El 28 de julio de 1968 moría en Madrid Ángel Cardenal Herrera Oria, obispo de Málaga. Sus restos fueron trasladados a Málaga y están depositados en un sepulcro en la Catedral de Málaga. Una escultura conmemorativa se encuentra en los extramuros de la citada catedral. Fue una de las personalidades más destacadas del siglo XX en España, tanto desde su trayectoria civil antes de la Guerra de España, como desde su intenso itinerario religioso. Un hilo conductor atraviesa su vida: el “catolicismo social” que, ya en el siglo XIX, se había desarrollado en Francia y en Bélgica, constituyendo una relevante corriente de pensamiento que inspiró a diversos movimientos sociales y que, pasado el tiempo, influyó en los “padres de Europa”. Pero las influencias más determinantes de su comportamiento público hay que encontrarlas en el que fuera Papa reformador social León XIII y, en particular, en su encíclica Rerum Novarum con la que denunció proféticamente los estragos del capitalismo incipiente, manchesteriano, que asolaba Europa y muy concretamente la Inglaterra del XIX.
Ángel Herrera Oria nació en Santander el 19 de diciembre de 1886. Jurista de formación, ingresó en el Cuerpo de Abogados del Estado. Desarrolló una prolífica labor desde la óptica del “catolicismo social”, centrándose particularmente en el terreno de la formación de cuadros para la vida pública: sus ideas renovadoras para el catolicismo español de la época intentó canalizarlas en la fundación, en 1910, con el jesuita Ayala, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNdeP), hoy Asociación Católica de Propagandistas (ACdeP); del Centro de Estudios Universitarios (CEU) en 1933, hoy universidad; del Instituto Social Obrero (ISO); del Colegio Mayor Universitario “San Pablo”; de la Editorial Católica. Fue director del prestigioso periódico “El Debate” y creador de la Escuela de Periodismo de El Debate que, tras la Guerra de España, fuera la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Creó también el Instituto Social León XIII (hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociología). Fue presidente de Acción Católica y destacado hombre político del “partido católico” (años después, no fue partidario de la creación de partidos “confesionales” como lo fuera la Democracia Cristiana). Ante la II República, esgrimió su teoría del accidentalismo de las formas de gobierno y reconoció a la República, lo que ocasionó una fuerte discrepancia de parte de los “católicos monárquicos”. (Estoy convencido, contrariamente a otros analistas, que en el accidentalismo de las formas de gobierno, se inspiró más en San Pablo que en Montesquieu, en la línea del reconocimiento de los poderes constituidos, a veces como “mal menor” para intentar actuar e influenciar “desde dentro”).
Tras dimitir de todas sus responsabilidades públicas, en 1936, antes del inicio de la Guerra de España, marcha a Friburgo (Suiza), en donde el movimiento del cristianismo social estaba muy enraizado, para iniciar su carrera eclesiástica, siendo ordenado sacerdote en 1940. Regresa a España en 1943 y asume la acción parroquial. En 1947 fue nombrado obispo de Málaga. Participó en el Concilio Vaticano II. En 1965, el Papa Pablo VI lo nombró cardenal de la
Iglesia, con Sede en Málaga. Así fue el primer obispo-cardenal mantenido en su episcopado malagueño.
A su retorno, creó en Madrid la Escuela de Ciudadanía Cristiana, el Colegio Mayor Universitario Pío XII (a los residentes, entre los que me encuentro, se les exigía estudiar dos carreras universitarias e idiomas), la Escuela de Periodismo de la Iglesia.
En Málaga desarrolló un importante trabajo en el contexto de una situación muy deprimida y con altos índices de analfabetismo y de desescolarización. Creó, con la ayuda del ministro de Educación de la época, Joaquín Ruíz-Giménez (democristiano), el Patronato de las Escuelas Rurales Diocesanas que construyó 272 escuelas en zonas de población dispersa de la provincia de Málaga, así como las escuelas para formar el profesorado. Este microsistema educativo contribuyó, en gran manera, a la erradicación del analfabetismo y a la educación de adultos, al desarrollo comunitario en torno a esas escuelas, la mayoría en zonas de montaña, y a una cohesión social con la aplicación de las técnicas elementales del cooperativismo. Junto a los centros de formación universitaria en Madrid, la red de Escuelas Rurales creada por don Ángel Herrera Oria constituye su gran obra de carácter social. Hay que destacar, también, la promoción de viviendas sociales, la acción en las periferias existenciales muy deprimidas de la zona urbana, y la tarea en sanidad pública aprovechando esas infraestructuras, con médicos y asistentes sanitarios voluntarios. Es de tener en cuenta su destacada oratoria desde la Catedral de Málaga que era transmitida por radio. En aquel tiempo, no existían barómetros para medir el impacto. Sí disponemos de las cifras de miles de niños marginados que pasaron por las Escuelas Rurales.
Como apostilla, el cardenal Herrera Oria, con objetivos de libertad y de justicia social, sostuvo una enérgica correspondencia con el entonces ministro de Información, Sr. Arias Salgado, en favor de la libertad de prensa y de una nueva ley reguladora. Sus cartas al ministro las publicó en el Boletín Diocesano de Málaga (que no estaba sometido a la censura). El 19 de marzo de 1966 se aprueba una nueva Ley de Prensa e Imprenta (“Ley Fraga”), considerada como “aperturista” para aquellos tiempos. Se dice que el obispo-cardenal, que fue un gran periodista, redactó en secreto un borrador de esa Ley y se lo entregó a quien correspondía. Sin duda, de ser así, habría notables diferencias de fondo con la Ley aprobada en 1966.
Al conmemorarse hoy el 50 aniversario de la muerte del obispo-cardenal Ángel Herrera Oria, me pareció lo más apropiado recorrer, como memoria viva, y desde Málaga, su biografía y algunos de los hechos que la acompañan. Sin olvidar su lema: “Por el Bien Común”.