Mons. Ginés García Beltrán
Presidente de la Fundación Pablo VI
Para mi es un honor, y además en mi caso un honor providencial, poder clausurar este simposio sobre la figura de Pablo VI.
Finalizamos ahora una iniciativa importante para la Iglesia de España, pero me atrevo a decir, como decía ayer, también, el cardenal Fernando Sebastián que no solo para la iglesia en España sino para la sociedad de España. Espero que algún día la sociedad española sepa reconocer lo que le debe a Pablo VI. Por tanto, una iniciativa importante para la Iglesia y para la sociedad aunque no lo sepa. Hay muchas veces que no sabemos las cosas y, sin embargo, están ahí y son importantes.
Mis primeras palabras, al concluir este simposio, es de agradecimiento como no podría ser de otro modo. Agradecimiento a los organizadores. Agradecimiento a la Conferencia Episcopal Española, a su secretario general y agradecimiento, también, a la Fundación Pablo VI. Especialmente al profesor José Tomás Raga, director general de la Fundación, y a D. Fernando Fuentes, también, que ha llevado una gran parte de la labor de la programación y de la ejecución de este simposio.
Agradecimiento a los ponentes, primeras espadas, realmente, yo creo, que todas las ponencias han sido verdaderamente magníficas y yo espero poder leerlas algún día y no muy lejano en una buena publicación. Y, también, agradecimiento a los participantes, a ustedes, que han hecho posible, también, este simposio por su buena participación.
Hemos hecho un acto de justicia. Creo que el simposio es un acto de justicia. Hemos honrado la memoria de un papa grande como acaba de decirnos Juan María Laboa. Un papa grandísimo, un papa con muchísimas connotaciones, un papa de su tiempo, el primer papa moderno. Ayer el cardenal P. Parolín nos hablaba de cómo se define al papa.
Hemos reivindicado su figura, que me parece muy importante, y, en el caso de España, hemos recuperado un silencio y un desconocimiento que, aunque no sea culpable en la mayoría de los casos, sí que es una realidad.
Por tanto, un simposio que ha sido rico, riquísimo. Desde la ponencia del cardenal Parolín, en la sede de la Conferencia Episcopal, sobre Pablo VI y la paz. Una magistral conferencia sobre un papa en salida como diría el papa Francisco. Un papa abierto a su mundo, al hombre de su tiempo. Pasando por la conferencia preciosa del profesor Vian, el director de L´osservatore Romano, que nos presentó a un papa profundamente entrañable. Yo creo que a Pablo VI, en concreto, solo se le puede entender desde las entrañas. Es decir, desde la cercanía, desde lo que Pablo VI es, como ahora intentaré, también, decir.
La magistral lección del cardenal Sebastián sobre el papa y el Concilio, que no se quedó solo en el Concilio, sino que hizo una aplicación preciosa a la realidad española. Una realidad que vivía políticamente una situación muy concreta a la hora de recibir el Concilio y de aceptar al papa, al gran papa del Concilio.
Pasando, también, por la intervención del cardenal Blázquez, de esta mañana, que nos ha relacionado el pontificado de Montini y de Bergoglio. La exhortación apostólica “evangelii nuntiandi” con la exhortación apostólica “evangelii Gaudium” los dos frutos de un sínodo, de la colegialidad, de la sinodaleidad de la iglesia.
La interesante conferencia, también, de Lucetta que nos ha invitado a ver o hacer una lectura diferente de la “Humanae Vitae”. Humanae Vitae igual a píldora y ella nos decía esta mañana “hagamos una lectura desde la mujer, desde una condición femenina” de una Encíclica que al papa le costó tanto sufrimiento pero, que sin lugar a dudas, estoy convencido, que es una Encíclica también profética.
Y ahora, el profesor Laboa, yo tengo que decirle a Juan Mari que, cuando estaba oyéndola, conocía a Pablo VI. Y lo digo en un sentido muy entrañable y muy positivo. Me sentía muy identificado, como ahora verán, por algunas cosas que pienso decir y que lo tenía escrito antes de escuchar a Juan Mari. Estoy deseando poder leer esa ponencia que es sin duda más larga, como lo han visto ustedes, que ha ido pasando folios.
Pues bien, a la hora de hablar de Pablo VI, quisiera traer unas palabras o una idea del cardenal Ravasi en una de las últimas publicaciones del instituto Paolo VI de Brescia. Un retrato espiritual que acaba, bueno hace un poco de tiempo, que ha publicado Studium “Pablo VI un retrato espiritual”. Y ahí empieza diciendo el cardenal Ravasi, que hace el prólogo, que Joseph Roth este escritor de la Mitel? Europa del siglo XX, en una obra que se llama “La fuga sin fin”,habla de que el rostro de cada persona es un rostro que se va haciendo, que va haciendo su propia historia. Y él dice que en Pablo VI esto se ve fundamentalmente. Eso que el Papa Francisco tantas veces habla de la realidad poliédrica en el papa Montini se ve, de un modo especial, desde sus propios orígenes.
