Entrevista publicada en el nº 4.101 de la Revista Ecclesia
Las Semanas Sociales Nacionales fueron un reflejo vivo de la diversidad de la Iglesia. Iker Freiria fue el participante más joven. Con tan solo 23 años, este joven abogado de Molins de Rey (Barcelona) vive la fe con la pasión del recién enamorado, tras vivir la experiencia del primer anuncio y recibir los sacramentos en poco más de un año. Su encuentro con la Iglesia vino desde la política, que hoy no puede entender sin la coherencia con esta fe que acaba de descubrir.
P.- A pesar de ser el más joven, tu discurso en las reuniones de deliberación de Semanas Sociales sorprendió por su firmeza y determinación. Dijiste que antes de ser un político de derechas o de izquierdas, había que pensar en ser un político o un representante público católico. ¿Concibes la fe desde la militancia?
R.- Si se entendió así no me expresé bien. Uno de los errores que se ha cometido en Europa durante los siglos XX y XXI es que se ha asociado muchas veces el cristianismo o el catolicismo con una determinada orientación política. Yo creo que esto es un error. Al final, el catolicismo no es una ONG ni una ideología, es una manera de vivir. Creo que la fe o el hecho de ser cristiano está por encima de esto, va mucho más allá y, por lo tanto, no creo que se pueda mezclar ideología con fe. Lo que sí creo es que la fe contagie de alguna manera la forma de hacer política. Pero yo creo que no se puede mezclar ideología con religión.
P.- Desde este punto de vista, ¿es compatible ser político de izquierdas o derechas con manifestarse abiertamente católico?
R.- Sí, por supuesto. Lo que pasa es que, en el caso del partido socialista, por poner un ejemplo, hay medidas que proponen que van en contra del magisterio de la Iglesia y lo que determina el Evangelio, y te pondré dos ejemplos: la eutanasia y el aborto. El otro día mismo, una compañera de Semanas Sociales me decía que había socialistas que estaban en contra del aborto, pero que no podían decirlo públicamente porque “les cortaban la cabeza”. Entonces, yo a lo que me refería en las sesiones era a esto: a perder el miedo a defender lo que pensamos y ponerlo por encima de las ideas políticas. Porque, al final, defender el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural está por encima de la ideología. Entonces, ¿es perfectamente compatible ser de un partido político de izquierdas y de derechas y ser cristiano? Por supuesto, pero es que hay cosas que aplicadas a la práctica entran en contradicción.
Sesiones de trabajo de la XLIII Semana Social Nacional
P. Pero, entonces, si todos los partidos tienen algo que va en contra del Magisterio, ¿un católico qué debería hacer?
R.- Hay una cosa bastante perversa en España que se llama “la disciplina de voto”. En el Parlamento, normalmente, la cúpula del partido acuerda cuál es la posición de voto de sus diputados, que, o se ciñen o están sujetos a una multa. Creo que esto es un error, porque se acaba eliminando la libertad de conciencia de los diputados y hace difícil que un cristiano en política pueda manifestarse y actuar según ella. Yo creo que al final los puntos de fricción son pocos, pero hay cosas que sí son evidentes, como el aborto o la eutanasia.
“La Iglesia tiene una oportunidad porque cada vez hay más vidas vacías”
P.- Tu acercamiento a la fe es muy reciente y estás casi en esa fase de enamoramiento inicial. No es fácil encontrar ahora mismo jóvenes que se acercan a los sacramentos a tu edad y con esa fuerza, cuando lo que domina ahora mismo es el agnosticismo y el relativismo. ¿A qué crees que se debe eso?
R.- Creo que el paradigma actual en Europa, surgido de mayo del 68 y de la revolución cultural que empezaba a surgir en ese año, es hiperindividualista en todos los sentidos. Un hiperindividualismo que huye del compromiso y de la responsabilidad y se centra solo en el “yo-me-mí-conmigo”. Esto está empezando a hacer aguas, y se empiezan a ver las costuras a un paradigma social que no está dando respuestas. Mucha gente, que está muy acomodada materialmente, encuentra que su vida está vacía y busca un sentido. ¿Qué pasa? Que la Iglesia ha perdido el monopolio de la transcendencia y hay una multiplicidad de ofertas para buscar sentido a la vida. Muchas de ellas son otras religiones, otras combinaciones eclécticas de otras religiones, que acaban convirtiéndose en herejías lucrativas que se aprovechan de la gente y siembran más dudas...
