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Escuchar con la Iglesia el grito de la Amazonía

El mundo amazónico pide a la Iglesia que sea su aliada. La visita del Papa Francisco a Puerto Maldonado, en Perú, fue el punto de partida para una convocatoria especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica. Porque “la Iglesia no puede permanecer indiferente” al expolio de los recursos naturales del Amazonas o al asesinato de defensores indígenas de los derechos humanos, afirma el documento de trabajo, que se elaborado para este Sínodo.

El territorio amazónico, con una extensión de 7,8 millones de kilómetros cuadrados, se encuentra en el corazón de Sudamérica e incluye parte de Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guyana Francesa. Los bosques amazónicos cubren unos 5,3 millones de kilómetros cuadrados, lo que representa el 40% de la superficie mundial de bosques tropicales.

Su flora, su fauna y su vida natural es fuente de vida, cultura y expresión espiritual de las comunidades indígenas que allí viven. Sin embargo, “la vida en la Amazonía está amenazada por la destrucción y explotación de sus recursos y por la violación sistemática de los derechos humanos fundamentales de su población: su derecho a la tierra, a la autodeterminación, a la delimitación de los territorios, a la consulta y el consentimiento previo”. La deriva de los intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, en particular de las empresas mineras, el cambio climático y el aumento de la intervención humana (deforestación, incendios y cambio de uso de la tierra) están llevando a la Amazonía a un punto de no retorno, con altas tasas de deforestación, desplazamiento forzado de la población y contaminación, poniendo en riesgo sus ecosistemas y ejerciendo presión sobre las culturas locales.


La Amazonía no puede ser “despensa inagotable”

“Debemos romper ese paradigma histórico que ha convertido la Amazonía en la despensa inagotable” de los Estados”, dijo el Papa Francisco a las puertas de la selva amazónica en enero de 2018. Todo esta explotación está convirtiendo el Amazonas en una belleza herida y deformada, un lugar de dolor y de violencia, como lo subrayan elocuentemente los informes de las Iglesias locales recibidos de la Secretaría General del Sínodo. Hay quienes se ven obligados a abandonar sus tierras, quienes caen en redes de mafias, tráfico de drogas y de seres humanos (especialmente mujeres), y quienes son víctimas de explotación infantil y sexual.

Este “Instrumentum laboris”, preparatorio del Sínodo para la Amazonía da una serie de claves de trabajo para una “ecología integral”. Una ecología que reconoce el vínculo necesario “entre lo social y lo ambiental”. “Dado que los seres humanos somos parte de los ecosistemas que facilitan las relaciones que dan vida a nuestro planeta, reza el documento, el cuidado de los mismos es fundamental para promover tanto la dignidad de cada individuo, como el bien común de la sociedad y tanto el progreso social como el cuidado ambiental”

 

 
 
 
 



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