Se inicia un curso sin las restricciones que la Covid-19 había impuesto a la vida ordinaria, y en un contexto de guerra en Ucrania a raíz de la invasión rusa, con serias consecuencias para los países europeos, que afecta cada vez la vida de los ciudadanos. No es real que la sociedad recupera normalidad, se han producido cambios tan significativos que agregan incertidumbre a los escenarios de futuro.
Sin embargo, y como es natural, las generaciones más jóvenes deben hacer sus opciones de vida y entre ellos los hay que aspiran a formar parte de los cuerpos del Estado. Es conocido el exigente camino que supone preparar una oposición, requisito indispensable en particular si los cuerpos a los que se aspira son los superiores. Y para ello es necesario disponer de algunas condiciones favorables, pero también de un marco académico y humano, que más allá de un temario, permita consolidar en los aspirantes el carácter, la personalidad y los hábitos que los ciudadanos esperan de los altos funcionarios.
Vivimos en sociedades en las que los aprendizajes se hacen a lo largo de la vida y en la que nuevos paradigmas como la igualdad, la inclusión, la conciencia ecológica o los cuidados se han ido incorporando, y requieren una forma de estar y de interactuar con mayor conciencia de los otros y superación de las propias miradas.
Estas reflexiones y una trayectoria de acompañamiento a opositores y opositoras nos permiten reconocer la necesidad de disponer, en los espacios residenciales especializados como son las residencias León XIII y Pío XI de la Fundación Pablo VI, de un modelo de convivencia que en sí mismo sea formativo y contribuya a que, junto al esfuerzo personal, se adquieran habilidades emocionales y sociales favorecedoras de un ejercicio ético, responsable y consciente de las nuevas necesidades de la sociedad.
Laura Moreno Marrocos,
Directora de las Residencias para Opositores y Postgraduados Pío XI y León XIII