Es la primera mujer al frente de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice desde su institución por Juan Pablo II, en el año 1993, para el estudio y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia. Economista y académica, Anna Maria Tarantola es, además, una de las pocas mujeres que ha ocupado puestos de relevancia en Italia, donde ha sido directora de la Banca d´Italia y presidenta de la RAI. Tras su etapa en el Consejo de Administración de la Centesimus Annus, ha visitado, ya como presidenta, el capítulo de Madrid, que se reúne mensualmente en la Fundación Pablo VI. Tarantola ha estado acompañada del consiliario internacional de la Fundación, Mons. Claudio M. Celli, y el secretario general, Eutimio Tiliacos. Con ella hemos repasado cómo desde la Doctrina Social se puede dar respuesta a los cambios que afectan a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo y al mundo de hoy.
25 años después de su creación, ¿cuáles son las líneas de trabajo y reflexión que ocupan a la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice en este momento actual?
A.M.T.- Este año y el anterior hemos partido de la Laudato Si´, la única Encíclica del Papa Francisco que, podemos decir, es la Doctrina Social de la Iglesia del mundo de hoy. Una Encíclica, como él mismo ha dicho, que es social, no sólo ambiental. A partir de su lectura, reflexión y análisis estamos buscando, como parte de la exigencia del Papa, nuevos modelos de economía, atentos al hombre, al bien común, al respeto del trabajo y a inversiones que favorezcan a la persona. Éste es el esfuerzo principal y lo estamos desarrollando en varias etapas y líneas distintas, porque no es tan sencillo encontrar un nuevo modelo económico desde el rostro humano.
Una de estas líneas ha sido, por ejemplo, la de estudiar la economía circular y ver cómo se implementa hoy. Otra línea ha sido la de formación en las empresas para dar respuesta a la rápida y grandísima revolución tecnológica que estamos viviendo y que está dejando fuera a muchos trabajadores no preparados para afrontarla. Frente a un modelo especulativo, como lo denomina el Papa Francisco, que resuelve el problema con despidos, las empresas han de reaccionar dando formación a esas personas para que puedan quizá dedicarse a un trabajo distinto y asumir otras responsabilidades, con respeto a su dignidad.
“La Laudato Si´ es una Encíclica social, no solo ambiental”
Éste es otro de los aspectos que hemos tratado, unido a otro reto, que va en el mismo sentido, el de la educación. Cómo educar hoy en un sentido más amplio, no solo en conocimientos, sino en competencias para afrontar la vida. Porque la educación, según la Doctrina Social de la Iglesia, debe estar más orientada a la capacidad de comprender, gestionar y afrontar la realidad en la que vivimos que a tantas y tantas competencias especializadas. Es todo aquello que acompaña a las disciplinas humanísticas, como la filosofía o el humanismo, y que contribuyen enormemente al crecimiento personal.
Estos son los principales ámbitos de trabajo de campo a través de nuestros 26 capítulos (somos 26 capítulos en 13 países) o de las conferencias internacionales, seminarios y publicación de libros y cursos que lleva a cabo esta fundación vaticana.
¿Por qué hay esa obsesión actual de confrontar la ecología con el hombre? Algunos sectores han llegado incluso a criticar la Laudato Si', llamándola despectivamente "la Encíclica verde"
El Papa habla de una ecología integral, atención. Integral quiere decir que debe perseguir una ecología humana, una ecología social (porque el hombre es social y tiene necesidad de relacionarse con los demás), una ecología económica (es decir, un modelo económico desde el rostro humano) y una ecología ambiental. Estos 4 tipos de ecología que enseña el Papa Francisco van de la mano y su objetivo es llevarlos a término. Juntos debemos ocuparnos de todo esto: del hombre, de la Creación y de la vida social del hombre, que es en sí mismo en relación con los demás y con su entorno. Es decir, del cuidado la Creación y el medio ambiente como un instrumento para cuidar del hombre; del cuidado del hombre como camino para cuidar al conjunto de la sociedad, que debe estar organizada y contar con los medios para respetar y posibilitar la dignidad de todos; y, finalmente, del cuidado de la economía, con un modelo de desarrollo que respete a la persona, al medio ambiente y las relaciones.
Es todo uno y quizá no estamos habituados a este planteamiento porque vivimos en un mundo fuertemente individualista, consumista y cortoplacista, que busca llegar y cumplir objetivos rápidamente sin importar lo que sucederá después, todo lo contrario a una ecología integral. Y, atención, cuando se habla de lo social y de lo humano y del ambiente no hay que pensar solo en hoy. Por eso el Papa se pregunta si queremos dejar a los niños del futuro un mundo que va desapareciendo.
