Alfredo Abad, presidente de la Iglesia Evangélica en España; Theophylactos Vitsos, vicario general de la Sacra Metrópolis Ortodoxa de España y Portugal; Tiscar Espigares, responsable de la Comunidad de Sant’ Egidio en España y Cristina Inogés Sanz, teóloga, participantes en el coloquio “Pablo VI y el ecumenismo”
La Fundación Pablo VI celebra con éste el segundo coloquio de la serie de reflexiones dedicadas a estudiar y profundizar en la figura de Pablo VI
No se puede hablar de un ecumenismo efectivo sin atender las divisiones internas que existen dentro de las confesiones religiosas. Los cuatro participantes en el último coloquio celebrado en la Fundación Pablo VI, el 12 de febrero, lo quisieron dejar claro en sus intervenciones, en las que, por un lado, valoraron el gran impulso que el Concilio Vaticano II y Pablo VI dieron a este diálogo y, por otro, reconocieron lo mucho que se ha quedado en el camino 60 años después.
Cristina Inogés, teóloga y autora de la mirada “Pablo VI y el ecumenismo”, que aparece recogida en el libro “Pablo VI, hoy”, editado por la BAC, partió de la idea de que la unidad entre confesiones cristianas existe, pero falta convicción. “Nos falta creerlo, apasionarnos con ella y hacerla creíble de cara al mundo”, lo que, en su opinión, debería pasar por realizar mayores gestos conjuntos, sin miedo ni prejuicios, como los que, dice, han llevado a algunos a escandalizarse porque el Papa haya invitado a la obispa anglicana Jo Bailey Wells, junto a otras dos mujeres católicas, al Consejo de Cardenales que está abordando el papel de la mujer en la Iglesia. Esta reacción “significa conocer poco nuestra historia”, explicó Inogés recordando el simbólico gesto de Pablo VI en el año 1966 con el arzobispo de Canterbury. “¿Qué es más escandaloso, invitar a una mujer obispa o poner el anillo al obispo anglicano para bendecir conjuntamente?”, se preguntó.
En esta misma línea se pronunció Alfredo Abad, presidente de la Iglesia Evangélica en España. “Hay mucha más armonía que conflicto, pero hace falta mucho más coraje y más claridad en nuestros posicionamientos”, sobre todo en lo que se refiere a la paz. De hecho, afirmó, por su parte, Tiscar Espigares, en la instrumentalización de la religión está el origen de muchas guerras. “Creo que si las iglesias fueran realmente hermanas y se pusieran al servicio de la paz habría menos guerras. El problema está en el fundamentalismo, que es cuando las iglesias no se ponen de parte de Dios, sino que tratan de poner a Dios de su parte”.
La Comunidad de Sant’ Egidio, que promueve cada año un encuentro interreligioso mundial para recuperar el espíritu de Asís -aquella histórica jornada de oración por la Paz impulsada por Juan Pablo VI el 27 de octubre de 1986-, trabaja muy activamente en el diálogo entre las religiones como camino fundamental para la paz mundial. Gestos que van muy en la línea de aquel abrazo histórico entre Pablo VI y el patriarca ecuménico de Constantinopla en el año 1964. Fruto de este encuentro se levantaron mutuamente las excomuniones que, también mutuamente, se habían lanzado en 1054 y que fueron el detonante del Cisma entre Oriente y Occidente.
Aquel acontecimiento, reconoció Theophylactos Vitsos, representante de la Iglesia Ortodoxa en España y Portugal, abrió un periodo de entusiasmo y de fuerza que hoy, lamentablemente, como él mismo explicó, “se ha reducido, por las divisiones que vive la propia Iglesia ortodoxa en este momento”.
Unas divisiones que, por otra parte, se dan en todas las confesiones cristianas y no cristianas, contagiadas por el proceso de polarización que vivimos. Para ilustrar esto, Cristina Inogés puso el ejemplo de la Iglesia católica norteamericana, muy ideologizada “por culpa de los propios obispos”. Y Alfredo Abad, haciendo también autocrítica, puso a las iglesias más como partícipes de esa polarización que como víctimas de ella, sumidas, como lo están también las sociedades, en una profunda “crisis de identidad”.
La sensación de estar en minoría, la incertidumbre por el futuro que viven, sobre todo los jóvenes, y las nuevas fórmulas de espiritualidad están extendiendo la tendencia de, por un lado, convertir la fe en un espectáculo y, por otra, de que haya cada vez una experiencia más populista y fanática de lo religioso. Para huir de todo eso, dijo Abad, es necesario, “desde la unidad y el coraje, defender que nuestros planteamientos de fe son inseparables de la justicia y la paz y la dignidad de la persona en todas sus dimensiones”. Y confiar en la oración, apuntó, por su parte, el vicario general de la sacra metrópolis ortodoxa de España y Portugal. Porque “no puede existir diálogo sin oración”.
La paz, el cuidado de la Casa Común, el llamado “ecumenismo de la sangre”, que es la unidad en el martirio de la sangre derramada por la fe…, son muchos los temas en los que es urgente el diálogo y el encuentro entre religiones, porque “las Iglesias ganan credibilidad estando unidas”, explicó, para finalizar, Tiscar Espigares. Por eso, añadió Inogés, es fundamental “saber comunicar permanentemente esa unidad” para que no se reduzca solo a una semana, y trabajar también por un ecumenismo “hacia adentro”.