“La actividad empresarial es esencialmente una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos”. Lo dice el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti y lo viene repitiendo el magisterio de la Iglesia en los sucesivos documentos referidos a la cuestión económica. En Caritas in Veritate, Benedicto XVI habla de que “la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino el de todos los sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos de producción y la comunidad de referencia”, y Centesimus Annus se refiere a ella como una comunidad de hombres que, de distintas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera” (CA35).
La DSI ofrece un marco de principios de actuación para todos aquellos que buscan hacer de la actividad empresarial ese “noble oficio” del que habla el Papa, y son muchos los que la intentan vivir y la aplicar en su día a día. Desde su experiencia de más de 30 años Javier González de Lara y Sarriá, presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía y vicepresidente de la CEOE, se muestra convencido de que “sin ética no hay éxito económico, ni éxito empresarial”.
P. ¿Cómo hacer reales los valores de la Doctrina Social de la Iglesia en el ámbito de la empresa? ¿Es posible sin dejar de rentable?
R.- La Doctrina Social, como bien saben los lectores, es la enseñanza moral que la Iglesia ofrece como respuesta a los problemas económicos y sociales que surgen en la historia. No son recetas ni soluciones a dichos problemas, sino principios y orientaciones que, a la luz del Evangelio, ayudan a vivir de forma más fraterna.
Como cristianos, nuestra responsabilidad es construir un orden social justo y fraterno cimentado en estos valores, que contribuya a la convivencia pacífica y a la dignidad y desarrollo integral de la persona. Y hacerlo cada uno desde el lugar que ocupa en la sociedad, como los empresarios desde su empresa.
En este sentido, la empresa enseña la importancia de valores que ahora parecen desterrados y que son esenciales, como el esfuerzo, el tesón, la iniciativa y el mérito. Todo ello se hace en la empresa de manera compartida entre trabajadores y empresarios, porque en ella se enseña también la necesidad de empujar todos con firmeza en la misma dirección para lograr los objetivos. Por eso, la defensa de estos valores no está reñida en absoluto con una legítima rentabilidad.
P.- ¿Cree que la política actual está convirtiendo al empresario en el “pagano” de los problemas sociales?: la falta de acceso a un trabajo digno, las altas tasas de paro, el futuro de las pensiones…
R.- En muchas ocasiones, desgraciadamente, es así. Gobernar es afrontar constantes retos, anticiparse al futuro y dialogar permanentemente con la sociedad. La forma de hacer efectivo ese diálogo en el ámbito socioeconómico es con el Diálogo Social, que es la principal infraestructura de un territorio porque lo desarrollan el gobierno con los agentes económicos y sociales más representativos, y resulta ser un verdadero factor de estabilización económica y social.
Como dice la OIT, el principal objetivo del Diálogo Social es la promoción del consenso y la implicación democrática de los principales actores en el mundo del trabajo. Su correcto desarrollo soluciona problemas, favorece el buen gobierno, mejora la estabilidad en las relaciones entre las partes y contribuye positivamente al progreso económico y social de un territorio. Su falta, sin embargo, genera tensiones, injusticias y arbitrariedades.
No debemos olvidar que todas las políticas que desarrolla un gobierno son susceptibles de facilitar o dificultar la lucha contra el paro, la creación, el acceso o el mantenimiento del empleo, la dignidad de éste, o también el cuidado de las pensiones. De ahí la importancia de tener esa visión amplia y de garantizar la participación efectiva de los agentes económicos y sociales más representativos a través del Diálogo Social.
Javier González de Lara junto a Fátima Báñez
en la XLIII Semana Social de la Conferencia Episcopal Española
P.- En el último encuentro de empresarios católicos en Santiago de Compostela a principios de abril, el Cardenal Juan José Omella insistió en una idea ya recogida por el Papa en la Fratelli Tutti de que la finalidad del empresario católico no puede ser solo ganar dinero. ¿Es compatible la generación de riqueza y el crecimiento con una economía al servicio de las personas? Póngame algún ejemplo de modelo de empresario andaluz que trabaja en esta línea…
R.- Por supuesto que sí. Lo más importante de una empresa es su factor humano pues, a fin de cuentas, somos un conjunto de personas que tenemos como función la elaboración y prestación de bienes y servicios que satisfacen necesidades sociales.
Esto es lo que en CEA bautizamos como la “CEA de las personas”, con el objetivo de propiciar esa relación entre las personas y las empresas, a través de varias vías. Por ejemplo, la relación entre los trabajadores y los empresarios a través de la negociación colectiva, que debe ser la clave de bóveda de las relaciones laborales, reforzando las políticas de dignificación del empleo, del Diálogo y la Paz Social.
También entre consumidores y empresas, generando confianza y seguridad, apostando por la sostenibilidad real, aquella que compatibiliza la preservación del medio, con el desarrollo económico. O también, en tercer lugar, entre trabajadores, clientes e inversores. No podemos olvidar al inversor, al impulsor y generador de la actividad empresarial.