Centrándonos, precisamente, en esas generaciones del futuro. ¿Qué hacemos con esta Europa que se hace vieja y en la que cada vez nacen menos niños? Hace poco ponía usted el ejemplo de Italia como uno de los países más dramáticos en tasa de natalidad, cuando la tasa de empleo en mujeres es también más baja que en el resto de Europa…
La tasa de natalidad ha bajado drásticamente por varias cuestiones: porque han cambiado las prioridades de las personas y de las mujeres y porque las mujeres se encuentran en muchos casos en condiciones muy difíciles. Yo destacaría estos dos aspectos: un aspecto cultural (la cultura de la satisfacción personal), y que las normas y las reglas de la sociedad no favorecen especialmente a las mujeres y, por tanto, no favorecen la natalidad. ¿Qué es lo que pasa en Italia? Que tenemos la tasa de natalidad más baja de Europa y a la vez somos el país con más baja tasa de ocupación femenina. Una de las cosas que se ha dicho siempre, también de parte de la Iglesia, es que no nacen niños porque la mujer trabaja. No es verdad. Porque en los países donde las mujeres trabajan más, como por ejemplo en Francia, tienen una tasa de natalidad más elevada. Por tanto, no es el trabajo lo que me impide tener niños. Es más, cuantas más mujeres trabajan más se reduce la pobreza, especialmente hoy cuando la globalización y la digitalización han provocado el cierre de tantas empresas y tantas reducciones de plantilla.
“No es el trabajo de la mujer el que impide tener niños. Hacen falta políticas fiscales y de bienestar que favorezcan la natalidad”
El problema es que no hay leyes ni fiscales ni de bienestar social que favorezcan esto. Por eso, la mujer, de cara a la inseguridad no trabaja, no percibe un sueldo, tiene miedo y por eso, la pareja decide no tener hijos. Es un conjunto de cosas: un aspecto cultural y un aspecto económico, social, legal y jurídico; en definitiva, estructural. Esto podemos verlo reflejado no sólo en Francia, sino también en Alemania… La Alemania de Schröder tenía una tasa de natalidad más baja que la italiana. Schröder se dio cuenta y empezó a preguntarse por qué. A partir de ahí empezó a cambiar todas las normas del bienestar dedicadas a la familia y la mujer y la tasa de natalidad aumentó más de 0,5 por ciento (de menos de 1,5 hijos por familia se pasó a 2 hijos por familia), lo que supuso un aumento considerable para un arco de 10-15 años.
Éste es, por tanto, un tema urgente sobre el que habría que trabajar también, en mi opinión, cuando se habla del aspecto humano de la ecología integral.
En esta línea, ¿es la inmigración la salvación para la vieja Europa o una amenaza, como algunos postulados políticos preconizan?
La inmigración es un elemento muy positivo y en este tema tengo que volver sobre las palabras del Papa que nadie dice. Francisco ha dicho que debemos ser abiertos a la inmigración pero en la medida en la que seamos capaces de gestionarla. Lo ha dicho él, no lo digo yo. Mi visión es que la inmigración es algo que nosotros no podemos frenar ni cerrando puertos ni dejando morir a las personas en el Mediterráneo, que se ha convertido en un cementerio. Esto es algo provoca un gran dolor. Pensar que el Mediterráneo, que baña la civilización y que ha sido el nacimiento de la civilización se haya convertido en un lugar de muerte. Pero se necesita un plan internacional para toda Europa que trabaje en varios frentes y que no sea de un día para otro. Si se sigue hablando y no se actúa nunca, jamás se alcanzará un objetivo.
“La acogida no debe ser puntual y que se active sólo cuando sucede algo, sino que debe conllevar un mínimo de estructura e ir acompañada de mecanismos de integración”.
Si se trata de ayudar a los países de los que parten estas personas porque hay guerras, hará falta no promover las guerras sino tratar de colaborar como instituciones internacionales, europeas y mundiales para que estas guerras terminen. Es, por tanto, un problema de paz y de una falta de desarrollo económico que también se debe favorecer. Pero para todo esto se necesita tiempo y, como los resultados no son inmediatos, es necesario trabajar primero en la acogida. Una acogida que no debe ser puntual y que se active sólo cuando sucede algo, sino que debe conllevar un mínimo de estructura e ir acompañada de mecanismos de integración.
En Italia, por ejemplo, tenemos personas que van a estos centros de acogida de emergencia sin tener el mínimo de servicios, sin educación, sin instrucción y sin trabajo. Al final, muchos de ellos acaban en las manos de la Camorra (mafia) o en el mundo de las drogas o la delincuencia. Por tanto, inmigración puede ser una fuente positiva, porque, por ejemplo, hay muchos inmigrantes que son personas serias y cultas, que aceptan trabajar en los empleos que los italianos no quieren y así contribuyen con sus impuestos a la riqueza del país o al sostenimiento de las pensiones. Pero deben ser integrados en el sistema de forma adecuada. Porque si no hay integración se crea marginación, exclusión y eso que el Santo Padre llama “los invisibles”.
Sandra Várez González
Directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI