Devolver los valores cristianos al centro del debate sobre el futuro de Europa es el mensaje que han lanzado los obispos miembros de COMECE en la antesala de las elecciones europeas. Ante la amenaza latente a la paz y seguridad, la colonización tecnológica, la pérdida del espacio geopolítico, y el auge de los movimientos euroescépticos extremos urgen a recuperar las bases sobre la que sustenta el proyecto que empezó a construirse hace 70 años: la paz, la solidaridad y la participación. Porque del 6 al 9 de junio próximo los ciudadanos europeos iremos a votar sin ser quizá conscientes de que lo que nos estamos jugando es nuestro propio lugar en el mundo y con él la capacidad de responder a los grandes desafíos del momento, como son el tecnológico o el valor de la democracia.
La Fundación Pablo VI, en uno de sus últimos seminarios permanentes, pone el foco precisamente en la respuesta de Europa frente a la revolución tecnológica y la transformación del trabajo. Y también en la importancia de cuidar los cimientos sobre los que se sustenta la Unión Europea -la solidaridad y la participación-, que siguen teniendo hoy plena vigencia, como dice el coordinador de estos espacios de reflexión, Domingo Sugranyes.
En esta línea para el día 23 de abril, se ha organizado una jornada que ahondará en la actualidad de estos valores con expertos de toda Europa, como el expresidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; el expresidente de la Comisión Europa, Romano Prodi; el presidente de COMECE, Mons. Mariano Crociata; los filósofos Tomas Halik, (Universidad Carolina de Praga), Adrian Pabst (Universidad de Kent) y Julio Martínez SJ (Universidad Pontificia Comillas); el historiador Juan María Laboa; o los exministros Ana Palacio e Íñigo Méndez de Vigo, entre otros muchos, estarán en el elenco de participantes.
P.- El proyecto europeo está sustentado sobre una base moral y los valores del humanismo cristiano (solidaridad, justicia, paz). ¿Están vigentes esos principios? ¿Son compatibles con los retos a los que se enfrenta Europa?
R.- Los fundadores del proyecto europeo se inspiraban en los valores del humanismo cristiano, pero también en tradiciones más recientes: las instituciones democráticas, el liberalismo económico, el socialismo, la protección social… Esta herencia moral no sólo es compatible con los retos actuales; es imprescindible para superar las dificultades actuales y renovar lo que se ha llamado “la economía social de mercado”.
P.- Hay quien piensa que Europa está traicionando a esos principios fundacionales porque no está sabiendo dar una respuesta solidaria ni ante el reto migratorio, ni ante la guerra, ni ante el drama de los refugiados. ¿Está de acuerdo?
R.- En todas las épocas es difícil mantener y aplicar unos principios morales frente a las duras realidades de un mundo competitivo, y frente a una deriva que aumenta las desigualdades. La inspiración cristiana no lleva a juicios morales a priori, sino que debe ayudarnos a analizar las situaciones y diseñar políticas generosas en un mundo imperfecto. La realidad de las migraciones, frente al “invierno demográfico” europeo, requiere un análisis profundo, sin dejar que el sensacionalismo y los dramas de la inmigración ilegal impidan ver los hechos. Esperemos que, en las próximas elecciones, al comparar los programas de unos y otros, sepamos leer la calidad del compromiso de cada partido con los principios inspiradores de un humanismo compartido, y decidir en consecuencia.
P.- La regulación europea en materia de inteligencia artificial pretende ser una llamada de atención ante los posibles riesgos y un ejemplo para otros países (EEUU y China). Pero sus valores no son los nuestros. ¿Cree que nos sitúa en posición de desventaja? ¿Perderá Europa relevancia?
R.- Europa está en posición de desventaja competitiva porque las big tech son norteamericanas y chinas, principalmente. Al innovar imponiendo a quien quiera operar en Europa una regulación equilibrada, respetuosa de los niveles de peligrosidad, pero exigente, la UE puede repetir el “efecto Bruselas”, la influencia mundial que ha tenido en la normativa sobre protección de datos. En ese caso, ganaríamos relevancia. Es pronto para concluir, porque la tecnología y sus aplicaciones, tanto en el sector público como en el privado, están cambiando rápidamente.
P.- En las próximas elecciones europeas muchos temen un auge de partidos extremos, que venden, por una parte, un relato identitario y, por otra, se declaran abiertamente antieuropeístas. Algunos se muestran incluso neutrales o próximos a Putin. Por esto mismo, hace unos días Ignasi Guardans dijo en la Fundación Pablo VI que el mayor riesgo para Europa está dentro y no fuera. ¿Cuál es su opinión en este sentido?
R.- Indudablemente. Pero es necesario reflexionar sobre lo que late debajo de esta carrera identitaria y sobre las razones del éxito de los extremos. Quienes deberán evolucionar son los partidos que ocupan el centro mayoritario, buscando vías de coalición constructiva más que un debate polarizado e infértil. La UE es un buen ejemplo en este sentido de las coaliciones y de la negociación. Nuestra reflexión sobre la “ciudadanía participativa” pretende avanzar en el necesario camino hacia más debate abierto y más acción conjunta.
P.- La jornada internacional que celebramos en la Fundación Pablo VI trata de poner en valor la ciudadanía europea y su participación. ¿Por qué? ¿Ha perdido fuerza la identidad europea dentro y fuera? ¿Por qué triunfan cada vez más los euroescépticos?
R.- Se trata de superar un debate superficial en el que el calificativo de “euroescéptico” no es más que un arma arrojadiza para debates internos, y la crítica de las instituciones europeas un chivo expiatorio para nuestra propia incompetencia. Frente a ello, intentamos contribuir a promover el interés y el conocimiento genuinos de la realidad política de la Unión Europea, un ámbito que es nuestro y en el que nuestra opinión y nuestro voto cuentan.
P.- ¿Qué papel debe jugar la Iglesia hoy en la construcción europea?
R.- Las iglesias cristianas están cada vez más presentes en los debates europeos. A través de COMECE – que estará representada en la jornada por su presidente, el obispo italiano Mariano Crociata, y por su secretario general, el sacerdote español Manuel Barrios – las conferencias episcopales europeas de la Iglesia católica juegan un papel activo de think tank y lugar de encuentro. En esta perspectiva es especialmente importante la dimensión ecuménica, el diálogo con las confesiones cristianas ortodoxas y evangélicas reformadas, ya que todas atesoran en su herencia parte de la inspiración ética de los fundadores. Y no lo es menos el diálogo interreligioso, especialmente con judíos e islámicos, tan necesario en el doloroso contexto actual de guerra en nuestras puertas.