El papel de Pablo VI es fundamental para la construcción de lo que hoy Europa es. Montini pensó siempre en una Europa asociada a la paz, unida y pacificada. Sin embargo, 60 años después de su nacimiento superada la Segunda Guerra Mundial, volvemos a una situación de guerra en el seno de la UE que pone en jaque no solamente la paz, sino también la unidad, desafiada ya por los populismos y nacionalismos excluyentes, el panorama geopolítico y las guerras comerciales entre China y EEUU y el cambio cultural y de valores. En la serie de podcast y entrevistas “Pablo VI, hoy”, miramos a Europa y sus retos ante este nuevo panorama mundial con Manuel Barrios, secretario general de Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea.
P.- ¿Qué papel está teniendo COMECE ante la guerra que se vive en el corazón de Europa?
R.- Es una situación que no esperábamos. Europa es un proyecto de paz creativo, nacido después de la II Guerra Mundial de esa idea innovadora de Robert Schumann, uno de sus padres fundadores, de empezar una alianza entre Francia y Alemania para el control del acero y evitar así que se pudiera producir una guerra. De este proyecto surge la UE que ha garantizado 70 años de paz en el continente después de tantas guerras. Ha sido un proyecto de paz exitoso, que nos ha llevado al bienestar, a un modelo de derechos humanos y libertades, a la democracia y a una Europa que crece con la incorporación de nuevos países. Ahora nos encontramos con una guerra dentro del continente provocada por una invasión injustificada. Y esto tiene muchas lecturas y muchas consecuencias. Una de ellas, muy importante, es el fortalecimiento de la unidad de los países de la propia Unión Europea en la respuesta a esta invasión. Pero también hay otras, que son más bien amenazas, que es el otoño que va a venir con la pobreza energética; un tema crucial que queremos abordar desde COMECE.
En definitiva, esta situación nos lleva a pensar lo importante que ha sido el proyecto europeo para crear paz e impedir guerras en el continente a lo largo de estos años.
P.- En su discurso a los participantes en la Conferencia del Movimiento Europeo, en noviembre de 1963, Pablo VI, conocedor de la compleja historia del continente, lanzó una advertencia a los que desconfiaban precisamente de esa identidad y unidad europeas por el miedo a perder la suya. Muchos partidos populistas que proliferan por Europa basan hoy su ideología en el antieuropeísmo y el rechazo al que viene de fuera con culturas y religiones diferentes. ¿Es pertinente esa advertencia de Pablo VI hoy? ¿Está en riesgo la unidad europea por estos populismos y nacionalismos excluyentes?
R.- El lema de la Unión Europa es unidad en la diversidad. Esto significa que la unidad, dentro de la UE y del proyecto europeo, tiene que respetar las diferencias culturales y la dignidad de los distintos países. Y esto, que a veces no se hace, es lo que puede legitimar la reacción de algunos de ellos y que son apoyadas por algunos partidos. Por lo tanto, es fundamental que, por parte de las instituciones europeas, (y esto lo hemos dicho muchas veces) se mantenga el respeto a las diferencias en la identidad, en la forma de pensar y en la historia que han tenido los distintos países, como pueden ser los del centro y el este del continente europeo. Tenemos que respetar estas diferencias.
Yo creo que la forma de luchar contra estos populismos que se aprovechan de las situaciones difíciles, también las económicas, y lanzan un mensaje de miedo de cerrarnos y de defendernos, es el progreso de la Unión Europea y el respeto a las distintas culturas e identidades. Se podría decir que es el fortalecimiento de la democracia dentro de la Unión Europea.
