“La presencia de elementos venidos de la Iglesia cristiana, como la HOAC o la JOC en los sindicatos españoles ha sido siempre evidente y muy intensa”
“Las nuevas realidades, precariedad laboral, paro, dificultades de muchos jóvenes para encontrar un trabajo y mantenerlo o una vida laboral muy inestable, siguen haciendo necesaria la labor de los sindicatos”
El mensaje del Papa Francisco era una necesidad en un mundo donde surge con fuerza un transhumanismo que prioriza a la máquina
Escucha el podcast de la entrevista
Pablo VI no es un papa de textos especialmente significativos de la Doctrina Social de la Iglesia en cuanto al trabajo, pero muchas de sus intervenciones públicas, en las más variadas ocasiones, reiteran claves que son fundamento de la DSI sobre el trabajo humano. En la fiesta del 1 de mayo recuperamos para nuestro centro de Pensamiento la mirada del Papa Montini al mundo obrero y el impulso que dio a ese encuentro, ya iniciado por Juan XXIII, de la Iglesia con los hombres y mujeres en las distintas realidades en que se desenvuelve la existencia humana, especialmente en la realidad del trabajo. Y lo hacemos de la mano de Francisco Javier López Martín, secretario general de CCOO de Madrid entre los 2000 y 2013, patrono de las Fundaciones Ateneo 1º de Mayo y Abogados de Atocha, maestro en la educación de adultos, escritor de ensayo, poesía y cuento y miembro aquí en la Fundación Pablo VI del comité de expertos en el Seminario Permanente “La Huella Digital: ¿servidumbre o servicio?”.
Pregunta.- ¿En qué medida los sindicatos han bebido de esta DSI?
Respuesta.- Desde antes de la Transición, en plena dictadura, las iglesias fueron un centro de referencia para jóvenes, trabajadores, para la población de los barrios y un lugar de acogida. Yo creo que todo eso simpatizaba con las ideas que emanaban del Concilio Vaticano II, que, como todos sabemos, protagonizó y llevó hasta buen fin el papa Pablo VI. En este sentido, su papel como obispo de los pobres, sus relaciones con el mundo del trabajo o sus visitas a las fábricas dieron una señal al conjunto de la Iglesia de que había que acercarse al mundo del trabajo y a los grandes centros de producción. En España se empezó a trabajar en un buen número de empresas industriales, que buscaron su lugar de encuentro y reunión en las parroquias, en las que había jóvenes y en las que el propio párroco a veces tenía otro trabajo o aspiraba a ello.
Quiero recordar que la cúpula de las Comisiones Obreras fue detenida en el año 1972, el 24 de junio, en el convento de los Oblatos. Aquello dio origen al famoso “Proceso 1001” y al encarcelamiento de los “10 de Carabanchel”, el nombre con el que se conoció a esa cúpula dirigente de las CCOO clandestinas en el periodo último de la dictadura.
La relación entre el mundo del trabajo, el mundo del sindicalismo y el mundo de la Iglesia fue, por tanto, muy intensa en aquella época y después, especialmente desde las parroquias y en esos los lugares más cercanos a los barrios populares.
P.: Durante el pontificado de Montini, especialmente en los últimos años, empezaron a surgir los movimientos como la HOAC y las JOC, muy orientados a la evangelización en el mundo obrero. ¿Qué influencia tuvieron los sindicatos en estos movimientos y al revés?
R.: Se alimentaron y se alimentan. Todavía es muy frecuente que la HOAC organice encuentros en los que se habla de diferentes temas y en los que se invita a los sindicatos y al revés. Hay una relación muy intensa, la hubo desde sus inicios y la ha seguido habiendo hasta estos momentos. Al principio pareció que se podía ir hacia modelos parecidos a los belgas o italianos, en los que había sindicatos de inspiración puramente cristiana (en España estuvo el intento de la USO), pero, después, una parte de la Unión Sindical Obrera terminó llegando a la UGT, otra parte a la CCOO y otra parte se mantuvo como Unión Sindical Obrera.
La presencia de elementos venidos de la Iglesia cristiana, la HOAC o la JOC en los sindicatos españoles ha sido siempre evidente, muy intensa y muy buena base de la pluralidad que han sabido desarrollar los sindicatos a lo largo de su andadura.
P.: La lucha obrera ha evolucionado a lo largo de estos años. ¿Se ha desinflado? ¿Las generaciones más jóvenes no tienen como referencia los sindicatos para reivindicar sus derechos laborales?
