Cada vez hay más consciencia de que lo económico no puede ir por un lado y la moral por otro, sino que todo, incluso las inversiones deben tener un componente ético. En un momento de gran turbulencia y cambio, donde las decisiones que se tomen en el ámbito financiero tienen cada vez más trascendencia y repercusión en el sistema económico global, crecen las empresas e instituciones que demandan guías o parámetros para orientar sus decisiones. El Observatoire de la Finance, creado en el año 1996, tiene como objetivo, precisamente, ayudar a generar vínculos entre las técnicas y prácticas financieras y las exigencias del bien común. Su director, Paul Dembinski, economista y profesor de la Universidad de Friburgo, ha estado este mes de febrero en la Fundación Pablo VI para reflexionar, junto a una veintena de expertos de este ámbito, sobre cómo impulsar “Un sistema financiero al servicio del bien común” que tenga en cuenta los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Este es precisamente el título del documento de COMECE (la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea) coordinado por el propio Dembinski para estimular un debate a nivel europeo sobre la promoción de un cambio del comportamiento financiero en personas y empresas y reducir los efectos negativos de la crisis social y climática.
P.- ¿En qué sentido puede iluminar la Doctrina Social de la Iglesia al mundo de las inversiones?
R.- El mundo de las inversiones es muy complejo. Hay dos partes de inversión. Por una parte, inversiones reales o productivas, que consisten en la adquisición de bienes para la producción de otros bienes; y las inversiones financieras, que suponen el cambio de titularidad de un bien. Una por parte del empresario y la otra en el ámbito de las finanzas. La Doctrina Social de la Iglesia va más orientada a la primera parte de la inversión, a la actividad del empresario, para quien la inversión es un paso para crear riqueza futura. En la inversión especulativa o bursátil, está menos claro. Hay documentos recientes, como el Mensuram Bonam que dan algunas pistas para esa inversión financiera y que están basados en los criterios de exclusión. La exclusión de algunos sectores o actividades no debería ser parte de la posición bursátil de los cristianos. Pero es solo un aspecto el que se aborda desde el punto de vista moral. La única posición de la Iglesia al respecto ahora mismo.
P.- La COVID-19 y la crisis de suministros generada por la guerra de Ucrania ha puesto en entredicho un modelo de economía basado en la deslocalización empresarial, ¿cree que este modelo está agotado? ¿Qué ventajas e inconvenientes hay?
R.- Por supuesto que las consecuencias de la guerra de Ucrania y la pandemia han puesto en cuestión el modelo económico, porque han impactado muy directamente en la economía mundial. Llevamos 30 o 40 años de globalización en la que una de las principales acciones fue la deslocalización de las actividades industriales de países del norte al sur, incluyendo China. No estoy seguro si vamos a ver una inversión en este proceso que lleve a una relocalización. Pero la tendencia generalizada a la deslocalización creo que se acabó. Ahor bien, es posible que haya algunos sectores en los que vamos a observar esa relocalización por razones estratégicas o por el control de tecnología; y se hará principalmente por decisiones estatales, por la seguridad de los proveedores, etc.
P.- Se ha visto también cómo la pandemia ha impactado de forma desigual dependiendo del nivel de riqueza de cada país. Pero los retos sanitarios y ecológicos son los mismos para todos. ¿Está funcionado la solidaridad europea para que nadie quede atrás?
R.- Hay dos niveles de solidaridad, uno europeo y otro global. A nivel global había tentativa de hacer un Global Fund para aliviar los riesgos pandémicos. No estoy seguro de si fue fracaso o éxito, pero parece que no funcionó del todo. En cuanto a la solidaridad europea, el instrumento que tiene la UE ha sido el de la financiación con un paquete de 700 billones de euros para ayudar a la inversión ecológica en los países. Éste ha sido un buen paso y una oportunidad para la solidaridad y la superación de esta crisis geopolítica y pandémica.