Todo esto puede ser planteado dentro de la Iglesia como una amenaza o como una oportunidad. Porque, al final, cuando uno se plantea con humildad qué sentido le da a la vida, empieza a buscar y se encuentra con una experiencia de fe a partir del primer anuncio, el resto de ofertas se desvanecen como un castillo de naipes. La Iglesia tiene una oportunidad enorme a través del primer anuncio porque cada hay más gente con vidas vacías en busca de sentido.
P.- En tu caso, ¿cómo fue ese encuentro?
R.- En mi casa la fe no formaba parte de la ecuación, desde el punto de vista espiritual, pero siempre, en los múltiples viajes con mis padres, habíamos entrado en las iglesias como centros de esplendor artístico. Dentro de ellas experimentaba cierto espíritu de recogimiento, me atraían mucho, pero siempre desde fuera, desde la curiosidad.
Fueron pasando los años y, con un grupo de jóvenes de mi pueblo, nos presentamos a las elecciones con una candidatura independiente. Un año, para darnos a conocer, montamos un stand en la fira de la Candelera, la patrona de mi pueblo, a la que viene gente de toda la región. Al vernos tan jóvenes y soñadores, una señora nos preguntó si queríamos acompañar en procesión a una imagen de la Virgen de la Candelaria que un vecino cede cada año a la iglesia del pueblo para que sea expuesta durante todo el fin de semana que dura la feria. Dijimos que sí, como algo folclórico, y la subimos en procesión hasta la iglesia. La verdad es que, en ese momento, la estampa era como la de una película de Berlanga… Cuando entramos en la iglesia, el párroco bendijo con agua bendita la imagen y, al tiempo que se cantaba, se hizo el rito de encendido de las candelas. De pronto, mientras estaba parado y ensimismado con mi candela, sentí un escalofrío de la cabeza a los pies, cuando una voz interior muy fuerte, me dijo: “es esto, es aquí y es ahora”. Me quedé tan helado que pensé que estaba soñando; y, así, un poco embriagado, me senté en los bancos a escuchar misa y, entonces, el sermón que dio el párroco fue como hecho a medida. Básicamente lo que venía a decir era que, aunque el camino lo abríamos nosotros, el Señor a través de esa vela (usando la metáfora de la candela) lo iluminaba y nos guiaba.
Con esa experiencia me fui a casa, donde estuve dando vueltas a lo ocurrido durante unas semanas, hasta que, al cabo de un tiempo, decidí ir a hablar con el párroco, que me animó a iniciar el camino del catecumenado. En ese momento tenía 20 años. En septiembre de 2019 empecé el catecumenado de preparación para el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación, con una duración de 10 meses para que coincidieran con Pentecostés. Pero, la pandemia lo aplazó todo y se celebró finalmente el 31 de octubre de 2020, con mis abuelos como padrinos.
P.- Casi se puede decir que este encuentro fue gracias a la política... ¿En qué quedó la experiencia de ese grupo de jóvenes después de esto?
R.- Pues nos presentamos en el 19 y no nos comimos ni un rosco. Éramos un grupo de jóvenes que pensaba distinto, pero que nos pusimos de acuerdo en un programa municipal, para el beneficio de nuestro pueblo. El jefe de lista tenía 23 años, yo 20, e hicimos una campaña “con un zapato y una alpargata”, como se dice aquí, pagada de nuestros bolsillos, muy local y humilde y nos quedamos bastante lejos de entrar. Pero la idea es no desfallecer y volvernos a presentar el año que viene.
“Hay que hacer atractivo el paradigma social y cultural cristiano”
P.- Desde la experiencia que vives, ¿cómo ves a la Iglesia? ¿Crees que llega a los que están lejos? ¿Crees que, en el contexto actual, cada vez habrá más gente que se aleje, tal y como muchos dicen?
