La Fundación Pablo VI, a través de este programa, nos ha proporcionado una infinidad de posibilidades y sueños. Nos ha enseñado que tenemos la suficiente energía para transformar el mundo, que es necesario apostar por un cambio que apunte hacia una economía solidaria y humanista, que escuchar es un acto de compasión y hacer silencio, un ejercicio de madurez
Tres semanas son suficientes para despertar en una sola persona la motivación para transformar el mundo. Pero encender esa llama incandescente en 14 jóvenes de diferentes países y culturas, es toda una hazaña. En 21 días, la Fundación Pablo VI, gracias a un equipo profesional extraordinario y con una calidad humana inspiradora, logró revolucionar nuestra perspectiva de liderazgo y llevarnos a reflexionar sobre la infinidad de posibilidades que podríamos construir desde la articulación y sinergia de esfuerzos para una América diferente.
El V Programa de Liderazgo Iberoamericano, que involucró a ponentes e instituciones del más alto nivel académico y con una sensibilidad social única, fue un viaje para redescubrir y conocer muy de cerca el funcionamiento de sistemas políticos, económicos, empresariales; y, sobre todo, los cimientos de una sociedad humanista.
En medio de la constante inestabilidad política que vive América Latina y el mundo, y los efectos colaterales que dejó la pandemia, aprendizajes como los obtenidos en este programa son necesarios para lograr que, no solo transformemos nuestra visión y perspectiva de la vida, sino también que nos involucremos activamente en generar el cambio para una sociedad igualitaria, justa e inclusiva en cada uno de los países en los que vivimos.
Lograr ese cambio implica que más personas de todas las generaciones empecemos a transformar nuestros sueños en acciones. Y que en esa construcción de cimientos empecemos a establecer alianzas que nos permitan convertir este anhelo en una realidad tangible. El Programa de Liderazgo Iberoamericano nos ha permitido encontrarnos con otros y reencontrarnos con nosotros mismos en un espacio de diálogo e intercambio para cuestionarnos y reorientar la perspectiva de liderazgo que América y el mundo necesitan; y sobre todo, para unir esfuerzos hacia su consecución.
¿Quién es un líder, sino aquel que inspira?, ¿o quien lleva en sí una pasión que mueve a otros?, ¿quién es sensible a los problemas de la humanidad?, ¿o quien está dispuesto a trabajar por una visión colectiva que transforme al mundo? Un líder lleva en su espíritu esas cualidades y muchas otras que se forjan con el tiempo y la constancia. No obstante, existen pilares, que, después del programa, comprendí que son fundamentales. Por ejemplo, que un líder debe tener valores e identidad.
Valores como la determinación, la confianza, la tolerancia, la apertura, la integridad, la responsabilidad, el respeto y la pasión nos mantienen firmes ante situaciones que pretenden resquebrajar los ideales a los que nos aferramos cada día y que nos mueven a mirar a las personas con ojos de justicia y de amor.
En el otro pilar, sosteniendo al líder ante cualquier desafío, está la identidad, la esencia que nos define y que nos hace únicos, pero que también nos da raíces y un significado de quiénes somos en este mundo.
La Fundación Pablo VI, a través de este programa, nos ha proporcionado una infinidad de posibilidades y sueños. Nos ha enseñado que tenemos la suficiente energía para transformar el mundo, que es necesario apostar por un cambio que apunte hacia una economía solidaria y humanista, que escuchar es un acto de compasión y hacer silencio, un ejercicio de madurez.
Y en ese camino, teniendo plena seguridad de los valores y la identidad que nos sostienen, es necesario reorganizar nuestros propios países desde la tarea de involucrarnos en esa reorganización y toma de decisiones. Hablamos no solo de convertirnos en una autoridad política, porque desde cualquier espacio se es capaz de desarrollar acciones para lograr esa América que soñamos.
Hoy más que nunca tenemos la certeza y la claridad de que podemos ser actores del cambio desde cada una de nuestras profesiones: creando, innovando, actuando con integridad y, sobre todo, formando seres críticos y con hambre de aprender y cuestionar.
Nuestra gratitud eterna a la Fundación Pablo VI y su fundador Ángel Herrera Oria, por las enseñanzas que han quedado grabadas, no solo en nuestra mente, sino que están impresas también en el corazón. Ahora, tras esta experiencia enriquecedora, caminamos juntos para preparar el porvenir con la formación de las generaciones que nos seguirán y en las que necesitamos impregnar una educación con valores, sensibilidad y compasión.
Que cada una de las reflexiones aprendidas impacten a otros y que la compasión nos mueva a transformar el mundo. Somos los actores del cambio que ocurre hoy.
Helen Valero
Participante en el V Programa de Liderazgo Iberoamericano