COMECE en una reunión con militares de algunos países miembros de la UE
para abordar la emergencia de la guerra
“La forma de luchar contra estos populismos que se aprovechan de las situaciones difíciles es trabajar por el progreso de la Unión Europea”
P.- Constantemente las vías de entrada a Europa son escenario de sufrimiento para todos aquellos que huyen de sus países en busca de un lugar mejor. Hace pocas semanas, tras las muertes en las fronteras de Melilla, denunciaban desde COMECE que “la gestión de la migración por parte de la Unión Europea y sus Estados miembros no puede consistir en dar un cheque en blanco a los países vecinos que no respetan la dignidad inalienable de los migrantes y refugiados”. ¿Está la Unión Europea y los principios de solidaridad entre los pueblos de los que hablaba Pablo VI en entredicho por los intereses particulares de cada Estado?
R.- El valor de la solidaridad es fundamental en la UE y debemos tenerlo también presente en el tema de la pobreza energética que vamos a sufrir. Tiene que haber solidaridad entre los países de la Unión Europea y no competencia haciendo que los precios suban. La solidaridad como valor es, por tanto, fundamental en la Unión Europea, como también lo es el respeto a la dignidad de las personas.
No es aceptable que esto no se haga y se evite tomar medidas que no respeten la dignidad de las personas. Obviamente, la seguridad de la Unión Europea es un tema legítimo, hay que defender nuestras fronteras, hay que garantizar la posibilidad de una migración legal, etc. Pero también hay que respetar los derechos de las personas que vienen buscando asilo y que tengan en las fronteras la posibilidad de mostrar que son refugiados. Como COMECE lo que queremos es que se respete esta dignidad y se haga todo lo posible para que, a aquellos que vienen huyendo de persecuciones, hambre y en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias, les garanticemos todo lo que podamos que se respeten sus derechos como personas.
P.- La Encíclica Humanae Vitae deja clara la postura que siempre ha mantenido la Iglesia con respecto a la vida y la familia. Y, mientras tanto, las políticas avanzan en el sentido contrario. El último ejemplo es la resolución del Parlamento Europeo que propone incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales para blindar el derecho de los estados europeos a legalizar el aborto. ¿Cuál ha sido la respuesta de COMECE de la Iglesia europea en este sentido?
R.- En COMECE el aborto se ha vuelto ahora una prioridad. Y es raro que tengamos que tomar cartas en esto porque el aborto no es competencia de la Unión Europea, sino de los parlamentos nacionales, como es lo relativo a todos los temas de salud. Pero es que la Unión Europea lo está haciendo con la aprobación de varias resoluciones que están apoyando el derecho al aborto y que, si bien no son vinculantes, influyen y crean un cierto contexto.
¿Qué es lo que argumentamos desde COMECE? Primero, que no es una competencia europea. Segundo, que no se puede hablar del aborto como un derecho. No está contemplado en ningún tratado internacional y es una forma de transformar los derechos humanos que, desde nuestro punto de vista, no es legítima. Y, por otro lado, creemos que el derecho a la objeción de conciencia no se está respetando. Todo esto a nosotros nos preocupa y por eso reaccionamos. Y lamentamos que la mayoría del Parlamento Europeo, incluida la parte del Partido Popular Europeo apoye este tipo de resoluciones. Porque esto refleja que se está produciendo en nuestro continente un cambio cultural profundo.
“Que partidos de tradición cristiana puedan votar a favor de propuestas que ven el aborto como un derecho, significa que esto no se trata solo de una lucha política, sino que hay un cambio cultural o político con el que tenemos que confrontarnos”
P.- Ese cambio cultural lleva también a una decadencia de la familia, que es la institución natural por excelencia. ¿Puede estar esa decadencia de ciertos valores europeos ligada a una familia que se agrieta?
Es complicado contestar a esta pregunta porque habría que explicar qué significa decadencia de la familia: si hay un cambio en la forma de vivir la familia, si se proponen otros tipos de familia… Es un tema complicado. Yo creo que la familia es una institución natural, por tanto, está ahí por naturaleza. Puede haber tendencias culturales, puede haber cambios sociológicos que afecten de alguna forma a lo que es su naturaleza, pero la familia en cuanto tal, es lo que es. Lo que sí hay, y es lo que yo hablaba antes en referencia al aborto, son unas propuestas ideológicas que están tomando mucha fuerza en Europa y que van en contra de nuestra idea de entender la familia, el amor o las relaciones… Y hablando de Pablo VI, hay que destacar lo importante que fue su figura también en este tema.
