. Sin embargo, la alternativa de continuar con el Estado de las autonomías tal y como lo conocemos ya no es la preferida de los españoles desde hace algún tiempo. Según los últimos datos, la población se divide casi por igual entre más centralismo, más autonomía y statu quo. Cuestiones como la gestión de la pandemia, o, más recientemente, la DANA en la Comunidad Valenciana; u otras más arraigadas, como los conciertos fiscales, las diferencias en materia de educación, sanidad, y, en los últimos meses, la cuestión de la inmigración en Cataluña o la condonación de la deuda, han puesto de nuevo el foco en el modelo de organización territorial en España.
En este programa de La Gran Pregunta hablamos de todo esto con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, histórico político del PSOE, que presidió la Junta de Extremadura durante dos décadas y que, en la actualidad, compagina su trabajo como Consejero electivo de Estado con la presidencia de la Fundación Centro de Estudios Rodríguez Ibarra, un think tank para promoción y al desarrollo de actividades, sobre la base de valores del estado de Derecho con los que el expresidente extremeño pensó y construyó la idea de Extremadura y de España.
Partiendo de estos mismos valores, Juan Carlos Rodríguez Ibarra hizo un análisis no exento de crítica sobre las medidas que propone el Gobierno en materia de migración, transfiriendo competencias para un desigual reparto de los menores migrantes y para una mayor suerte de privilegios fiscales. Para el expresidente extremeño, esta inmigración no puede ser transferida “en ningún caso” a ninguna comunidad autónoma, porque, a pesar del empeño de su partido en defender la constitucionalidad de la medida, eso “supondría, de alguna manera, la destrucción del Estado”.
“El Partido Socialista de Cataluña, que se ha quitado la primera parte del nombre, -PSOE- ha pasado a preocuparse más por los intereses de su comunidad autónoma que del resto de los españoles”.
Su postura se sitúa, en este sentido, más próxima a la del presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page, que a la del propio Partido Socialista hoy. Como Page, Rodríguez Ibarra, compara estos planteamientos de rechazo a la acogida que impone el partido de Puigdemont con los que podría tener Vox en materia migratoria. Y, en esta misma línea, ve al Partido Socialista en Cataluña más cercano a los postulados del nacionalismo que a los del socialismo: “el Partido Socialista de Cataluña, que se ha quitado la primera parte del nombre, -PSOE- ha pasado a preocuparse más por los intereses de su comunidad autónoma que del resto de los españoles”. Es más, dijo, consciente del malestar que estas declaraciones podrían causar, creo que “no es gratuito que se haya quitado esa primera parte del nombre y creo, por tanto, que tan nacionalista es Esquerra Republicana como Partido Socialista de Cataluña”.
Durante la entrevista, Juan Carlos Rodríguez Ibarra se refirió también a los hiperliderazgos como el nuevo mal de los partidos políticos, puesto que eliminan la deliberación interna y los hacen menos democráticos y menos libres, a diferencia, por ejemplo, de lo que ocurría con el PSOE en sus inicios. “Ramón Rubial, expresidente del Partido Socialista, siempre nos decía que primero había que pensar en España, segundo en el PSOE y tercero en cada uno de nosotros”. Aunque los hiperliderazgos personificados en el secretario general no son novedad, éstos, “estaban controlados y mediatizados por órganos intermedios: una ejecutiva, un comité federal donde había siempre un 25% en contra de la dirección del partido, congresos federales donde estaba prohibido hablar bien de la dirección del partido”, etc. Hoy, lamentó, esos órganos intermedios y poderosos que mediatizaban la labor del secretario general han desaparecido, y al que discrepa se le acaba acusando de deslealtad, como algunos críticos como él han experimentado. “Yo siempre digo que soy leal a la Constitución, por la que he jurado y he prometido. Prometo acatar la Constitución, no al secretario general, al que debería poder criticar o estar de acuerdo, porque soy libre, soy ciudadano y milito en un partido que debe defender la libertad de expresión”, sentenció mientras parafraseaba a Rosa Luxemburgo, teórica marxista, entre otros: “En un partido donde solo impere la voluntad del líder, eso no es una democracia, es una dictadura, distinta de las del proletariado, pero sigue siendo una dictadura. Y el otro día, me acordé de una frase que he leído que decía, en un sitio donde prime solamente la decisión de uno, la estupidez rodea a ese uno. Porque si no son estúpidos los que les rodean, no pueden tener siempre la razón uno”.
“El PSOE tiene que recuperar hoy su vocación de partido mayoritario”
Su experiencia en la política comenzó en el seno de una organización marxista-leninista, donde no se sentía libre, por lo que acabó recalando en el partido socialista, “un partido dinámico para el que el progresismo significaba respetar la libertad de pensamiento y de opinión. Ese era el PSOE”. A partir de ahí, decidió dar un paso al frente con el fin de acabar con el régimen, momento en el que volvería a la docencia. Pero acabó saliendo elegido durante 30 años. Aun así, confiesa no haber concebido nunca la política como una profesión, sino como un tránsito.
Desde esta experiencia, se permitió hacer un llamamiento al partido para el que ha trabajado tantos años que es a “recuperar el sentido de partido mayoritario, para llevar adelante un proyecto político que satisfaga a la mayoría de la ciudadanía española” en lugar de estar a merced de las demandas de partidos minoritarios o desestabilizadores del sistema. “El bipartidismo que había anteriormente tenía una característica que se ha perdido y es que se reconocía al contrario, su capacidad y su buen hacer, aunque se le viera como un rival. Hoy, no solo no se reconocen, sino que se cae permanentemente en el insulto y la difamación. Y eso solo destruye y no lleva a ningún sitio en beneficio del país”.