R.: Yo creo que no podemos comparar etapas históricas tan distintas. El papel de los sindicatos al principio de la industrialización, con aquellas primeras organizaciones obreras “ludistas” que se oponían a que se instalaran máquinas en las empresas y promovían grandes movilizaciones sobre todo en Inglaterra, es incomparable con el que pueden haber jugado en nuestro país durante el primer tercio del siglo XX en el ámbito agrario o en territorios industrializados; o los que fueron surgiendo en los años 60 para intentar solucionar los problemas de las fábricas, con la expansión y libertad que vivieron con la llegada de la democracia. Ha cambiado el contexto histórico y político, pero también el modo trabajar en los últimos tiempos y el horizonte de futuro que se presenta en el empleo: precariedad laboral, paro, dificultades de muchos jóvenes para encontrar un trabajo y mantenerlo, una vida laboral muy inestable...
En los lugares donde el trabajo es estable, el sindicalismo se organiza y sigue teniendo fuerte presencia. El problema está en algunos sectores, protagonizados precisamente por jóvenes, como los riders o los youtubers. Es un mundo más complicado en el que se entra y se sale constantemente, y organizar algo así es mucho más difícil, lo que no quiere decir que no sea necesario. Sigo recibiendo muchas llamadas de jóvenes que preguntan por los sindicatos para resolver sus problemas y, en los sectores nuevos (como los riders), empieza a ver sindicación. El sindicalismo es más que UGT, CCOO o CNT. Es cuando la gente se organiza para defenderse, subir a ver al empresario, plantear reivindicaciones, obtener mejoras en sus condiciones de trabajo, etc. Creo que esa necesidad no ha desaparecido, pero el trabajo ha cambiado y cuesta adaptarse.
P.: A principios del siglo XIX se produjo el ludismo, ese movimiento de trabajadores que destrozaban máquinas que acababan con sus empleos. Una revolución tecnológica mal gestionada, ¿a dónde nos puede llevar?
R.: Hay mucho mito en esto. Es como la inteligencia artificial: todos pensamos que habrá un momento en el que la máquina sustituya a la persona, pero, por el momento, solo sabemos que la máquina funciona bien y rápido siguiendo unas instrucciones recibidas a través de la mente humana que elabora los algoritmos. El problema es el control de esas nuevas situaciones. Los rides, por ejemplo, son difícilmente sustituibles por una máquina. Nos dicen que habrá drones trasladando la comida hasta la ventana, pero eso tardará. Y, sobre todo, hay un campo inmenso que es el de la atención a las personas (mayores, niños, discapacitados, dependientes), que va a ser muy difícil de sustituir por la calidad y la cercanía con la que lo puede hacer otro humano. Yo creo que cambian mucho los puestos de trabajo, pero van a seguir perviviendo otros y aumentarán, por ejemplo, los sectores de empleos de los que reparan esas máquinas, los que las dotan de programas, etc.
“Hay que favorecer los espacios de desarrollo personal y no consentir que el trabajo sea una forma de auto explotación de la persona”
P.: En este cambio de paradigma en el mundo del trabajo se da también un contrasentido. Antes luchábamos por no vivir para trabajar y ahora, en muchos ámbitos, nos “auto esclavizamos” como si estuviéramos realizándonos.
R.: El individualismo fomentado en nuestras sociedades se ha trasladado al ámbito del trabajo. Todos queremos competir y ser los primeros, independientemente del número de horas que trabajemos. Hay sectores en los que se controla mejor y si, superado el horario laboral el trabajador sigue conectado, puede suceder que la empresa lo considere una especie de inútil que necesita muchas horas para sacar adelante su trabajo. Pero hay sectores en los que, cuanto más tiempo dedicas parece que vas a tener mejores resultados, algo que solo dura mientras dura la posibilidad de mantener el esfuerzo. En el momento en el que tienes pareja o hijos y quieres desarrollar más tu vida personal, chocas con las expectativas que has generado tú mismo y eso te conduce a auténticos dramas de sensación de fracaso personal. Es importante que estas condiciones de trabajo estén reguladas y, afortunadamente, cada vez más abunda la idea de que el trabajo no es lo único que tiene que presidir nuestras vidas, buscando momentos para el encuentro, el afecto, la relación, la lectura, el cuidado personal, el cuidado del otro, etc.
Esta sensibilidad quizá esta más desarrollada en la Unión Europea que en Estados Unidos, China u otros entornos, pero hay cada vez mayor sensibilidad desde los gobiernos, los empresarios y los sindicatos sobre la idea de que hay que favorecer los espacios de desarrollo personal y no consentir que el trabajo sea una forma de auto explotación de la persona.
“Más importante que reducir las horas o las jornadas semanales es flexibilizar el trabajo para que no afecte a nuestras vidas personales y a su desarrollo”
P.: ¿Qué le parece la propuesta de una jornada laboral de cuatro días?