Yo creo que, por eso, la Iglesia tiene también la misión cultural de mostrar de belleza y la verdad de la antropología cristiana. Porque en este momento estamos perdiendo esta batalla en Europa. Extraña mucho que partidos de tradición cristiana puedan votar a favor de propuestas que ven el aborto como un derecho, lo que significa que no se trata solo una lucha política, sino que hay un cambio cultural o político con el que tenemos que confrontarnos.
“La doctrina de la Iglesia se puede concretar en distintas propuestas políticas, pero hay algunas cosas que son incompatibles con la fe cristiana y el Evangelio; entre ellas no proteger, defender o reconocer la dignidad como personas de todos los migrantes”
P.- Está clara la postura de la Iglesia en la defensa de la vida en todos sus ámbitos: el no nacido, el enfermo en fase terminal, el migrante, etc. Pero también hay partidos y movimientos que se presentan como cristianos o de tradición cristiana que enarbolan la bandera de la batalla cultural en lo que respecta a la familia y la vida del no nacido, pero rechazan al que viene de fuera intentando salvar su vida. ¿Cómo se puede defender la vida humana y a la vez no defenderla en según qué circunstancias?
R.- Yo creo que esto no es aceptable. No es aceptable que se defienda, por un lado, los valores que se dicen tradicionales y, por otro, se muestre insolidaridad, miedo y rechazo al distinto. Esto no es una postura cristiana. La postura cristiana es la defensa de la vida en todas sus expresiones; y, sobre todo, cuando la vida está más en riesgo y es más vulnerable. Hay que distinguir entre lo que es una defensa de una identidad, a veces vista en contraposición a otras (y esto no es una postura cristiana), de lo que es una defensa de valores fundamentales, entre los que está el derecho a la vida y la familia como institución natural, así como la defensa, protección e integración de los migrantes y los que vienen a nuestro país buscando una vida mejor.
La propuesta cristiana es muy amplia, no se puede identificar nunca con una propuesta política concreta, ya lo decía Pablo VI. Está, por un lado, la libertad de los cristianos en política para hacer distintas propuestas, y el magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia, que es para todos nosotros. Esta doctrina se puede concretar en distintas propuestas políticas, pero hay algunas cosas que son incompatibles con la fe cristiana y el Evangelio; entre ellas no proteger, defender o reconocer la dignidad como personas de todos los migrantes.
Imágenes de migrantes en la frontera de Marruecos con Melilla en el mes de junio
“No es aceptable que se defiendan los valores que se dicen tradicionales y se muestre insolidaridad, miedo y rechazo al distinto”
P.- Pablo VI supo descubrir, valorar y proclamar el encuentro con otras religiones que, en los últimos años están trabajando conjuntamente en cuestiones que afectan a la humanidad en su conjunto, como, por ejemplo, las referidas al cuidado de la Casa Común. ¿Cuánto se ha avanzado en esto y qué papel tienen las religiones ante los retos globales?
R.- Yo distinguiría varias cosas. Por un lado, el diálogo interreligioso, en el que se ha trabajado mucho gracias a Pablo VI, a Juan Pablo II y a ese documento tan importante del Concilio Vaticano II que es la Nostra Aetate, que supuso un cambio en la forma de entender las religiones y relacionarnos con ellas. Este diálogo interreligioso de lo que habla es, tanto de un conocimiento y enriquecimiento mutuos, como de hacer, cuando es posible, cosas juntos por el bien común. Y hay muchas cosas en las que las religiones coincidimos: el cambio climático y el cuidado de nuestra Casa Común, la paz, las migraciones...