R.- Creo que la Iglesia está en un cruce de caminos (sobre todo lo veo aquí en Cataluña, donde la secularización está más avanzada que en resto de España); y, en esta encrucijada, puede optar por un camino u otro. Si sigue la inercia actual y no da un cambio de rumbo, la Iglesia se va a encaminar a la irrelevancia y la marginalidad y los datos son muy claros. El otro camino, es el de perder el miedo y abrazarnos a una Iglesia de primer anuncio, de creernos de verdad lo que dice el Papa, que somos discípulos y misioneros, dando ejemplo con nuestra vida y evangelizando.
Es en esto donde nos tenemos que poner las pilas porque mi caso no es excepcional. Yo conozco gente a la que le ha pasado una cosa parecida a la mía, empezando, por ejemplo, por mi padre, que tampoco está bautizado. Le invité a un retiro de Emaús, se encontró con el Señor y ahora está empezando el camino que inicié yo hace un par de años. Y con estas experiencias que se están promoviendo (Effetá, Emaús), se están empezando a cambiar las tornas.
Por otra parte, creo que, en la Iglesia, tal y como se vio en las Semanas Sociales, hay como dos almas: una más social y otra cultural. Sobre la primera, creo que deberíamos llegar a la conclusión de que no podemos permitirnos ser una ONG. Es innegable y es inevitable el mensaje social del Evangelio, que debe tener consecuencias sociales hacia los pobres, los descartados, los marginados, etc… Pero también debe tener una dimensión cultural, de cambiar la estructura, de volver a lo que éramos y no renegar del sustrato y el fundamento cristiano que tiene la civilización occidental. Puede sonar como algo muy retrógrado o muy de extrema derecha, pero no lo es. Es la radical actualidad del Evangelio, que impregna lo social, lo cultural y lo político.
“No podemos renegar del sustrato cristiano que tiene la civilización occidental”
P.- ¿Hablas de dar una batalla cultural? ¿No crees que ese lenguaje evoca épocas muy pasadas? Pablo VI hablaba de diálogo y encuentro con visiones diferentes, por ejemplo.
R.- Al final es semántica. Yo creo que Pablo VI fue clarividente en su etapa como Pontífice cuando hablaba del diálogo. Pero en esa etapa se estaba fraguando la semilla del paradigma que vivimos ahora. Hasta ese momento, el paradigma en Occidente era cristiano. Ahora ha cambiado y el paradigma que ha ganado en esa “guerra semántica” es el otro. Yo creo que la situación de los años 60 y 70 no es la misma que tenemos ahora. Cuando planteo el término guerra cultural, quizá pueda parecer una palabra un poco fuerte, pero creo que al final es confrontar ideas, alternativas y paradigmas sociales y culturales. Hay un paradigma social dominante que es hiperindividualista al que se le ven las costuras, que no está dando respuesta y que genera vidas vacías. Y hay otro, que es el que sale del Evangelio, que no es nuevo, es el de siempre. Y no hay que plantearlo como una cosa en contra de la otra, sino como cuando uno va por las tiendas y va mirando escaparates y compra lo que le gusta.
En este sentido, hay que hacer atractivo el paradigma social y cultural cristiano desde la proactividad y desde un lenguaje y mensaje positivo, porque al final la batalla de las ideas también es la del relato y, si algo hemos perdido, es esa batalla. Hay que volver al relato y ser proactivos comunicando, con el propio ejemplo de referentes cristianos en la vida pública, que es lo que nos falta.
P.- Dame alguna idea, desde tu juventud, para hacer creativo esto.
