La necesidad de formarnos para el trabajo se ha vuelto continua. Nos preguntamos qué tipo de formación necesitamos ¿formación en habilidades, educación en el discernimiento, ambas? ¿y algo más?
La formación en habilidades, la primera que nos viene a la mente, es por sí sola insuficiente. Vivimos tiempos donde la digitalización, la automatización y la inteligencia artificial se nos presentan imprescindibles a la vez que tentadoras, en una invitación que no acepta la objeción y mucho menos el rechazo. Es preciso activar el discernimiento para saber si estas tecnologías servirán al ser humano o nos convertirán en sus servidores, para distinguir entre esto sí y esto no. La tormenta tecnológica, que cae a raudales, nos hace ver el mail enviado a un compañero de trabajo, situado dos mesas más allá, como progreso, cuando el avance pudiera ser dar unos pasos y coordinarse verbalmente. Sin discernimiento nos falta el juicio sabio de lo que realmente aporta valor.
Al discernimiento se une eso que llamamos la elevación del nivel de consciencia, que en palabras llanas significa que podemos ver el mundo exclusivamente desde el egoísmo y el interés propio (bajo nivel de consciencia), o tener una mirada de interconexión con otras personas y el entorno (alto nivel de consciencia). El egoísta difícilmente promoverá una transformación positiva en el equipo porque, francamente, el equipo le importa poco, diga lo que diga de cara a la galería. En el otro extremo, el sabio, el maestro, logra que las personas se conecten con la tarea porque las valora, las ayuda y las reconoce. Y entre un perfil y otro, toda una gama de grises.
Hablemos de cosas o personas y veamos que nos sucede. Nos resulta atractivo manejarnos con las cosas, las modernas tecnologías entre ellas, porque las cosas obedecen, las usamos y las cambiamos a nuestra voluntad. Las cosas nos seducen porque crean sentimientos de poder y riqueza. Las personas son otra historia, dueñas de sí mismas, dignas de respeto no deben ser usadas. Tienen ideas y emociones propias y su alma las hace únicas. Esta diferencia hace que nos volquemos inconscientemente en las cosas, rehuyendo la atención al ser profundo de las personas donde habita el compromiso y la satisfacción personal.
El informe Gallup 2022 sobre la situación laboral indica que solo el 21 % de los empleados están implicados, que crece el enojo, la preocupación, el estrés y la tristeza. Menos de uno de cada cuatro ¡qué poco! El dato nos invita a indagar en esa inteligencia humana, a diferencia de la artificial, que permanece desperdiciada porque no es convocada.
Acto de presentación de conclusiones del seminario ‘El trabajo se transforma’
Paso a paso entramos en materia para entender el título del artículo. Formarnos en conocimientos y habilidades es aprendizaje horizontal, representado por el gesto del que abre sus brazos para abrazar más disciplinas y más títulos. El reto actual es aprender verticalmente e incluirlo como parte esencial de la formación continua, en otras palabras, se trata de transformar nuestra forma de ver y entender el mundo ¡mejor si se explica con ejemplos!
Veo a un operario en su puesto de trabajo pero imagino que no fue a la universidad y poco puede aportarme. Mi forma de pensar hará que no le dé la oportunidad de entablar conversación sobre cómo mejorar su trabajo. Si el operario tiene algún talento, jamás se sabrá. Si desea ser escuchado, oiremos el silencio. Cambiemos ahora la forma de ver al operario. Pienso que conoce mejor que nadie su trabajo y eso me hace sentir curiosidad por saber si tiene ideas sobre cómo mejorarlo o cómo corregir algún aspecto negativo. Lo que estoy pensando favorece la conversación y él me ofrece su opinión, su dificultad o su queja. Brota la información y la conexión. El trabajo se vuelve vida. Mi propia transformación ha transformado el trabajo.
Veo el entorno estresante. Mi agobio se contagia al equipo y la cara larga se convierte en el sello del compromiso con la empresa. Mi desaliento se convierte en falta de energía e inacción. Cambiemos ahora la forma de ver el entorno. Asumo que la clave está en tener un equipo de personas flexibles en las que confiar. Mi cambio abre la puerta a la colaboración y la creatividad. El trabajo se vuelve vida de nuevo. La diferencia entre el antes y el ahora, soy yo mismo, nuevamente ¡menudo descubrimiento!
Tanto hablar de transformar el trabajo desde fuera y la respuesta estaba en mi interior. El aprendizaje vertical se suma a la formación en habilidades y la educación en el discernimiento. Es un aprendizaje individual de autoconocimiento y reflexión guiada. Es una llamada a activar esa inmensa inteligencia humana que no es capaz de aflorar porque no desarrollamos el entorno para liberarla. Ahora, ya lo sabemos, está en nuestras manos.
María Lladró
Empresaria