Pablo VI, como cualquiera de nosotros, está totalmente tocado y mediatizado por sus orígenes. Por ejemplo, cuando se habla del papa Pablo VI como una persona de cultura afrancesada y se habla tantas veces de que, bueno, en la Lombardía de su tiempo, en el centro de Europa, Francia tenía mucha fuerza. Es verdad que él, desde niño, siente la cultura francesa muy cercana pero se lo debe a su madre. Se lo debe a su madre. Giudetta Alghisi se había educado en un colegio de monjas de origen francés y había mamado la cultura francesa de un modo muy fuerte y es lo que a él le trasmite. Y ahí, desde mi punto de vista, después de conocer algo a Pablo VI creo es de donde viene su amor entrañable a la cultura francesa. Después, también, la figura grande de su padre, de Giorgio Montini, uno de los primeros políticos católicos que tiene relevancia en la vida política italiana, incluso frente al Fascismo. También toca, muy de cerca, la personalidad de Montini, sin lugar a dudas. Pero hay otro personaje que toca, también, la sensibilidad de un papa, valga la redundancia sensible, que es la nonna, la abuela. La abuela es un personaje importantísimo para conocer la figura y la personalidad del futuro Pablo VI. Después las paradojas de la vida. Ustedes saben que los formadores del seminario, él nunca estuvo en el seminario por su estado de salud tan precario, y los formadores del seminario dieron unos informes negativos para su ordenación. Y el obispo de Brescia que estaba convencido, quizá por razones de la influencia de su familia, pero aquí es donde entra la providencia. El obispo contesta a los formadores cuando les dicen: no sería conveniente ordenarlo porque es frágil de salud. Dijo: lo ordenaremos para el cielo. Quien le iba a decir a aquel obispo que estaba siendo profético, que estaba ordenando a una de las grandes personalidades de la iglesia del siglo XX. Lo ordenaremos para el cielo.
Hay algo que no había salido a lo largo de este simposio y que el profesor Laboa acaba de hacerlo que es su papel en la FUCI, con los universitarios, con los jóvenes universitarios italianos. Yo creo que esta es una base para entender la personalidad de Montini. Su relación con la juventud y algo muy importante y mucho más dicho en esta casa en la que estamos. Formar personas para su participación en la vida pública. Esto es un gesto profético que en España tendríamos que aprender de Italia y de los italianos. Educar personas para la vida pública, que no digo para una vida partidista, que lógicamente tiene que tener concreciones partidistas pero la relación del papa Montini con los jóvenes de la FUCI, que después van a ser los grandes políticos de Italia del siglo XX es profética. Verdaderamente profética y es algo que realmente, por lo menos en nuestro ambiente hispano, no conocemos demasiado.
Después, también, la personalidad de Montini, un burócrata durante tantos años con corazón de pastor. Muchas veces es difícil encontrar un burócrata con vocación de pastor. Pues Montini lo fue. A lo largo de estas conferencias lo hemos visto claramente. Tantos años de sustituto de la Secretaría de Estado y sin embargo nunca, nunca perdió su vocación de pastor.
Después, también, cuando en esto que el profesor Vian nos dejó otra vez en interrogante. ¿Por qué se fue a Milán? Por qué fue a Milán no lo sabemos pero, también, fruto de la providencia.
Sin embargo, en Milán fue el gran arzobispo de la misión Citadina, de la gran misión de Milán y el arzobispo de los obreros, del mundo del trabajo. Un mundo que en el siglo XIX la iglesia había perdido y que sin embargo Montini estuvo ahí cerca del mundo del trabajo. Hay también estudios muy interesantes de Montini y el mundo del trabajo.
Por tanto, un arzobispo también moderno no solo un papa moderno y después fue un papa en la encrucijada. Mucho mejor que yo lo puedo decir lo ha dicho Juan Mari Laboa. El papa que se encontró con un Concilio, que quizá el nunca habría convocado pero, que sin embargo, tuvo el arrojo de ser una de sus primeras decisiones como papa de continuar el Concilio. Y algo que él ha dicho que sería bueno estudiar la relación Juan XXIII, Pablo VI y el papa Francisco, y yo me atrevo a lanzar otro gran reto. También hay algo que está por estudiar y es la gran obra del postconcilio. La gran obra de la aplicación del concilio. Son innumerables los documentos, los “motu proprio” donde el papa va descentralizando la iglesia. Va aplicando el concilio. Es el papa que empieza en la “Eclesiam Suam” y termina en la “Humanae Vitae”. Este de “Eclesiam Suam” a “Humane Vitae” es todo un proceso. El papa de la simpatía al mundo, el papa del diálogo, el papa de la cordialidad al papa que tiene que tomar decisiones que muchas veces son difíciles y con la misma cordialidad, nos decía Laboa también, con la misma cordialidad él toma decisiones con sufrimiento. Hay por ahí una obra italiana que se titula “I gesti del papa Montini” donde habla de este papa que no solo se hizo de palabra sino que se hizo de gestos. Cuando tantas veces se ha dicho el papa que besa el suelo. Nos decía ayer también Vian, el primer papa que besó el suelo fue Pablo VI. El papa que se quitó la tiara fue Pablo VI, el papa de la primera concelebración en la historia de la Iglesia en la basílica Vaticana fue Pablo VI y así podríamos decir un etcétera, etcétera, etcétera de los gestos del papa Montini con lo que esto supone para su personalidad.
Y por último el papa en la encrucijada que termina diciendo o termina rezando. Dicen los que estaban cerca que las palabras que repetía aquella tarde del 6 de agosto de 1978 eran “fiat voluntas tuas”. Es lo que quería que Don Maqui, su secretario, repitiera con él “fiat voluntas tuas” (Hágase tu voluntad), y ahí tenemos ese fantástico testamento y ese “pensiero alla morte” que no solo es una obra teológica y espiritual fantástica sino una obra literaria para la literatura italiana no menos fantástica.
En la catedral, en el duomo de Brescia, en la catedral de Milán, hay un monumento a Pablo VI, mucho antes de ser beato, incluso creo que antes de morir que realmente es impresionante. Es un relieve en bronce donde se ve al papa revestido de capa pluvial, apoyado en la cruz, en su báculo que utiliza, han utilizado los papas siguientes, un báculo también del arte moderno y es un papa que se sostiene porque se cae sobre el báculo y detrás hay una puerta grande. Es todo un simbolismo de lo que es la personalidad y el pontificado de Pablo VI. El báculo es Cristo y Pablo VI que se cae se apoya en Cristo. Ahí tienen en la carpeta una de las intervenciones más hermosas del pontificado que es la homilía en Manila sobre Cristo. Ahí aparece un Pablo VI apoyado fuertemente en Cristo. Se cae, parece que en muchos casos la Iglesia se desmorona. Sin embargo, el papa se apoya en Cristo y recuerda las palabras del evangelio “confirma a mis hermanos”. Son las palabras que vemos ahí expresadas y la capa pluvial que le pesa es la Iglesia.
Pablo VI tiene también una faceta de martirio. No hasta entregar la sangre físicamente, pero si en ese “me gastaré y me desgastaré”. Su pontificado fue sin duda un pontificado duro, también, y Pablo VI estuvo ahí hasta el final. Y después la puerta, la puerta que sin duda es la del Concilio. Es la de la apertura a la sociedad, al hombre contemporáneo. Pablo VI no era un papa hamletiano, con más que se le ha definido como papa hamletiano. Pablo VI es el papa de la escucha, del diálogo. Un diálogo hecho tertulia. Dicen quienes lo conocieron que Pablo VI era un gran tertuliano que tuvo amigos con los que poder hablar y esto es sin duda muy importante. Maritain, Jean Guitton, esta mañana nos lo decía Clara Lubi, otras mujeres. Es decir, Pablo VI es un hombre de la amistad. Pablo VI es el papa de la sensibilidad, lo ha dicho Juan Mari Laboa con respecto al arte.
Pablo VI es el papa de la elegancia, de una elegancia sobria, pero al mismo tiempo de la elegancia. A mí, siempre, y lo tenéis ahí detrás, me impresiona su mirada. Pablo VI tiene una mirada de paz, una mirada cálida, una mirada que mira a los ojos como tantas veces nos cuesta o nos gusta mirar.
Y, termino, este simposio no puede ser solo para recordar el pasado, para agradecer el pasado, sino que yo desearía que fuera una mirada al futuro. Ver la personalidad y la figura de Pablo VI tiene que ser también para nosotros un deseo cuando salgamos de aquí. El deseo de conocerlo más y mejor. Yo os invito a leer a Pablo VI. Es una gozada leer a Pablo VI. Desde “La Eclesiam Suam” la “Evangelii nuntiandi” la “Gaudete in Dómino” etc. Hay tantos textos de Pablo VI. Afortunadamente tenemos también traducidos al español muchas biografías de Pablo VI que son verdaderamente hermosas. En la página Web de la Fundación Pablo VI tenéis una amplia bibliografía. Estoy viendo ahí enfrene a Eduardo de las Heras que es uno de los grandes biógrafos de Pablo VI en español y tantos otros.
Y, después, también un deseo de vivir según la mentalidad de Pablo VI poniendo a Cristo en el centro. Ese amor apasionado por la Iglesia que revela en tantos momentos y que tiene su punto más álgido en el testamento y en “Il pensiero a la morte” cuando habla sobre el amor a la Iglesia y, sobre todo, que es tan importante para la Iglesia a día de hoy y de la que tantas lecciones nos da el papa Francisco, la simpatía por el mundo moderno, la simpatía por el hombre contemporáneo. Que importante es, los otros no son nuestros enemigos, sino que son nuestros hermanos porque no vivimos en un mundo de competencia sino, como terminaba diciendo Juan Mari Laboa, en la civilización del amor.
Antes de terminar quiero hacer presente la carta en la que se une a nosotros y siente no estar con nosotros el presidente del instituto Paolo VI de Brescia, el profesor Don Ángelo Maffeis, que ha escrito también al profesor Raga también disculpando su presencia. Pues muchas gracias y de verdad que al final yo creo, al menos yo me siento feliz de haber celebrado este simposio, de verdad de gran altura, pero sobro todo de gran significado para la iglesia española a la figura de beato Pablo VI.
Muchas gracias.