Paul Dembinski en el seminario de trabajo celebrado en la Fundación Pablo VI
P.- ¿La crisis energética está diluyendo la lucha contra el Cambio Climático como una de las prioridades de la UE, cuando ahora en lo que estamos es en que la gente pueda abrir el agua caliente o pagar la calefacción?
R.- Durante 20 años no se ha hecho mucho y ahora hay que elegir. Hay una racionalidad de corto plazo y una visión de largo plazo. Pienso que los instrumentos políticos deben pensar en una alternativa que sea la combinación de los dos horizontes temporales, pero no es fácil. Si elegimos calentarnos hoy y no pensamos en qué les pasará a las futuras generaciones, será una perspectiva miópica. Es verdad que esto es una característica del ser humano, pero creo que no hay una visión moral fuerte.
P.- En un documento que usted ha coordinado para COMECE habla de la necesidad de prevenir el sobreendeudamiento público y privado. ¿Cree que se ha producido un abuso del crédito y la deuda? ¿Cómo se puede utilizar el crédito al servicio del bien común? ¿Cómo incrementar la responsabilidad y el discernimiento entre los deudores?
R.- El crédito es un instrumento muy importante en el desarrollo económico de los países occidentales y del mundo, pero también desde el punto de vista moral es un instrumento muy frágil. Porque es una distribución de riesgos y de costos. Quien toma el crédito se enfrenta al riesgo futuro y el que lo concede ha de tener la certeza del retorno. Esta simetría es un problema moral muy importante, sobre todo para imaginar soluciones cuando la deuda tiene un tamaño que no es soportable para el actor que la ha contraído. Este es el principal problema del sobreendeudamiento a nivel individual que se da en países de la UE. Hay mecanismos en el FMI para aliviar el peso de la deuda en los países más pobres.
Seminario de trabajo Un sistema financiero al servicio del bien común
P.- ¿Un sistema más redistributivo es siempre a costa del empresario que es el que genera la riqueza y el empleo?
R.- La gente que paga las tasas de impuestos más altas son empresarios, pero no solo, también rentistas. Hay una pregunta moral, entonces ¿cuál es el nivel marginal de impuestos aceptable? ¿40, 50…100%, como sugerían algunos? Claro que cuando se habla de impuestos quien más paga está en la cúspide, pero eso no significa que haya que sancionar al mundo empresarial, pero hay muchos pequeños y medianos empresarios que no están en la cúspide de la pirámide fiscal a los que claramente se les puede perjudicar.
P.- ¿Qué es para usted una distribución más justa de los recursos?
R.- La medida perfecta es cuando no hay exclusión. No es una respuesta cuantificada, es una respuesta que tiene también en cuenta los mecanismos de inserción, de funcionamiento del tejido social, de capital humano…La riqueza no es solo el dinero, la dimensión relacional es también muy importante. No puedo responder a esta pregunta solo desde el punto de vista economicista. Hay que ampliar la perspectiva al tema de la integración y no-exclusión.
P.- Las siglas o la etiqueta ESG acompañan cada vez más a las inversiones, pero no siempre se corresponden con unos criterios éticos. ¿Cómo evitar que esta etiqueta sea algo más que márketing?
R.- El tema de los criterios ESG es muy amplio, porque es una etiqueta que tiene su valor como anuncio, pero no tiene clara su definición de contenido. Es el problema de esta etiqueta, que hay varios análisis, varios métodos de selección, etc. ¿Cómo equilibrar? Hay dos caminos que convergen: uno de marco regulatorio y otro de intención de los inversores. Si los inversores están interesados en el efecto de su dinero sobre el funcionamiento de la economía, se necesita ir más al fondo de la simple etiqueta, pues hay que tener en cuenta cuáles son los métodos utilizados, las métricas de las inversiones. Y eso requiere de un esfuerzo importante desde el punto de vista del inversor. Ese es un camino. El otro es el que tiene que ver con el marco regulatorio, para ver cuáles son las definiciones más obligatorias de lo que se pone detrás de las siglas ESG.
Sandra Várez
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI