12/05/2025
Presentación del libro “Teología de la movilidad humana de la hospitalidad al derecho a no tener que emigrar”

La ética de la desextinción de especies
En las últimas semanas hemos conocido anuncios de la empresa norteamericana Colossal Biosciences sobre algunos de sus proyectos espectaculares de desextinción de especies: mamuts lanudos, lobos gigantes, lobos rojos, el dodo, el tilacino… Dejando a un lado la sofisticada tecnología que hay detrás de estos experimentos (esencialmente procedimientos altamente optimizados de clonación y de edición genética) y el embellecimiento de las notas de prensa (dando a entender que se ha conseguido una desextinción cuando en realidad lo que se ha conseguido es introducir un conjunto limitado de variantes genéticas sobre el genoma de otra especie relacionada) la pregunta ética obligada es ¿para qué? ¿Por qué es necesario abordar estos proyectos? Es la pregunta relevante para reflexionar sobre la ética de estas propuestas de desextinción de especies que sorprenden e inquietan por igual.
Vivimos en un mundo en el cual el crecimiento y desarrollo humano están deteriorando y, algunas veces, destrozando el medio ambiente de nuestro planeta. Algunas de estas agresiones tienen como consecuencia el peligro de extinción de numerosas especies animales, que paulatinamente van desapareciendo. Y es en este entorno, nada edificante, en el que aparecen las propuestas de desextinción de animales ancestrales, que ya no están entre nosotros. Animales como el mamut lanudo o el lobo gigante, que desaparecieron hace miles de años y en cuya extinción también colaboró su coexistencia con nuestros antepasados, que o bien los cazamos masivamente (mamut lanudo) o competimos con ellos al alimentarnos de las mismas otras especies animales (lobo gigante).
¿Cuál es el objeto de desextinguir una especie? No puede ser simplemente por el hecho de que se disponga de la tecnología necesaria, para mostrar al mundo lo que somos capaces de conseguir con los avances científicos actuales. No es una justificación aceptable. Tampoco parecería una argumentación adecuada el exponer y mostrar animales extintos vivos a la sociedad, como una apuesta museística con la que rentabilizar la iniciativa, creando una especie de zoológico de criaturas imposibles. Esta empresa justifica sus actividades como iniciativas encaminadas a desarrollar tecnologías que permitan rescatar o salvar especies actuales en peligro de extinción (elefantes, rinocerontes, algunas aves…) y argumenta que en sus repetidos intentos de desextinguir especies extintas desarrollará nuevos métodos y aumentará el conocimiento de estas técnicas para aplicarlas sobre otras especies actualmente próximas a desaparecer para evitar que estas se extingan. Incluso, de forma más visionaria, justifica que la desextinción del mamut lanudo podría contribuir a combatir y revertir el cambio climático. La explicación, con más ensoñación que ambición científica, se refiere a hipotetizar que las nuevas manadas de miles de estos paquidermos podrían compactar con sus pisadas el permafrost de la tundra siberiana y evitar su deshielo y el escape de gases de efecto invernadero.
Más allá de intentar entender el porqué de la desextinción de especies en sí misma, la necesaria reflexión ética de estas propuestas nos debe llevar a plantear dos preguntas adicionales. En primer lugar, ¿cuáles podrían ser las consecuencias de devolver unos animales extintos a la vida, a un entorno que no es aquel para el cual evolucionaron y se adaptaron? ¿Cuáles son las probables alteraciones en su bienestar? ¿Hemos evaluado ya de alguna forma qué puede suponer para ellos, para estos individuos representantes vivos de especies anteriormente extintas, retornar a un planeta, a un medio ambiente que no se parece al que una vez poblaron en el pasado? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para su propia existencia?
Y, en segundo lugar, ¿cuáles pueden ser las consecuencias para el medio ambiente actual si liberamos, voluntaria o accidentalmente, estos animales que dejaron de existir hace miles de años? ¿Cuál es la responsabilidad que tenemos, como reintroductores de estas especies animales extintas, para con la naturaleza, para con el ecosistema? La actividad humana es rica en ejemplos desastrosos de introducción de especies invasoras en nuevos entornos en los que habitualmente causan catástrofes medioambientales (los sapos gigantes de caña en Australia, las cotorras en ciudades, los cangrejos rojos americanos en ríos europeos, los mejillones de agua dulce, los visones americanos en Europa, los siluros en ríos y pantanos…).
Hay experimentos que nos fascinan precisamente por parecer imposibles. La desextinción de algunas especies animales ha dejado de ser ciencia ficción para convertirse en propuestas muy difíciles de llevar a cabo, pero no imposibles. Siguen existiendo límites técnicos, por ahora insoslayables. Para abordar cualquier desextinción se necesita el genoma de la especie a desextinguir. Deben existir restos de esa especie en la naturaleza, huesos, dientes o material orgánico, a partir de los cuales sea posible aislar ADN para deducir el genoma de la especie que queremos devolver a la vida. Los hallazgos científicos actuales nos dicen que el ADN más antiguo que se ha encontrado en la naturaleza apenas tiene 2 millones de años de antigüedad. Esto permite plantearse la desextinción del mamut (desaparecido hace ~4000-10.000 años) o del lobo gigante (desaparecido hace ~13.000 años), pero no de los dinosaurios, cuyos últimos ejemplares se extinguieron hace 65 millones de años. Todo lo que sabemos de dinosaurios deriva del estudio de restos fosilizados, es decir, petrificados, en los que ya no queda materia orgánica de la que extraer ADN. No tenemos genomas de dinosaurio, ni bien ni mal conservados. No existen ya.
Que la fascinación por lo que aparentemente han realizado estos investigadores no nos aparte de la necesaria reflexión ética que debe acompañar toda actividad humana, también en la ciencia. Deberíamos debatir si realmente el mundo necesita devolver a la vida especies extintas o si, por el contrario, deberíamos más bien intentar aplicar nuestros avances científicos y tecnológicos en evitar las extinciones de nuevas especies sobre las cuales hoy en día todavía podemos hacer algo para impedir su desaparición. El debate está servido. Tomen asiento y opinen. Y háganlo rápido, antes de que una manada de mamuts nos pase por encima.
Dr. Lluís Montoliu
CNB-CSIC y CIBERER-ISCIII, Madrid