R.- Al final, más que empezar de arriba abajo hay que empezar de abajo a arriba, con una masa crítica potente que se crea el cambio. Yo lo representaría como una pirámide de Gauss dividida en dos partes: los progresistas (innovadores) y los conservadores. En la primera parte de la campana de Gauss, a la izquierda, están los visionarios, que son muy pocos; luego están los pioneros, que son algunos más; luego están la mayoría de innovadores, la mayoría de conservadores y los rezagados. Con una masa crítica de un 5-10% de los cristianos que se crea esto, que podamos convertirnos en auténticos referentes, el cambio ha empezado a producirse, porque al final esto se contagia. Te pondré un ejemplo. En mi realidad política más local y en los amigos en el ámbito catalán que quieren volver a poner el centro político en la palestra, hay un montón de jóvenes cristianos que están deseando llevar adelante esto. Son gente que tiene sensibilidad cristiana, que no habían tenido primer anuncio y que lo quieren tener. Se están inspirando en referentes que ven a su alrededor, cristianos de una pieza, que participan en obras de caridad y tienen vocación política y de servicio. El ejemplo positivo mueve montañas, mucho más que las moralinas y los sermones.
P.- Estás vinculado al grupo de Amigos de Joan Roig. ¿Quién era Joan Roig y por qué es una inspiración para personas de tu perfil?
R.- Joan Roig era un chico de Masnou que nació en 1917, hijo ejemplar, estudiante ejemplar, muy implicado en su parroquia… En el año 1936 se desata la Guerra Civil y en Cataluña, durante la revolución anarquista y comunista, los primeros que están en el punto de mira son los católicos. Van a conventos, matan a frailes, monjas y católicos significados. Él es consciente de que está en el punto de mira y de que tarde o temprano le van a venir a buscar. Y así ocurrió y, cuando se lo están quitando de los brazos a su madre, que era inglesa, dice una cosa que se convierte en uno de los lemas de la Asociación “God is with me”. Se lo llevan a las afueras del pueblo y allí, de rodillas, mientras les perdona con una sonrisa en los labios, le matan. Hace poco le hicieron beato y, en torno a este paradigma referente, se creó este grupo de gente con vocación de servicio a la vida pública en todos los ámbitos de la sociedad, no solo desde la política. También la economía, la caridad, la sociedad civil... Somos mucha gente que, desde nuestros ámbitos, quiere dar ejemplo y testimonio del paradigma del mártir Joan Roig.
P.- Después de este proceso de conversión. ¿Cómo es tu vida y la relación con tu familia y amigos? ¿Cómo ha influido este cambio de vida en lo concreto?
R.- A ver, esto te cambia la vida, le da la vuelta. A nivel familiar sorprendió. Pero, desde el respeto, la comprensión y el amor, la verdad es que ha sido muy fácil y me he sentido acompañado en todo momento. En cuanto a la relación mis amigos, el grupo que yo tenía aquí en el pueblo no ha cambiado y están empezando a descubrir la fe. Entonces, sí que puedo decir con toda la humildad del mundo que mi experiencia ha servido como palanca para otros. Y luego, en lo concreto, una de las cosas que he aprendido es a santificar la espera. Al final nuestra generación está muy acostumbrada a los estímulos constantes y a las recompensas inmediatas y esto me ha ayudado a no esperar recompensa al esfuerzo en el corto plazo. Esto es difícil, me cuesta, pero este cambio, aplicado al mundo de la política, cambia todo. Porque pasas a sacrificarte y echar toda la carne al asador sin esperar la recompensa inmediata.
P.- Estás ahora ya en la última etapa de tu formación y una gran carrera como abogado por delante. ¿No tienes miedo de que esta manifestación tan abierta de lo que tú sientes o vives te pueda cerrar alguna puerta en algún momento?
R.- No. Al final una de las cosas que me ha dado la fe es el arrojo, la imprudencia o la valentía de tirarme a la piscina haya o no haya agua. Y no, no tengo miedo a las consecuencias. Porque si esto me cierra alguna puerta, me abrirá alguna ventana. Si algo ha caracterizado mi camino de fe, es que ha sido siempre de cara y he perdido la vergüenza a manifestarla abiertamente. Estoy tan agradecido, tan contento, tan pletórico y feliz que esto o lo saco, o me comerá dentro. Ser discípulo misionero es esto, ir con el corazón por delante, abierto, y si hay consecuencias negativas, pues la pagaré. Y, si las hay positivas, pues daré gracias a Dios y ya está.
Sandra Várez,
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI