La sociedad actual invita a la inmediatez, al análisis superficial y al debate basado en la emoción en vez de en la razón. El consumo indiscriminado de contenidos de manera acelerada y frívola fruto de las nuevas tecnologías, la carencia de materias como la filosofía o el latín en la enseñanza española o la pérdida del hábito de una lectura calmada y reflexiva nos empobrece intelectualmente. ¿Hay alguna solución para frenar esta tendencia?
El periodista Pedro García Cuartango ha publicado recientemente su último libro, Iluminaciones, en el que reivindica los clásicos y su lectura como antídoto para salir de la mediocridad.
P.- Pedro, ¿qué es Iluminaciones?
R.- Es una guía personal sobre libros, sobre películas y sobre canciones. Es un texto profundamente subjetivo, en el sentido de que yo no pretendo aportar nada nuevo. No pretendo descubrir aspectos inéditos de esas obras. Lo que pretendo hacer es una interpretación subjetiva, transmitir mi pasión por todo lo que escribo.
P.- ¿En este tránsito que haces por las obras de arte, por la música, por la literatura, ¿cómo ve una persona con tu inquietud intelectual el mundo de hoy?
R.- Bueno, yo tengo 69 años y, no tengo ningún problema en decirlo, siento una cierta desconexión. El mundo ha cambiado profundamente, porque la sociedad y el entorno en el que yo viví en mi juventud ha dejado de existir, por el impacto de las nuevas tecnologías o de las redes sociales... Yo soy una persona acostumbrada a la cultura de lo impreso, a los libros y a leer, y cada vez me siento más desconectado de este mundo. Creo que eso, además, es un problema de entrar en la vejez y es bastante negativo, pero es la realidad. Me siento más tentado a volcarme en mi interior, en la lectura, en la introspección y a retirarme de este mundo. No digo que no me interese, porque me interesa mucho, pero me identifico muy poco con él. Aunque parezca una paradoja, yo me defino como un pesimista activo. Y este pesimismo también es una autoprotección. Pero eso no significa que no tenga curiosidad, tengo la misma curiosidad que cuando era un adolescente. Sigo leyendo periódicos, libros y escuchando las tertulias en los medios. Sigo muy interesado por la actualidad política, y por lo que pasa en España y en el mundo. Y, sobre todo, sigo leyendo los suplementos culturales, descubriendo libros nuevos. Sigo con la inquietud intelectual que siempre he mantenido.
Me interesa mucho el mundo actual, pero me identifico muy poco con él, soy una persona acostumbrada a la cultura de lo impreso
P.- Se dice mucho que la sociedad de ahora es, si me permites la expresión, más torpe, menos culta, que lo era antes ¿cómo lo ves tú?
R.- Es un debate muy interesante el tema de la barbarie cultural. Umberto Eco distinguía entre apocalípticos e integrados, los apocalípticos veían los aspectos negativos de la cultura de masas, la alienación, la pérdida de identidad. En cambio, los integrados veían que la tecnología, los medios de comunicación masivos ayudaban a difundir la cultura. Yo creo que es una mezcla.
En el libro llego a decir, incluso, que la lectura ha muerto. Pero también lo digo en un sentido paradójico. Cuando yo era adolescente, por ejemplo, me iba a los pinares de Burgos las tardes de verano a leer. Allí me refugiaba bajo la sombra de un árbol y leía a Tolstoi, a Dostoievski y a los grandes autores rusos que me fascinaban. Era una forma de leer distinta. Hoy la lectura está muy mediatizada por los intereses comerciales y las redes sociales, y se ha convertido en un objeto de consumo. Y, de esa manera, sí que ha muerto una cierta forma de leer.
P.- Dices en varias ocasiones en tu libro que “leer es abandonarse en el tiempo”. ¿Cómo se compatibiliza eso con una sociedad tecnologizada donde todo va muy rápido y tenemos que estar hiperactivos permanentemente?
R.- Cada vez es más difícil refugiarse en la soledad, abandonarse a un libro, pero yo creo que sigue siendo necesario. En este libro reivindico la utilidad de lo inútil. Y leer determinadas lecturas, por ejemplo, es profundamente inútil. Pero, a la vez, lo inútil puede ser lo más útil. Por ejemplo, creo que un médico que ha leído a Homero o un arquitecto que ha leído a Dickens son mejores profesionalmente que si no es un lector de clásicos, porque los clásicos nos ayudan a conocernos y a entender el mundo. Nos aportan creatividad y, por lo tanto, yo reivindico la necesidad de los clásicos en este mundo tan tecnificado.
Creo que un médico que ha leído a Homero o un arquitecto que ha leído a Dickens es mejor profesionalmente que si no es un lector de clásicos
Pedro García Cuartango en el programa La Gran Pregunta, el día 18 de mayo
P.- ¿Están preparados nuestros jóvenes para leer a los clásicos?
R.- Hay un problema de lenguaje, claramente. Por ejemplo, si hoy una persona de 20 años intenta leer La Divina Comedia, que es un libro capital, no podría entenderlo porque tiene referencias a la mitología, referencias religiosas a la teología y, por lo tanto, tendría un problema de comprensión verbal. Eso se debe al deterioro de las Humanidades en la enseñanza, que han hecho perder una serie de referencias que son muy difíciles de rescatar. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, insisto en la necesidad de leer a los clásicos y a los grandes autores. Por ejemplo, Cervantes creo que debería ser de lectura obligatoria para cualquier ciudadano español, porque nos abre la mente, nos descubre cosas que a veces llevamos en nuestro interior y de las que ni siquiera somos conscientes y porque nos hace mucho mejores.
P.- ¿Cómo convencerías a los titulares de los ministerios de educación correspondientes o de las administraciones autonómicas de que la filosofía, de que los clásicos, de que las Humanidades son muy importantes en una época donde la Inteligencia Artificial y el Chat GPT nos dominan?
R.- Es imposible convencer de eso. Llevo toda mi vida intentándolo y escribiendo sobre el tema y, sí, estoy de acuerdo en que hay un déficit de Humanidades en el Bachillerato y la enseñanza media. Hasta mediados del siglo XX, todos los líderes políticos europeos, los británicos, por ejemplo, tenían una formación humanística, sabían hablar latín o lo habían leído. Ahora eso ya es una reliquia del pasado. Creo que la enseñanza en España debería recuperar las Humanidades, la Filosofía, la Literatura, el Arte y el Latín. Yo he estudiado siete años de latín y me ha servido, entre otras muchas razones, para estructurar mi cabeza y analizar mejor la realidad. Hoy los jóvenes están mucho mejor preparados en los aspectos tecnológicos. Tienen un conocimiento más cercano del mundo y tienen acceso a más información. Pero han perdido esa dimensión que teníamos nosotros de estudiar a los clásicos y eso es un gran empobrecimiento cultural. Yo no diría que ahora la educación es peor, pero sí que tiene aspectos negativos que deberíamos subsanar.
La enseñanza en España debería recuperar las Humanidades: la filosofía, la literatura y el latín, que es fundamental
P.- ¿Podría Chat GPT escribir tu último libro, Iluminaciones?
R.- Yo diría que nunca podrá escribirlo y, esto sé que me estoy pillando los dedos, creo que una máquina nunca podrá suplantar al ser humano. A lo mejor, quizá, dentro de 150 años podría ser una hipótesis, pero ahora mismo una máquina no podría escribir ni La Divina Comedia ni La Montaña Mágica.
Una máquina no puede sustituir a un ser humano y escribir obras como La Divina Comedia
P.- ¿Podemos entender la cultura sin identidades?
R.- No. La cultura es identitaria. Hay un filósofo francés, Michel Henry, que decía que la barbarie es la destrucción del otro, la negación de su identidad. Y, por el contrario, la cultura es la aceptación de la diferencia. Yo creo que la democracia se basa en un desarrollo cultural, en la aceptación de esa pluralidad y en el debate público. Por lo tanto, yo creo que la cultura es un ingrediente esencial de cualquier democracia y de la calidad de vida de los seres humanos. Es decir, si no hay cultura, si no hay respeto por la literatura, no hay amor al cine, a la música, somos mucho menos humanos.
P.- Pero al mismo tiempo, ¿no crees que se ha ideologizado mucho la cultura? Eurovisión, los premios del cine… todo es política.
R.- Herbert Marcus, en los años 60, escribió un libro, La Sociedad Unidimensional. El hombre moderno es unidimensional y es verdad que la política en España está muy polarizada. Vivimos un momento de inquietante crispación, de intolerancia. Pero esto no es nuevo. Ya en Alemania, hace un par de siglos, se inventó el término guerra cultural. Incluso en la Edad Media había también batallas culturales: la historia del papado, de los dominicos, de los franciscanos… Pero ahora es verdad que los medios de comunicación masivo amplifican esas batallas culturales y polarizan mucho a la sociedad. Aunque los medios no dejan de ser una correa de transmisión de la clase política, que yo creo que tiene mucha responsabilidad en esto.
P.- ¿Y el revisionismo cultural de la historia es un fenómeno nuevo?
R.- Eso es inquietante. La idea de la memoria histórica, tal como lo ha formulado el Gobierno en dos leyes, la que hizo Zapatero y la que ha hecho Sánchez, es muy peligrosa porque la memoria no es algo colectivo. La memoria es algo individual. Cada uno tiene su memoria de la historia. Es verdad que existen los hechos objetivos. Yo no voy a discutir que la Guerra Civil fue el resultado de un levantamiento militar o que durante el franquismo hubo una represión feroz que rebasó todos los límites, pero eso forma parte de la memoria individual, no se puede convertir en una ley ni obligar a la gente a pensar de determinada manera. Y es cierto que este gobierno lo que está haciendo es utilizar la Historia en provecho propio, manipularla para sacar un rédito político, y eso a mí me produce un profundo rechazo.
Este gobierno lo que está haciendo es utilizar la historia en provecho propio, manipularla para sacar rédito político y eso me produce un profundo rechazo
P.- Y al mismo tiempo ¿no existe quizá también una especie de autocensura a la hora de expresarse en determinados términos o dar esta u otra opinión?
R.- Estoy totalmente de acuerdo. Yo estudiaba en la universidad durante el franquismo y lo que había allí era una censura expresa. Sabíamos lo que podíamos decir y lo que no y cómo había que decirlo. Ahora es mucho peor, porque, como tú acabas de decir, existe la censura de lo políticamente correcto e, inconscientemente, todos nos censuramos y eso es algo perverso. Los debates tienen que ser totalmente libres y no debería haber límites a la libertad de expresión. Los límites están en el Código Penal, pero ni el Gobierno ni nadie puede poner unos límites. Y en este aspecto sí que hay una deriva muy inquietante en la sociedad española.
P.- Volviendo a la cuestión política ¿Son peores nuestros políticos de ahora que los de antes?
R.- He dicho y lo sostengo que los políticos son ahora peores que durante la Transición. ¿Por qué? Porque cuando se produjo la llegada de la Democracia en los tiempos en que hubo que adaptar la Constitución y crear las bases de un nuevo sistema de convivencia, los mejores catedráticos, médicos o arquitectos se incorporaron a la política. Eran personas que tenían una carrera profesional y académica. Hoy los dirigentes de los partidos son productos de los mecanismos de selección adversa. Solo llegan a la cúpula los más mediocres, los más fieles, los que menos capacidad crítica tienen. Eso ha derivado en que la clase política hoy sea cualitativamente peor que hace 40 años. Suárez, Carrillo, Felipe González, Fraga... toda esta gente tenía un nivel muy superior al que tienen hoy los políticos.
Ahora sólo llegan a la cúpula de los partidos los que menos capacidad crítica tienen. Eso ha derivado en que la clase política hoy sea cualitativamente peor que hace 40 años
P.- ¿Por qué dices que los males de la política se curan leyendo a Cicerón?
