Aldo Olcese es uno de los economistas más reputados de nuestro país. Como presidente de la Fundación Independiente es un gran exponente de una sociedad civil comprometida con la democracia, la ética y la mejora del país, huyendo de los condicionamientos políticos e ideológicos.
Aúna la triple condición de empresario y directivo, experto financiero y académico e intelectual, que le ha llevado a formar parte de numerosos consejos de administración, consejos asesores de grandes empresas financieras, tecnológicas e industriales, donde ha modernizado la gobernanza y la responsabilidad social corporativa. Es doctor en economía financiera y miembro de la Real Academia de Economía.
Reproducimos a continuación algunas de las palabras que pronunció en el acto celebrado en la Fundación Pablo VI el pasado 28 de septiembre, donde reflexionó sobre Economía y personas desde una mirada a la actualidad: desde una mirada a la actualidad:
“Se nos dice que la guerra de Ucrania es la responsable del incremento de los precios del gas, la crisis, la recesión… Pero les invito a pensar esto, ¿cuánto representa el gas ruso en el mundo? La respuesta es un 17%, del cual Rusia le vendía la mitad a Europa. Y lanzo otra pregunta: realmente, ¿cuándo empiezan los verdaderos problemas sobre los precios del gas ruso? Es a finales de octubre cuando empiezan las prohibiciones verdaderas, pero la realidad es que ocho meses antes del inicio del conflicto, los precios de las energías mundiales ya estaban multiplicados por tres. Estamos, por tanto, ante una situación delirante de precios desorbitados por solo un 8% del gas mundial. Estamos ante algo que los economistas llamamos especulación. Una especulación inmoral e intolerable, en mi opinión es una, por lo que ha llegado la hora de mirar dentro de nosotros mismos y ver qué responsabilidad tenemos en todo esto (…)
Muchas grandes empresas están ahora publicando sus resultados económicos y vemos unos beneficios que se han multiplicado por dos, e, incluso, triplicado en muchos sectores, no solo en el de la energía: la banca, el sector de la alimentación, el hotelero… Y, por otro lado, están los más débiles y desfavorecidos. Es decir, que mientras el conjunto de la ciudadanía mundial empeora, mejoran exponencialmente los grandes empresarios y los sectores estratégicos. Yo no me considero una persona de extrema izquierda, sino que soy liberal conservador, pero reconozco que hay en medio de estas circunstancias sobrevenidas que no dejan de ser ciertas un componente de codicia y abuso con mucha gente tratando de “hacer el agosto” a costa de lo que ha sucedido. Algo que no hubiera sucedido con responsabilidad, compromiso, una buena RSC y una buena gobernanza.
Libertad autoregulada
En este punto me permito hacer otra reflexión sobre los pilares de la democracia europea, que tienen su origen en la Revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad. La primera la hemos trabajado mucho, con normativas y con esfuerzo, pero ¿qué ocurre con la fraternidad? Aquello que hacía que los otros dos pilares funcionasen ha quedado reducida, se ha quedado pequeña y nunca podremos normalizarla o regularla (…)
Ha llegado la hora de remover las conciencias, porque somos incapaces de auto regularnos a nosotros mismos. Como no somos auto responsables, no nos autogobernamos, y no administramos correctamente las libertades, los reguladores se ponen se ponen nerviosos, intervienen y lo hacen mal. Yo me pregunto, ¿no hubiera sido más razonable que las empresas energéticas se hubieran autolimitado, en lugar de esperar a que los gobiernos intervengan y pongan impuestos? Nadie lo ha hecho y las consecuencias son lamentables, porque se está conduciendo a la humanidad a un auténtico desastre. No hay mayor tragedia que un padre y una madre recortando las libertades a un hijo por haberse excedido en su uso. Eso es lo que está ocurriendo.
Creo en el capitalismo, pero éste no me gusta nada. Es necesario un cambio a un capitalismo humanista, que debe partir de nosotros mismos, de los que tenemos cierta capacidad de influencia, no de los gobiernos. Creo en la economía de las personas. Creo en la persona que se superpone a la organización y debe estar en el eje de la vida empresarial.
El problema es que ahora, por la mediatización de las redes sociales, vivimos en una gran impostura. (…) Todos debemos decir y hacer lo que la masa nos indica a través de los análisis de la inteligencia artificial, que resultan, además, certeros. Por miedo a equivocarse, el individuo prefiere seguir a la masa que ir contracorriente. Y eso acaba despersonalizando al individuo. Por eso es importante poner en valor la responsabilidad individual frente al gregarismo colectivo, y darle a la persona el lugar que merece por encima de la organización.
Para esto deben suceder dos cosas fundamentales: que las personas tengamos coraje cívico de decir las verdades para defender a los que no tienen nada, y estar dispuestos a asumir riesgos.
Hay que inocular el humanismo en la empresa, apostar por el compromiso moral y de valores. Si trasladamos la fraternidad y el amor a todos los ámbitos viviremos en un mundo mejor, un mundo que dejará de ser utópico. De todas estas adversidades solo saldremos con grandes dosis de fraternidad”