El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el 11 de febrero, denuncia el individualismo salvaje de la sociedad actual, en la que se olvida la importancia de la persona más allá de su productividad y se deja de lado al enfermo, al anciano, a la persona con discapacidad o al pobre, haciendo su soledad, a menudo, insoportable.
No conviene que el hombre esté solo es el título del mensaje, que pone de manifiesto la dimensión relacional del hombre ya desde su creación, lo que lleva a que le asuste la experiencia del abandono y la soledad. El aislamiento del hombre se puede dar por circunstancias externas no deseadas. El Papa Francisco recuerda la situación de soledad que propició el COVID y los miles de personas que murieron en soledad, sólo acompañados por los servicios médicos. También hace referencia a la guerra que es “la más terrible de las enfermedades sociales” y son las personas más frágiles “las que pagan el precio más alto”.
Pero Francisco critica especialmente la soledad en la sociedad del bienestar que viene dada por su cultura del individualismo que exalta “el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo”.
El primer cuidado del que tiene necesidad el enfermo es “el de la cercanía llena de compasión y de ternura”. Es la primera terapia que deben adoptar todos los miembros de la sociedad para curar todas las enfermedades y aquí el Papa se refiere a enfermedades en un sentido amplio pues habla de las enfermedades de la sociedad. Además, reflexiona sobre la importancia de que los enfermos no disimulen su deseo de cercanía y ternura porque resulta positivo para el resto de la sociedad. La condición del enfermo “nos invita a todos a frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a nosotros mismos”. Hace abrir los ojos al sano y a valorar lo realmente importante.
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