Los empresarios somos “figuras imprescindibles de progreso” que nos desenvolvemos en este difícil ecosistema socioeconómico para crear prosperidad. Personas que hemos optado libremente por invertir nuestro tiempo, esfuerzo, sacrificio, conocimiento y patrimonio en generar un proyecto de vida. Y, por eso, estamos legitimados también a obtener un beneficio a cambio del riesgo asumido.
Son muchos los ejemplos que podría poner de modelos de empresarios andaluces que trabajan en esta línea y sería muy injusto señalar solo a uno.
Javier González de Lara en la XLIII Semana Social junto a su presidente, Jesús Avezuela; el Arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses; la presidenta de la Fundación CEOE, Fátima Báñez; y la secretaria general de Cáritas, Natalia Peiro
P.- Usted ha sido el pregonero de la Semana Santa de Málaga y se muestra abiertamente religioso, pero no es frecuente que un empresario manifieste abiertamente sus convicciones religiosas. ¿La neutralidad empresarial ha acabado expulsando los valores religiosos y morales de las empresas?
R.- En absoluto. Como digo, son muchos los empresarios que se conducen en su actividad bajo los valores del Evangelio, los de la Doctrina Social de la Iglesia, porque son cristianos y así lo practican en su vida.
Como ocurre en todos los ámbitos profesionales, también los empresarios debemos manifestar nuestra fe fundamentalmente a través del testimonio. Siendo buenos profesionales, serios, rigurosos, honestos, generosos… Y a partir de ahí, transmitir los valores del Evangelio. Y cuando toque hablar, también dar entonces testimonio de fe, pero nunca solo de palabra sin el apoyo de las obras.
Yo soy uno de ellos, que intento vivir mi fe en el lugar que ocupo en la sociedad y en los distintos ámbitos donde se desenvuelve mi actividad, tanto profesional como social. He tenido el honor de ser Pregonero de la Semana Santa de Málaga este año y lo he vivido, además de como un auténtico privilegio, también como una oportunidad para anunciar esta celebración, desde mis vivencias cofrades de muchos años, mis convicciones religiosas y mi experiencia de vida en general, porque todo ello forma parte de la persona.
La actividad empresarial de un cristiano le llevará, necesariamente, a vivirla según los valores del Evangelio, con lo que no solamente no se habrán expulsado, sino que estarán encarnados en el testimonio del día a día.
“Los empresarios debemos creer en un modelo más solidario, en el que cabe perfectamente el desarrollo personal, el desarrollo empresarial y el desarrollo social”
P.- Se ha introducido en las empresas la moda de la RSC cuando muchos de estos valores son principios de la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Qué opina?
R.- Con más de 30 años en la actividad empresarial y en sus organizaciones representativas, lo que me aporta una visión muy amplia de esta realidad, creo que tengo argumentos suficientes para afirmar que la inmensa mayoría de los empresarios estamos comprometidos con el principal elemento de progreso, que es el factor moral.
Los empresarios debemos creer en un modelo más solidario, en el que cabe perfectamente el desarrollo personal, el desarrollo empresarial y el desarrollo social. En este último se encuadra el ejercicio de la responsabilidad social que tantas empresas vienen llevando a cabo desde hace muchos años.
Situaciones como la que estamos atravesando actualmente por la pandemia, la crisis económica consiguiente, o lo que se está generando en Europa por la invasión de Ucrania, nos enseñan que hay que recuperar con firmeza, el componente moral. Porque sin ética tampoco hay éxito económico, ni hay éxito empresarial.
Por eso también los empresarios (salvando el riesgo que significa generalizar, tanto para bien como para mal), somos cada vez más transparentes en nuestro día a día, tenemos un mayor compromiso público, desarrollamos prácticas responsables en el ámbito económico y social, gestionamos de forma más adecuada los recursos humanos, tenemos cada vez una mayor preocupación por la salud y seguridad en el trabajo y respeto por el medio ambiente. En definitiva, cada vez tenemos más elevados niveles éticos de actuación.
“Sin ética tampoco hay éxito económico, ni hay éxito empresarial”
P.- Ser empresario y emprendedor en España, ¿es cada vez más difícil?
R.- Siempre ha sido difícil, por lo que tiene de apuesta, de riesgo, de incertidumbre. Lo que ocurre es que hay contextos en que estas dificultades se ven agravadas por determinadas actuaciones políticas o marcos normativos.
Por eso es tan necesario garantizar la estabilidad política e institucional, basada en el consenso y diálogo. Porque su falta afecta a cuestiones prioritarias y estratégicas para el desarrollo económico y empresarial.
También es fundamental generar confianza a través de la estabilidad y moderación y poner en marcha medidas que favorezcan la actividad empresarial, para lo cual es imprescindible que de forma transversal se trabaje por la mayor seguridad jurídica y que toda actuación se diseñe y ejecute teniendo en cuenta un principio fundamental de nuestro entorno como es la libertad de empresa.
Debemos reivindicar la figura del empresario, porque sigue habiendo muchos clichés y estereotipos injustos alrededor de su figura, y creo que su función debe ser más prestigiada por la sociedad, y percibirlo como alguien que aporta valor de forma tangible a su entorno, que crea, distribuye bienes y servicios y que mejora con su actividad el nivel de vida de quienes le rodean.
Sandra Várez,
Directora de Comunicación Fundación Pablo VI