R.- Porque yo creo que Cicerón encarna lo mejor de la política. Cuando uno lee las Catilinarias o las Filípicas, se da cuenta de la dimensión del personaje, de su estatura intelectual y, también, de los grandes debates que se formulaban ya en la República. Por eso debería ser de obligada lectura para los políticos. Yo a los 350 diputados les obligaría a leer las Catilinarias, que es el discurso de Cicerón contra los abusos de poder, contra el intento de Catilina de instaurar una dictadura en Roma. Se habla de la política como la defensa de unos valores, de la tolerancia, de los ideales de la vida pública… Yo creo que esa visión ética de la política se está perdiendo en la sociedad española y, en ese sentido, sería muy útil que nuestros dirigentes y nuestros diputados leyeran a Cicerón.
P.- ¿Crees que los medios de comunicación tienen también una responsabilidad importante en la polarización?
R.- No cabe duda. Los medios de comunicación hemos cometido muchos errores y a veces funcionamos como correas de transmisión de los políticos, pero también hemos caído en lo que yo llamo la tentación del click. A veces parece que los medios de comunicación se hacen para generar audiencias, para que la gente pinche en las páginas y eso es un grave error. Los medios al final tienen que ser la expresión de una idea sobre el mundo, deben tener la obligación de hacerse eco de los grandes debates y desgraciadamente se han dejado llevar por esta crispación que existe en la sociedad española, por este cainismo en el que hemos caído todos sin querer.
Los medios de comunicación se han dejado llevar por esta crispación que existe en la sociedad española, por este cainismo en el que hemos caído todos sin querer
P.- Te he leído alguna vez decir que el periodismo del futuro está en el pasado, ¿Qué quieres decir?
R.- Sí, lo dije en una reunión en El Mundo a Pedro J. Ramírez hace 25 años y se enfadó mucho conmigo. Le dije que teníamos que volver a los periódicos del siglo XIX y lo sigo pensando. Porque eran periódicos cercanos al público. En ellos escribían los mejores pensadores e intelectuales de la época, estaban más cercanos a los grandes debates y, sobre todo, tenían más calidad literaria. Ahora también, como producto de la crisis económica, de la caída de la publicidad y del cierre de los quioscos, los periódicos han perdido difusión e ingresos. Tienen menos recursos humanos y son peores, y eso afecta también a la polarización y la contaminación ideológica.
Artículo de Pedro García Cuartango en el ABC
P.- ¿Y cómo buscamos ese equilibrio entre esos periódicos nostálgicos del siglo XIX y la rentabilidad económica?
R.- Esa es la pregunta del millón. A mí me lo han preguntado muchas personas y yo siempre digo que no lo sé. Los medios de comunicación tienen que reinventarse, sobre todo en el aspecto económico. Tienen que buscar un modelo que los haga viables porque ahora no lo son, pero yo creo que eso llegará y los periódicos volverán a tener, entre comillas, el prestigio y la influencia que tuvieron en el pasado. Pero ahora mismo estamos en el momento más bajo y crítico de la prensa.
Reivindico a los grandes autores y pensadores cristianos porque sin ellos sería imposible entender el mundo en el que vivimos
P.- En tu libro también tratas del papel de las religiones y de los grandes pensadores cristianos. ¿Tiene sentido seguir hablando de estos pensadores cristianos y de las raíces cristianas en el mundo de hoy?
R.- Las democracias parlamentarias que se desarrollan a partir del siglo XIX vienen de la Ilustración, de la reivindicación de la razón y eso es producto del pensamiento cristiano. Claro que tiene sentido leer a los grandes autores cristianos. A mí me gusta mucho, por ejemplo, San Agustín. También he leído a Santo Tomás y a otros filósofos que tienen una serie de connotaciones religiosas, como Spinoza o Kierkegaard. Claro que tiene sentido porque en un mundo laico, muy apegado a lo pragmático, al corto plazo, al ruido, al final siempre hay una dimensión espiritual en los seres humanos y un afán de trascendencia que conecta muy bien con estos grandes autores que tienen una influencia religiosa. Por lo tanto, yo reivindico a los grandes autores y pensadores cristianos porque sin ellos sería imposible entender el mundo en el que vivimos.