R.: Creo que hay que ser realistas. Más importante que reducir las horas o las jornadas, es organizar la flexibilidad en el trabajo para que no afecte a nuestras vidas personales y a su desarrollo. No es lo mismo un farmacéutico que un abogado, alguien que trabaja en un supermercado o en una oficina bancaria. Lo que hay que regular en cada caso es la flexibilidad horaria necesaria para que, haciendo tu trabajo, puedas disfrutar de tus espacios personales, de tu posibilidad de llevar una vida familiar y personal plena.
¿Es posible que en algunos sectores con cuatro días laborales se pueda organizar la plantilla para sacar el trabajo? Pues claro. ¿Es posible en todos los sectores? Probablemente no. Yo creo que todo depende de cómo se haga, y, para ello confío más en la negociación colectiva. Si hay voluntad de encontrar acuerdos para conducir a un momento en el que la vida personal y laboral puedan conciliarse mejor, yo estaré de acuerdo. Si es una imposición, como tantas leyes, las hay que dan resultado y otras que no, y es porque han conseguido el acuerdo previo de los agentes sociales.
P.: ¿Están sufriendo los sindicatos una desafección similar a la que ocurre con la política? ¿No se cuenta bien el trabajo de los sindicatos junto a los empresarios para llegar a acuerdos que nos afectan a todos?
R.: Algo que caracteriza a España y no a otros países es la salud del diálogo social, la voluntad de empresarios y sindicatos de negociar y buscar acuerdos beneficiosos para ambas partes. Es verdad que el conjunto de la política se ve afectado por la desafección, pero yo no diría política sino los partidos políticos. La gente sigue confiando y necesitando la política y cada español con el que hablemos tiene sus soluciones, hacen política. La política no ha desaparecido, pero las organizaciones políticas se han visto sometidas a una crisis de credibilidad y de representación de los intereses generales. Y lo triste es que muchos partidos nuevos han caído en la misma inercia, participando de los mismos problemas y defectos. No es fácil recomponer en estos momentos y menos cuando la política, que está destinada a dotar estabilidad a unas formas de vida, se ha visto afectada por los cambios tras la crisis económica de 2008 y la desestabilización provocada por la pandemia.
Pese a ello, la política, los sindicatos y los empresarios nos hemos esforzado en dar solución a los problemas, hemos coincidido en que los ERTE eran un mecanismo importantísimo para intentar que la persona que se quedaba sin actividad no se viera privada de todos sus recursos, y si eso pasaba, le diéramos un ingreso mínimo vital. El cómo se han puesto en marcha estas cuestiones ya está sometido al criterio que podamos tener. Los ERTE han estado muy bien, pero cuando acaben, ¿cuántos serán ERE? Eso es algo que preocupa a empresarios y sindicatos y que suscitan el esfuerzo de todos.
“El modelo económico chino conduce más a la extinción de la raza humana que a un nuevo modelo de sociedad”
P.: El Papa habla en numerosas ocasiones de las nuevas formas de esclavitud. ¿Cree que Francisco puede haber dado un nuevo impulso a la visibilización de las nuevas formas de precariedad y a la lucha por la justicia en el mundo del trabajo?
R.: Empezábamos hablando de Pablo VI y, en fondo, tienen mucho que ver: el esfuerzo del Concilio Vaticano II para intentar adaptar la Iglesia a la situación del momento, la promulgación de encíclicas o cartas como Pacem in Terris o los pronunciamientos en contra de la guerra de Vietnam, los problemas laborales… Como en aquel momento Montini, el papa Francisco era hoy una necesidad en la Iglesia para responder a este nuevo mundo de transhumanismo que surge con fuerza, en el que dominan las ideas de que el ser humano vale poco y lo que vale es un humano mezclado con máquina; en un mundo en el que, además, solo hay pequeñas islas en las que funcionan los derechos humanos y las libertades frente al dominio de grandes países, como China, donde no hay derechos laborales, humanos o sociales ni conciencia ecológica, con un modelo que conduce más a la extinción de la raza humana que a una nueva forma de vida y sociedad.
El papa Francisco ha empezado con reflexiones muy interesantes. Laudato Si', por ejemplo, es una encíclica que sitúa muy bien los problemas cotidianos y cómo acercarse a ellos, como el tema del trabajo digno y el salario. Y esas reflexiones que abre sobre la relación entre el ser humano y la tecnología y el abuso del poder están calando en Europa y en América Latina, y tendrían que empezaron a calar en EEUU y, desde luego, en ese modelo asiático: India, China, Camboya… Lugares donde merece la pena centrar los esfuerzos de esa nueva evangelización o humanización.
Sandra Várez González
Pablo Casado Muriel
Departamento de Comunicación de la Fundación Pablo VI