Otra cosa es, como hacemos en COMECE, que siempre que podamos ir juntos a la hora de presentar una postura común en las instituciones lo vamos a hacer. En este sentido, para nosotros es muy importante el artículo 17 del Tratado del funcionamiento de la Unión Europea que hace referencia al diálogo que tiene que haber entre la UE y las iglesias, asociaciones religiosas y filosóficas. Esto quiere decir que la UE está obligada a dialogar con las iglesias, y este diálogo según el artículo 17 nos garantiza el derecho a que las instituciones europeas nos escuchen.
“En este contexto geopolítico Europa tiene que saber jugar su papel, que también tiene que ser el de la defensa de los valores fundamentales y sus raíces cristianas”
P.- Si Pablo VI ayudó con su apuesta por la unidad de Europa a la consolidación de sus valores, Juan Pablo II y Benedicto XVI advirtieron en numerosas ocasiones de los riesgos de perder sus raíces y los valores del humanismo cristiano sobre los que se asienta. Hay muchas cosas que amenazan estos valores. En la cumbre de la OTAN se puso de manifiesto la amenaza de China para el mundo. Está la guerra geopolítica entre EEUU y China, la amenaza de Rusia… ¿Dónde queda Europa en este juego geopolítico? ¿Están en riesgo los valores del humanismo cristiano sobre los que se asienta Europa?
R.- Yo sí creo que Europa tiene raíces cristianas y las sigue teniendo; y una expresión de estas raíces es la defensa que hay en Europa a la dignidad de las personas, que no pasa en otros contextos culturales y otras regiones del mundo. Aunque podamos entender de forma distinta el ser humano y lo que significa la dignidad del ser humano, hay una clara conciencia de la dignidad de la persona que parte de la cultura europea y un legado de la tradición judeocristiana.
Pero el tema geopolítico es muy complicado. Europa tiene un papel fundamental en todo el mundo, pero hay otros actores muy importantes, como EEUU, Rusia, etc. Y en medio de esa partida estamos, en ver cuál va a ser el papel de Europa en un mundo que está cambiando y con otros actores que están creciendo. No tenemos que olvidarnos, por ejemplo, de la India, que va a ser un actor muy importante en el futuro próximo, con una población muy joven y en expansión. De hecho, hay muchos estudiosos que dicen que la India sustituirá a China en muy pocos años como un actor fundamental en el tablero mundial.
En este contexto geopolítico, Europa tiene que saber jugar su papel, que también tiene que ser el de la defensa de los valores fundamentales y sus raíces cristianas. Vamos a ver lo que pasa, porque se están produciendo muchos cambios, también en África donde es cada vez más importante la presencia de China y de Rusia. A este respecto, desde COMECE estamos también intentando que Europa ponga el énfasis en el respeto a los derechos humanos en los tratados comerciales internacionales.
P.- Ningún tiempo pasado fue mejor, pero el cambio climático, la globalización, las luchas geopolíticas, la migración, nos sitúan en un clima de pesar e incertidumbre. ¿Cómo dar esperanza en medio de esta crisis que vivimos?
R.- Hay muchas situaciones a nivel global que preocupan, pero yo sí tengo esperanza, porque hace dos años, cuando empezó la pandemia, parecía que la UE no iba a aguantar el golpe. Había mucho miedo, cada país intentaba cuidar lo suyo, las vacunas, los recursos médicos y sanitarios…. Pero hubo una respuesta unitaria de toda la Unión Europea ante esa pandemia que pasará a la historia, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial cuando se decidió abrazar al enemigo y compartir recursos con Alemania para que no se hundiera. Ahora también, durante la guerra, ha habido una respuesta unitaria de la Unión Europea...
Esto es una muestra de que juntos somos más fuertes y de que la humanidad ha sido capaz de unirse para responder ante las amenazas globales como ocurre ahora con el cambio climático. Y ya, como cristianos, hay una esperanza trascendente que también nos impulsa, no solo a caminar hacia la eternidad sino a comprometernos con un mundo mejor. Creo que hay esperanza y los cristianos tenemos que ser mensajeros de ella.
Sandra Várez
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI